viernes, 22 de junio de 2012

Puerto la Cruz. Venezuela

Dejar atrás Blanquilla fue duro porque el sitio era de esos que te roban el alma, pero viajar es ir hacia adelante, descubriendo nuevos lugares -para poder redescubrirlos algún día- y calculando las millas que teníamos por delante y para llegar a nuestro nuevo destino con la luz del día, levantamos el ancla a las 15.00h., teníamos que navegar 100 millas y si calculábamos 5 de media la previsión era llegar a las 11.00h de la mañana del día siguiete y si íbamos más rápido no había problema porque por acá a las 05.30h ya hay luz del día.

La navegación la hicimos nuevamente acompañados del Cibeles, ellos esta vez un poquito por delante, de nuevo con las luces de navegación encendidas y comunicando por la VHF; la única prevención extra por el tema de la inseguridad fue darle unas millas extras de margen a Isla Margarita (tiene fama de ser de lo peorcito en esta materia) para ir más tranquilos.

A media noche el viento subió y rizamos la vela, al rato bajó bastante y quitamos el rizo y así, tres horas velando el uno y tres velando el otro, a las 08.00h de la mañana ya estábamos en la bahía en la que se encuentra Puerto la Cruz y la marina de Bahía Redonda a donde nos dirigíamos.

Con el Cibeles abriéndonos camino, a las 09.00h ya estábamos amarrados y preparados para tomar un desayuno en condiciones... e ir a dormir un ratito.

Por la tarde empezamos a movernos por el entorno en el que teníamos previsto pasar unos 10 días.

Lo primero que nos dijo todo el mundo -hasta la saciedad- fue que tuviéramos cuidado; tanto así que por primera vez y sin que sirva de precedente estoy escribiendo una entrada del blog sin fotos porque no nos atrevimos a sacar la cámara por si nos la robaban!

Maribel y Julio habían estado ya con anterioridad en Puerto la Cruz y tenerlos como cicerones fue un lujo.

Lo primero fue formalizar nuestra estancia en el país; amigos conocedores de la zona nos habían avisado que la forma fácil -y puede que única, no nos quedó muy claro- es mediante un agente. Por los trámites de entrada en el país y el trabajo de gestionarlo nos cobraron 900 bolívares; por los de salida 600 bolívares más. ¿a cómo está el cambio del bolívar? Buena pregunta ¡bienvenidos a Venezuela!; si vas al banco por un dólar te dan alrededor de 4'5/5 bolívares, pero hay un mercado negro muy activo en el que puedes conseguir un cambio de 1 dólar por 9'2 bolívares; nosotros cambiamos con nuestro agente (que servía para todo) por 8'4. En resumen, el papeleo nos salió por unos 180 dólares.

El precio de la marina.. también un poco flexible; dejamos que el agente lo negociara y pagamos finalmente 1600 bolivares (190 dólares) por 16 días.

Para ir a pasear por la ciudad tomábamos un “coche por puesto” que son coches que hacen una ruta establecida (a lo largo de ella te puedes subir y bajar en cualquier punto) y que llevan hasta cinco pasajeros más el chófer. Penita no poder compartir fotos porque había coches para ponerlos en un museo: en el primero que nos subimos las puertas eran el metal directamente, tenía una bombilla de casa pegada con cinta adhesiva en el techo y los relojes de cuentakilómetros, combustible, etc. los tenía hechos con cartón y pegados con cinta ¡pero funcionaba fenomenal!

Visitamos el mercado de frutas, pescado y carne (una experiencia no diría yo que recomendable pero sin duda especial) y después fuimos a pasear por las calles comerciales atestadas de gente.

Al día siguiente la excursión con Maribel fue al super, no especialmente bien surtido pero con precios interesantes (por lo menos para nosotros que podíamos darnos el lujo de cambiar en el mercado negro).

Hablando de compras nuestro objetivo principal de visitar Venezuela era hacer compras por buenos precios. La primera y fundamental el diesel. Procuramos llegar con los tanques bastante vacíos para llenarlos aquí. Pasamos frente a una gasolinera y el precio del litro de diesel era de 0'07bolívares (tengo que hacer los cálculos para 100 litros que me cuesta trabajar con decimales: 100 litros = 7 bolívares = 0,8 dólares) peeeero ¡estamos en Venezuela! No dejan que los extranjeros compren combustible; está claramente subvencionado y el precio es sólo válido para los nacionales (cosa que no nos parece mal); en la gasolinera de la marina nos pedían 1 dólar por litro (y esto ya no nos parecía tan bien porque la diferencia es abismal); peeeeeeero ¡no nos olvidemos que estamos en Venezuela! Si contactas con alguien que conozca a alguien con coche (hay taxistas especializados en la materia) le das tus tanques de gasoil y te los devuelve llenos. Repites la operación hasta que el tanque grande esté lleno y listos ¿precio? Pagamos unos 40 dólares por 350 litros de diesel. En Martinica nos habría costado 462 euros.

La otra compra importante que teníamos pendiente era una bombona de gas de las grandes (12 litros) de poliéster (poco peso y no se oxidan) por la que nos venían pidiendo entre 300 y 450 dólares y que según nuestros informadores podíamos comprar aquí por unos ¡35 euros!

Como todo desde que llegamos... a ritmo del país. Fuimos a la zona en que hay casas que se encargan de cambiar bombonas de gas vacías por otras llenas y nos dijeron que la compra de una botella nueva era difícil por no decir imposible, que no se conseguían. Al tercer intento un muchachito de unos 13 años nos dice que no tiene en ese momento pero que si vamos unas horas más tarde nos consigue una por unos 350 bolívares. La verdad es que como 3 adultos nos habían dicho que no era posible no dimos mucho crédito al chiquillo.

Dos días más tarde Johan regresó a ver si había más suerte ¡y el niño tenía nuestra botella!; según nos informó su vecina el jovencito era el dueño del negocio ¡lo que hay que ver!

Siguiente paso: conseguir un grifo de entrada/salida/recarga del gas modelo americano (parece ser que el modelo venezolano es difícil de rellenar de aquí en adelante). La cosa nos llevó unos tres días, muchos paseos -una buena forma de hacerse con la ciudad-, mucho ir de aquí para allá. Pero finalmente lo conseguimos!!!! (total del material, unos 36 euros)

Último paso: rellenar la botella. Tres viajes, seis autobuses... y conseguido (precio de la recarga 0'5 euros).

Buff. En la marina hacía tanto calor que se derretían los obenques y había tantos mosquitos que pensábamos que nos iban a comer y no iban a quedar ni los huesos. Pero estábamos cumpliendo objetivos.

Para rematar, el tener la manguera de agua dulce disponible nos permitió limpiar y endulzar bien el barco y dejar limpio hasta lo últimito de las coladas pendientes!

Además Maribel (32 años navegando) me enseñó a hacer conservas de carne (yo solo había probado con las de atún) y en previsión de que en San Blas será difícil abastecernos de comida (esperamos estar días y días perdidos en islas en las que sólo haya cocoteros) cociné y envasé en conserva unos 6 kg de carne...

Y entre esto y aquello fuímos recibiendo mails de gente que quería venir unos días con nosotros. Venezuela y su fama de insegura no parecía un destino muy apetecible para la mayoría y San Blas era el lugar de veraneo más deseado.

Nuestra aventura se nutre y sigue viva porque la gente nos viene a ver y disfrutando de unos días increíbles infla de viento nuestras velas.

Así que si la gente quería ir a San Blas ¿adónde íbamos a ir???

Modificamos levemente los planes, planificamos una pasada más rápida de lo deseable y de lo previsto por las islas venezolanas, dejamos los planes de visitar Colombia para más adelante... y nos organizamos para poder llegar a San Blas a principios de julio.

El próximo capítulo de esta historia será la primera parte de nuestra “Venezuela express”, no os lo perdáis porque hemos estado en alguno de los sitios más bonitos desde que dejamos atrás el Mediterráneo.

viernes, 8 de junio de 2012

Ya estamos en Venezuela! Blanquilla



Después de comprobar la meteo, llenar las sentinas con un montón de comida perdurable (el supermercado de Le Marin es el más accesible y para nuestro gusto mejor surtido que hemos en todo el Caribe) y tras estudiar la meteo elegimos fecha para salir rumbo a Blanquilla ya en Venezuela.

En nuestros cálculos también intentamos que el cumple de Johan lo pasáramos en una playa paradisíaca, pero una cosa es pensar y otra hacer.

Julio y Maribel -de un velero amigo con los que compartimos navegación y fondeo desde hace semanas- querían salir un día más tarde y puesto que las costas venezolanas tienen muy mala fama a causa de la piratería, preferimos ir acompañados aunque nos tocara soplar las velas en ruta.

El 17 de mayo dejábamos atrás las islas del Caribe este para irnos a nuestro destino del verano; unas 48 horas por delante, otra vez guardias nocturnas, cocinar con el barco escorado...

Estuvimos discutiendo si era necesario navegar con sin las luces de navegación al acercarnos a Venezuela, si era seguro utilizar la radio... finalmente decidimos que lo de las luces cada cual sobre la marcha y que cuando estuviéramos cerca de tierra nos podíamos comunicar por la BLU.

Ya he comentado alguna vez que nos gusta navegar juntos pero no apretados... o sea, que salimos con apenas unos minutos de diferencia pero no tomamos exactamente el mismo rumbo (cada velero aparejó las velas a su manera y nos separamos poco a poco unas millas) y aunque nos tuvimos dentro del campo visual por un buen rato acabamos por perdernos de vista aunque nunca estuvimos a más de 6 millas de distancia.

La navegación tuvo sus ratitos de chubasco y mucho viento y de viento sin más, pero fue posible hacer todo el camino a vela. Volvimos a poner a trabajar a nuestro tangonino que no había hecho acto de presencia desde el cruce del Atlántico, que si orejas de burro, que si toda la vela a una banda, que si rizo que si subo... llegó el cumple de Johan (le regalé una hora de sueño en su guardia, original sí es el regalo) y un poquito más tarde llegó Blanquilla.

Han sido 275 millas en las que no nos hemos cruzado con demasiado tráfico (varios mercantes ya próximos al destino), que hemos navegado con las luces de señalización siempre encendidas y lo único especial fue sustituir la VHF por la BLU en las últimas millas.

No decimos que la zona no sea peligrosa, decimos que nuestro viaje ha sido tranquilo.

Y poco después de las 12 del día 19... ¡tierra a la vista!


Blanquilla (de playas de arena blanca, sin más población estable que el destacamento de la guardia costera de la isla) es una parada lógica en el camino hacia el continente, pero no se pueden hacer los papeles de entrada en el país (es un trámite que debíamos realizar en Pto la Cruz) de modo que no hay mucho más remedio que visitarla "de ilegales"

Otros veleros que habían hecho este recorrido antes que nosotros nos habían recomendado llevar algún "regalito" para los guardias -como medio de ganarnos su comprensión, supongo- de modo que habíamos comprado alguna botella de ron, galletas, chocolate...

Fondeamos frente a la playa de Yake (en las guías la señalan con el distintivo de dos palmeras, que es todo lo que hay) y ya bien situados nos dedicamos... a mirar con la boca abierta


Después de la comida y la siesta de rigor después de dos noches de hacer guardias y mal dormir, yo no pude esperar más y me lancé al agua con mi equipo de snorkel... ¡quien me ha visto y quien me ve! yo que no era nada aficionada a los bañitos desde que le saco partido a las gafas de buceo no me canso de mirar y mirar.

Me encontré con un banco de peces minúculos: cientos, miles o millones de ellos; nadaban a mi alrededor en grupo, haciendo figuras, separándose en estampida cuando algo los asustaba, volviendo a formar un grupo compacto, y yo en el centro. La única forma que tengo de explicar lo que vi y lo que sentí en medio de aquellos peces me pareció que millones de serpentinas se disparaban y yo estaba en el centro, que un castillo de fuegos artificiales rompía entorno a mi... fue increíble.

Más tarde nos fuimos a pasear por tierra los cuatro y a disfrutar de un entorno que no puedo describir y prefiero compartir en forma de imágenes




En el interior de la isla hay muchos burritos (nosotros solo vimos uno) y es posible ir andando de un sitio a otro pero lo cierto es que los caminos son bastante impracticables y te puedes dejar las piernas llenas de arañazos.

Justo donde dejamos la auxiliar arranca un caminito que lleva a un pozo de agua dulce donde aprovecharon para darse una duchita


Al caer la tarde estuvimos charlando con unos marineros (hay muchas barcas que vienen a pescar desde Margarita, desde el continente, faenan por unos días y regresan con las capturas o las venden aquí mismo a otro barco que se conoce como el hielero porque tiene las bodegas llenas de hielo: compra a los que faenan en la isla y se lleva las capturas al mercado). Algunos pescadores tienen algún tipo de casita en la que pernoctar pero otros duermen al raso y en ningún caso constituyen población fija de la isla.

Entre charla y conversación nos dio la tarde.


Y con la caída del sol, recogimos nuestros pasos y volvimos a nuestros veleros a pasar una noche tranquila en un fondeo excepcional


Al amanecer del siguiente día quisimos ir a otra bahía algo más al norte que cuando llegamos estaba ocupada -a penas hay espacio para dos veleros- pero otro navegante se nos había adelantado y nos quedamos en Yaque a pasar otro día cuando al rato apareció otro velero... ¡los Piropo! Sandra y Dani -a quienes conocimos en Tobago Cays y con los que habíamos estado en contacto por internet, nos habían dado alcance!!

Los tres juntos volvimos a ir de expedición.



¿en un sitio así no hace falta que pasen muchas cosas para que sin sentir se te pasen los días, verdad?







A veces mirar es el mejor regalos, simplemente por eso, por tener los ojos abiertos


Finalmente y ante la insistencia de Julio, conseguimos fondear en la cala del Americano, haciendo un esfuercito fuimos capaces de meter los tres barcos en el pequeño espacio. El entorno, de nuevo increíble...


En ningún momento nos vino a visitar la guardia costera (unos días más tarde el Piropo si los recibió a bordo sin mayores complicaciones, ellos también entienden que es un sitio de paso y que la mayoría llega ahí sin papeles) ni nos molestó ningún pescador. Han sido unos días estupendos pero la ruta debía continuar, así que levantamos el ancla una mañanita de mayo y pusimos rumbo a Pto la Cruz desde donde os escribo este post.

O sea, que por una vez y sin que sirva de precedente ¡el blog está al día!

Primero más al norte y rumbo al sur.

Os escribo desde Venezuela... no sé si he tardado tanto en escribir este capítulo porque el tiempo que llevamos amarrados en la marina se nos ha ido trabajando como burritos o porque lo que toca contar siguiendo el orden cronológico no pasará a formar parte de mis momentos favoritos en el Caribe...si a eso le sumamos que se nos acaba de romper irremediablemente y me he quedado prácticamente sin fotos de este tramo de nuestra ruta grrrr

Sea como sea, he dejado pasar demasiados días (por eso hoy toca ración doble) y no sólo hay que contar lo bueno...

En fin. Que nos quedamos en Barbuda y Antigua -ya sabéis, junto a Grenada mis sitios más favoritos- y desde ahí pusimos rumbo a Saint Marteen.

Esta isla tiene la peculiaridad de que está dividida en dos partes y la mitad es holandesa (y se puede pagar en florines aunque la moneda de uso común es el dólar) y la otra mitad francesa (y por lo tanto se habla francés y se paga con euros)

Si estás en la mitad francesa y quieres unos dólares para cuando viajes a Venezuela, tienes que coger un bus a la parte holandesa, porque los cajeros automáticos de la parte francesa dan euros... eso sí, en la parte francesa había buenos croissants.

Tras nuestra primera noche en ruta desde hacía mucho tiempo, fondeamos en la parte holandesa, justo junto al aeropuerto. Los aviones despegan de forma incesante todo el día y el ruído es un poco ensordecedor pero el fondeo está bien y ahí esperábamos a nuestros amigos Maribel y Julio.

En nuestra primera incursión a tierra encontramos un super y por un litro de leche nos pedían 4 dólares...

Entre el ruído, que en esta parte cobran por estar fondeado y demás, decidimos pasar a Marigot Bay en la parte francesa; por lo menos al llegar nos recibieron unas aguas preciosas, cristalinas y miles de estrellas de mar en el fondo.



Aquí recibimos a Edith que nos venía a ver desde Holanda. Johan fue a buscarla al aeropuerto y de regreso el motor fueraborda dijo "basta" y tardaron muchísimo en llegar... remolcados por un alma caritativa que se los había encontrado remando en mitad de la nada.

Durante dos días el motor fue el protagonista; Johan desmontó todo lo desmontable, limpió, sustituyo, volvió a limpiar... al final resultó se un bloqueo en no sé que filtro y con un buen soplido todo volvió a su sitio.

Nuestros planes eran llegar hasta las islas Vírgenes británicas que tienen fama de ser preciosas, pero el viento brillaba por su ausencia o soplaba en contra y hacer casi 100 millas a motor no nos motivaba mucho, así que haciendo nuestra la frase de "donde nos lleve el viento", pusimos nuestra mirada en las islas que nos quedaban al sur: St. Barth, St. Kits...

Edith se quedó un poco desilusionada (como nosotros) pero lo que queríamos todos era ver las velas impulsadas por el viento, así que nos fuimos a St. Barth a donde llegamos tras pasar una noche en la isla de Le Fourche donde hay boyas gratuitas y si bien no es la mejor bahía que hemos visitado es tranquila y ofrece muy buen resguardo.



Al día siguiente fuimos a fondear frente a la capital para hacer los papeles de entrada. Había muchos pero que muchos barcos impresionantes (vimos un barco a motor que llevaba sobre su popa... ¡un velero!) mucha gente guapa. Los precios de las tiendas muy a tono con el glamour del fondeo

Y a pesar de todo a unos metros de donde dejamos caer el ancla había un rinconcito donde hacer snorkel y que me regaló uno de los mejores ratos de gafas y tubo de la temporada; había una cueva preciosa, con unos colores imposibles, un montón de peces de colores, y es que donde menos te lo esperas te puede sorprender algo especial.

Desde ahí remontamos de nuevo unas tres millas para fondear en Anse Colombier, de nuevo con boyas gratuitas, sin duda mi sitio favorito de este tramo de nuestra travesía: sin nada especial (aguas cristalinas, alguna tortuga merodeando, una playa con una palmera simbólica) pero que transmitía una tranquilidad de esas que invitan a quedarse una semana...


Siguiente parada St. Kits: 8 horas de navegación a vela, tranquila ¡y con pesca! hasta tres piezas picaron el anzuelo y nos aseguraron la comida fresca de la semana.



St. Kits nos sorprendió -especialmente porque aún teníamos las imágenes de Barbuda muy presentes- por su paisaje verde, sin palmeras pero sin jungla, un poco "europeo" nada de lo que se espera uno cuando piensa en el Caribe, bonito en cualquier caso.



La isla recibe cada día uno, dos o hasta tres megacruceros y como la gente va a lo que va (y parece que a lo que se va es a comprar sin impuestos) han construido una "ciudad" de tiendas para los cruceristas; cada mañana desembarcan, abarrotan los comercios (ropa, joyas, perfumes, tabaco) y los pocos que deciden visitar la ciudad auténtica -o sea, donde vive la gente- se encuentran con señales de tráfico que indican "al barco"...

Dejamos el bullicio para pasar una noche tranquila en un fondeo al sur de la isla



y regresamos a St. Marteen esta vez para visitar una cala al norte de Marigot que nos ofreció la cara más amable de una isla que si algún día fue bonita a nosotros nos pareció que la han destrozado con construcciones poco atractivas dejando a penas unos rinconcitos como Gran Case en los que disfrutar de unos días de relax con buenas vistas...







Ya en las últimas travesías con Edith habíamos oído que algo no iba del todo bien en el motor. Una pieza de la conexión flexible entre el motor y el eje se había roto y era urgente cambiarla, no podíamos seguir sin ella a riesgo de provocar otra avería más grave, de modo que nos pusimos a buscar por internet como conseguir el repuesto.

Nos pusimos en contacto con el fabricante para preguntar si había algún distribuidor cerca de donde estábamos y con dos o tres empresas que lo comercializan para ver la forma de hacerlo llegar a St. Marteen.

Para nuestra sorpresa el fabricante nos dijo que nos regalaban la pieza (albrícias, nos ahorrábamos 300 euros!!!) y nosotros nos hacíamos cargo de los gastos de envío (horror... 320 euros de la mensajería)

Y el ritmo caribeño se impuso

Y la pieza no llegaba ni hoy ni mañana ni pasado

Y nosotros queríamos iniciar la ruta al sur y la pieza sin aparecer

Sin noticias de la pieza...

Nos sentíamos un poco paralizados, estancados e impotentes... tanto así que cuando por fin llegó la pieza no nos dio tiempo ni a pensar en hacer cuatro compras para las travesías que nos esperaban, ni a llenar con el gasoil más barato de la zona... Antonio y Bibi, nuestros amigos del Bellatríx estaban en Guadalupe iniciando su travesía hacia las Azores, si salíamos ya podíamos despedirnos de ellos así que ¡zarpamos!

Primer día hasta el sur de St. Kits donde llegamos a las 4 de la madrugada (menos mal que conocíamos el fondeo) tras 64 millas

La siguiente etapa nos llevó a Guadalupe. Fueron 87 millas, las primeras luchando contra viento y corriente para ganar el barlovento de Montserrat y poder ir a vela; la noche -casi toda los dos en vela- con un viento fuerte y racheado que nos obligó a coger algún rato hasta el tercer rizo... pero llegamos a la cita.

Después todo fue ir haciendo sur para llegar al destino final (Le Marin en Martinica) donde queríamos aprovisionarnos para la siguiente etapa.

Días de navegar toda la jornada para llegar al fondeo a dormir, casi todas las navegaciones a vela pero no siempre cómodas y por fin de nuevo Le Marin, de nuevo las tiendas náuticas para hacer las últimas compras, el Leader Price para llenar la nevera, la tienda de pesca para renovar anzuelos y señuelos...

Una etapa ha llegado a su fin y en el horizonte Venezuela, pero sobre todo San Blas llena ya nuestros pensamientos...