Nos había nevado insistentemente todo el día, pero afortunadamente las dos últimas horas llovió y acabó de limpiar la cubierta.
El viento, que debía ser de 5 nudos del Este, era algo más fuerte de lo previsto pero nuestra preocupación era que en Jaime hubiera espacio, porque la noche se prometía racheada y no teníamos horas de luz suficientes para un plan B. Dimos la última curva y ¡bien! todo el fondeo para nosotros.
El viento era de 20 nudos, entrando justo por proa -en la noche giraba al norte- perfecto para mantener el velero en buen ángulo sólo con el ancla mientras yo ponía cabos a tierra, pero había mucha ola que rompía contra la pared y el paseo remando en el dingy era como ir en una coctelera.
Llegué a la pared y debía ser fácil -era nuestra segunda vez y conocía un buen árbol- pero desembarcar del dingy con aquellas olas era imposible. Yo cabezota, cabezota, lo intentaba una y otra vez y las olas rompiendo me tenían ya calada de agua. Johan me llamó al orden. Volví al barco y me pasó la pequeña ancla de la auxiliar para que la usara para hacer firme el bote a tierra. Tras dos intentos -el anclita pesa 3 kg y el mar estaba bailón- ya tenía los medios para subir a tierra y atar.
Johan afirmó los otros dos cabos (yo estaba echa polvo y con la autoestima de “atacabos” algo maltratada) y aunque algo movidos por el viento inesperado, todo parecía perfecto.
Pasamos en Jaime dos días, para que dejara de soplar y llover, para lavar algo de ropa.
Próximo destino: canal Smyth.
Para seguir rumbo sur nos tocaba desandar unas millas desde Natales y lo peor, navegar unas 15 hacia el Norte. Pudimos de nuevo disfrutar de las vistas de la cordillera Sarmiento
aprovechando cualquier momento para secar ropa |
Aprovechamos un día con viento de componente sur y con un sol espléndido (quien diría que dos días atrás no veíamos ni 50 metros a causa de la nieve), fuimos adelantando.
Podíamos haber llegado algo más al sur porque las condiciones eran perfectas: la marea nos acompañó, hacía viento como para sacar las velas y un solazo que ya no recordábamos... pero llegando a Pto Mardon decidimos parar para disfrutar fondeados de la tarde.
En el fondeo, al oeste del canal, está protegido por una serie de islas y el agua en la ensenada estaba como un plato. Pto Mardon tiene un acceso complicado, lleno de rocas que casi velan, con un calado de 2'5m máximo, pero antes está la bahía Welcome que ofrece varios rincones. Elegimos uno que usan los pescadores (52°09,4S 073°42,2W) porque había ya cabos en los árboles que podíamos usar. La pared caía vertical, así que pudimos acercarnos hasta menos de tres metros y tomar el cabo con el bichero sin mayor complicación ¡qué lujo! Con el ancla, un solo cabo de popa... vimos la puesta de sol tomando un té en la cubierta.
Salimos muy temprano por la mañana (facilito, sin cabos que recoger) porque los días buenos para cruzar Magallanes no eran tantos y valía la pena aprovecharlos. Plan: llegar hasta la misma boca del Estrecho, aunque teníamos hasta tres fondeos previos por si el día se nos daba mal.
Pero no, seguía brillando ese sol que hace que Patagonia sea lo más bonito del mundo, con un viento del norte que nos dejaba navegar con toda la vela arriba, vaya, una navegación de esas de anuncio de cerveza!
El canal Smyth es sinuoso, hay en su trayecto muchísimas islas e islotes, todo encajado entre altas montañas nevadas.
Hay muchas boyas de señalización de pasos (tantas que dirían que las tenían rebajadas) y luces de tráfico, todo bien indicado.
Hay un paso angosto (el paso Summer) y en uno de los recobecos se aparece un mercante panza arriba recordando a los demás que siempre hay que estar atento, a la carta, a la sonda, a todo!
Íbamos tan y tan bien que hablamos con el cabo Farway para ver si podíamos pasar la noche con ellos. La señora del faro estaba felicísima de tener compañía y nos dijo que desde luego nos esperaban, nos pusimos a hacer un pastel a toda prisa para no llegar con las manos vacías y a las 17h estábamos intentando amarrar en el Faro... pero no pudo ser.
No había demasiado viento pero no hay muelle ni nada parecido, apenas unas ruedas de camión contra una pared de piedra irregular... vimos al farero, oímos a los niños gritar... pero tuvimos que regresar 4 millas para encontrar abrigo en Puerto Profundo (y comernos toda la tarta nosotros solos). Desde el faro nos comentaron que hay otro velero por la zona, de Nueva Zelanda, pero que le habían perdido la pista desde hacía unos días; según su hoja de ruta deberían estar cruzando el Estrecho el mismo día que nosotros, pero están “missing”.
Llegamos a Profundo y el mar estaba como un espejo,
hay una boya de la armada raramente se puede usar -por el viento que acostumbra a soplar en la zona abierta en que se encuentra- pero no soplaba una brizna de viento así pasamos la noche amarrados a la boya (52°41,1S 073°45,7W) lo que nos permitía partir antes de la salida del sol (no solo sin cabos, esta vez hasta sin ancla).
Queríamos adelantar todo lo posible aprovechando la inusitada bonanza que nos regalaba el clima. En el paso de la isla Tamar (que da entrada al estrecho de Magallanes) calificado por las guías como uno de los puntos que pueden ser más complicados en el viaje a Patagonia, las olas no superaban el medio metro (los amigos del Galactic hace un mes tuvieron que esperar una semana para que el viento bajara de los 40 nudos y desde el fondeo podían ver el canal con olas de hasta 8 metros), el viento era a nuestro favor y podíamos usar las velas para acompañar el motor. Se avecinaban unos días con viento del E y hay pocos fondeos son protegidos para ese cuadrante, teníamos que apuntar bien.
En el trayecto nos llamaron del Faro Farway, del Faro Felix... todos deseándonos buena ruta y preguntando por el velero de Nueva Zelanda. La armada es muy “quisquillosa” con los reportes de posición, nosotros lo pasamos cada día por mail, es un poco pesado pero si te pasa algo con este clima es un lujo que te puedan ayudar sin demora, para nosotros la ventaja en más que el inconveniente, nos parece un buen sistema. Los neozelandeses seguro están escondidos en algún fondeo (en Quellón coincidimos con un velero al que buscaban activamente durante un par de semanas y estaba bien, simplentente no estaba por la labor de reportar)... pero llevan 5 días sin dar señales, estamos alertas.
A las 15h decidimos que Mostyn (53°15,4S 073°22,2W) era una buena opción, es un fondeo que se adentra 4 millas en un fiordo (mucho camino “perdido”) pero hasta tres veleros nos habían dicho que era su fondeo favorito. La entrada es absolutamente espectacular. Las vistas de las que te dejan sin aliento, el mar plano duplicando las montañas.
Yo ya andaba con el gusanillo de amarrar. Llevaba muchos fondeos haciéndolo genial, a veces en condiciones complicadas, pero la última experiencia en Jaime me había dejado tocada.
Llegamos al recodo donde íbamos a quedarnos -resguardado, precioso-; la pared donde íbamos a poner la proa era absolutamente vertical, pudimos llegar casi a tocar tierra con el ancla, sin mayor problema pasamos un cabo por una buena rama de un árbol. OK. No íbamos a necesitar el ancla
Cogí el dingy y remé a popa donde habían los árboles más grandes que hayamos encontrado hasta ahora. Elegí uno fácil, gigante e hice un buen nudo. OK, estaba recuperando mi autoestima.
Pero quedaba un tercer cabo que asegurar en proa de donde esperábamos el mayor viento. Y esa sí es una larga historia.
1 comentario:
Quedo a la espera de la larga historia.
Gracias por el relato.
Un abrazo
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