sábado, 27 de diciembre de 2008

Cronicas desde Tunez. Bulla Regia

Si queréis saber cómo pasan nuestros días, lo cierto es que seguimos trabajando en los interiores del barco que no están todavía terminados. En ese aspecto, las cosas no han cambiado demasiado con respecto a nuestra vida en Valencia... no demasiado; pero ahora escuchamos la llamada a la oración cinco veces al día, comemos dulces árabes, kebbabs, paseamos por callejuelas llenas de gentes distintas y olores nuevos, oímos hablar un idioma que no entendemos, tenemos que esforzarnos para comunicarnos, y tenemos nuevos lugares que descubrir.

De vez en cuando hacemos alguna excursión por los alrededores.

Hace algunas semanas acordamos con nuestros vecinos del puerto, Graham y Margaret, visitar las ruinas de Bulla Regia. Debíamos coger un autobús que iba a Jendouba y antes de llegar cambiar por otro, o una vez llegados allí tomar un taxi.

Llegamos a la parada del autobús a las 9,15h. El autobús había salido a las 9h y faltaba mucho para el siguiente. Plan B: viajaríamos en louage.

Ya comenté que se trata de una pequeña furgoneta con 8 plazas que sale en cuando está llena. Son blancas con una franja de color que varía según la zona a la que se dirigen. El autobús costaba 3 dinares; el louage nos cobró 4 por el mismo viaje pero sin paradas. Esta semana el cambio del dinnar es de 0,55 dinnares por euro.

En el camino hacia Jendouba se encuentra la ciudad de Ain Draham, enclavada en una zona completamente verde. De repente piensas que te has equivocado de país y que realmente no estás en el norte África, que lo que se ve por la ventana es más bien algo como Asturias. Otro vecino de pantalán nos había explicado que él va a menudo a esa zona a coger setas. Un país de contrastes.

Llegamos a Jendouba y un taxi nos lleva hasta las ruinas por 5 dinnares (el taxista que nos llevó de regreso a la ciudad nos dijo ofendido que nos había estafado: la carrera tiene un precio estipulado de 3,80). Es un día laborable, lluvioso y no se ve nadie por la zona. 4 dinnares de entrada y 1 por la cámara de fotos.

Empezamos a andar por una amplia extensión en la que se adivinan aquí y allá diversas construcciones; hacemos bromas entre nosotros –tengo que mejorar mi inglés urgentemente- y en un momento dado Graham dice que por fin estamos en un sitio que no debe ser demasiado turístico: no se ve ni un japonés por la zona.

No han pasado ni dos minutos cuando de detrás de una pequeña colina emerge un grupo de unos 40 japoneses, en su mayoría mujeres, armados con las consiguientes cámaras de fotos siguiendo a un guía... a veces es mejor estar callado. Siguen las risas.

Poco después y salida de la nada más absoluta aparece una guía locas que asegura hablar un montón de idomas, que habla muy rápido y de la que resulta imposible deshacernos: acabamos de “contratar” una visita comentada.

Las ruinas son realmente espectaculares por la cantidad de viviendas y otros edificios que se conservan, pero lo que realmente llama la atención son los mosaicos: muchos, mejor y peor conservados, de la época romana, de la época bizantina ¡y completamente expuestos al clima y a los turistas!!!!. Ningún tipo de protección. La lluvia ya ha hecho estragos en alguno de ellos. Se pueden pisar sin problemas... una pena.

La visita ha durado un par de horas y lo hemos pasado fenomenal.

La vuelta a casa se hace complicada porque el día siguiente es la gran fiesta del cordero y todo el mundo se pelea por una plaza en un louage para volver a sus lugares de origen... algunos con el cordero puesto y debidamente instalado en el techo de la furgoneta!!!!

Finalmente conseguimos transporte y volvemos a casa.


En las ruinas hemos encontrado plantas de menta. Hemos cogido unas pocas y ya tenemos la excusa perfecta para seguir con la fiesta. Por la noche: mojitos en el Alea!!!!!!!!!

Es cierto que otros días se nos van las horas con la lija y el barniz, pero también nos sabemos regalar días con encanto.


Besos tunecinos




























lunes, 15 de diciembre de 2008

Cronicas desdeTunez.Tabarka 1

Hemos salido de puerto con un montón de libros a bordo. Muchas novelas que he ido comprando o coleccionando en los últimos meses, libros de esos que guardas siempre esperando tener tiempo para enfrascarte en su lectura.
También llevamos libros sobre otros navegantes, esos que no faltan en ningún velero.
No nos hemos olvidado de los libros sobre el manejo del sextante y los de las tablas correspondientes para poder hacer los cálculos necesarios.
Llevamos tres libros sobre los puertos y fondeaderos que nos iremos encontrando por el Mediterráneo.
Parecemos una biblioteca flotante.
Pero no llevamos guías de los países que vamos a visitar.

Supongo que porque es imposible tener todas las guías; porque son caras, porque confiamos en internet o simplemente porque nos gusta ir descubriendo las cosas según nos las encontramos, con el riesgo de perdernos algo imprescindible y la posibilidad de descubrir algún rincón inolvidable de esos que no aparecen en los libros.

Así hemos llegado a Tabarka de la que no puedo contaros eso que encontraríamos en una guía, pero de la que puedo explicaros unas cuantas cosas.





Está a 6 millas de la frontera con Argelia y es un pueblo no demasiado grande.
Claramente enfocado al turismo –hoteles, restaurantes, tiendas de souvenirs- ahora parece un pueblo a medias, sin más gentes que las autóctonas –que llenan los bares pero apenas los resturantes el fin de semana- y algunos navegantes dispuestos a pasar todo o parte del invierno.

Es agradable pasear por sus calles bulliciosas, comprar frutas en el mercado, subir a la fortaleza que dejaron aquí una familia de genoveses hace un par de siglos cuando algún rey les concedió el derecho de explotación pesquera de la zona o sencillamente sentarse en una terraza a tomarse un té verde siempre con el olor de alguna pipa de agua impregnando el ambiente.

Tiene largas playas ahora vacías, un paseo junto al antiguo puerto, que por haber sido construido en un lugar equivocado, pronto se llenó de arena y quedó inservible, pero que ahora sirve para dar cobijo a muchas parejas que buscan un rinconcito lejos del pueblo en el que pasar la tarde del domingo.

La vida en las calles es... una sorpresa

Yo visité Túnez hace ya un tiempo en uno de esos viajes convencionales –cuatro días de complejo hotelero en la playa todo incluido y semanita de 4x4 en el desierto- y la imagen que yo tenía no se corresponde con lo que ahora veo.

Posiblemente han pasado unos años y las cosas van cambiando. Posiblemente lo que yo vi no era Túnez de verdad.
En cualquier caso es normal ver mujeres por la calle. Algunas visten todavía de una manera tradicional y cubren su cabeza, otras podrían confundirse con cualquier estudiante española que va a la universidad. Muchas veces puedes cruzarte con un grupo de tres amigas: una con chador, otra con vaqueros y un suéter y otra supermoderna de la muerte, cogidas del brazo y riéndose por cualquier cosa!!!!!




Todo el mundo usa el móvil a todas horas y sólo entonces alzan la voz, por lo demás su tono es pausado y tranquilo.
Hay muchos hombres por las calles, muchos más que mujeres y no alcanzamos a descubrir si son jubilados, desempleados o qué. Pasean y se reúnen en bares donde beben café y juegan a las cartas o ven la tele; hay un bar cerca del puerto que siempre está lleno a rebosar de jóvenes que ven partidos de fútbol.




No les resulta extraño vernos pasear a diario por las calles, deben estar acostumbrados a los extranjeros y nunca han mirado raro que yo pasee sola si voy a internet o a comprar el pan; ni se asombran si paseamos de la mano o nos mostramos afecto en público, todo es terriblemente normal.

Cerca de donde estamos hay una zona deportiva al aire libre donde practicar futbito, baloncesto, tenis e incluso monopatín; al atardecer se llena de chicos y los fines de semana hay competiciones. Siempre hay vida en la calle.

Tambien hay una tienda en la que venden alcohol. El fin de semana los chicos hacen cola con el coche aparcado en la puerta: Parece que aqui tambien se lleva el botellon.

El idioma de comunicación entre ellos ya no es el francés aunque la mayoría de ellos lo hablan más o menos –o sea, como yo, bueno, supongo que algo mejor- y en el puerto el capitán o contramaestre (no hemos descubierto qué es pero es el que manda entre los veleros que por aquí andamos, Sharif, que a mí me parece el sheriff del lugar) habla un inglés muy correcto y está siempre atento a nuestras necesidades.

En el puerto disponemos de duchas pero en el pueblo hay tres hamanes, Johan se aventuró a ir a uno de ellos con Graham, nuestro vecino que viaja junto a Margaret en el Christina Lee, un Colvic Victor de 40 pies... otro ratito os cuento la experiencia.



Desde Tabarka salen a diario autobuses que comunican con Túnez, Bizerte, Jendouva y otro par de ciudades. Tienen unos servicios muy poco frecuentes pero hemos descubierto que es igual de económico viajar en louages, pequeñas furgonetas para 8 pasajeros que por apenas unos céntimos más que el autobús salen a cualquier hora del día, en cuanto ocupan sus 8 asientos.
Nosotros de momento hemos visitado unas ruinas romanas a un par de horas de camino, también merecen un capítulo a parte.

Llegamos para estar una semana y vamos a quedarnos un mes más o menos porque no venden botellas de campingás así que –supongo- nos iremos cuando se nos acabe el combustible de la cocina... un motivo como otro cualquiera para marcar el ritmo de nuestro avance.



Pero parece que hemos vuelto a encontrar las fuerzas para seguir con la restauración de los interiores del velero en los que aun falta algo de trabajo y este es un sitio ideal.
Seguimos descubriendo rincones...

jueves, 11 de diciembre de 2008

Mi primera guardia

Mi primera guardia a bordo del Alea

Días antes de partir me dediqué a preguntar a cualquiera con quien me cruzara y tuviera cara de haber navegado, qué tal había sido su primera guardia nocturna y qué recomendaciones podía darme.
No creo que miedo sea la palabra adecuada para mi estado de ánimo, pero sentía un respeto enorme a encontrarme sola delante de la rueda, tan escasa de conocimientos, controlando posibles paranoias...

La mayoría me tranquilizó y todos pidieron que relatara mi experiencia.
Apenas amarrar en Argelia intenté anotar mis sensaciones. Ahí va el relato:

NO RECUERDO NADA, NADA DE MI PRIMERA GUARDIA.

Los algo más de tres días –con sus noches- que duró la primera travesía se han convertido en una masa uniforme de recuerdos y sensaciones de la que me resulta difícil identificar con claridad un fragmento concreto.

Los dos últimos días el mar no bajaba de fuerza 7, no me apetecía estar en cubierta si no me tocaba guardia y abajo no me apetecía otra cosa que dormir: tengo la costumbre de desear dormir siempre que deseo escapar, de lo que no me gusta, de lo que no conozco y no puedo controlar.

Montones de cosas que no estaban debidamente estibadas empezaron a caer de todos sitios y pronto no podía verse el suelo.

Ponerme y quitarme el traje de agua resultaba tan pesado que al final dormía con él puesto.

Todavía no tenemos las lonas para las camas, dos golpes de mar me tiran al suelo arrancándome del sueño, sin mayores consecuencias.

No me mareo pero ni siquiera puedo pensar en comer. Tampoco me parece buena idea mirar las estrellas. Intento mantener la vista al frente, dejarme llevar por el movimiento del barco y así todo va bien. Ya aprenderé a disfrutar más adelante.


Alguna vez me he quedado inmóvil debajo de la manta pensando “si él no me ve moverme se olvidara de que estoy ahí y seguirá vigilante a la rueda sin llamarme”.
Alguna vez he oído un ruido brusco y he pensado que algo pasaba ahí afuera pero que si yo permanecía inmóvil ese algo desaparecería.

Un segundo después me he avergonzado y he saltado de la cama para pedir mi turno de guardia, para comprobar que el ruido no era importante o que ni siquiera había existido fuera de mis sueños... pero mi deseo de desaparecer y con él la vergüenza que me provoca, no se borran por ello.

Una vez soñé con total claridad que me preparaba para salir, chaleco, línea de vida, y entonces la voz de Johan me despertó y yo no conseguía entender que tuviera de nuevo que ponerme el chaleco, la línea de vida...

He intentado hacer mis guardias, desde la primera, con dignidad –aunque consciente que con un mar tan complicado poco podía hacer más allá de vigilar - pero tengo mucho camino que andar.

En cubierta intento tener sentimientos sublimes: sentirme insignificante ante la grandeza del mar que me rodea, sentir la magnitud de las olas, dimensión del cielo... pero sólo he conseguido pensar en no dormirme y para ello no encontraba mejor remedio que recitarme las tablas de multiplicar...

Las olas son importantes. A veces el barco escoraba tanto que la regala se sumergía unos centímetros.

“El barco está hecho para flotar, el barco está hecho para flotar”. No tengo miedo pero me aferro a mi letanía como quien reza hasta que el barco recupera su escora normal. Entonces me digo que es una lástima que no podamos fotografiar la estampa del velero vencido sobre un costado por la fuerza del viento, con su mayor apenas desplegada, con su saber navegar dócil y seguro. Vuelve otra ola a estribor. Todo se repite.

¿qué es normal??

Es mi primera navegación y no tengo con qué comparar. Lo normal es lo que está dentro de la media. Sin referentes no hay media. Sin media no hay normal. Sin normal no hay extraordinario. Este es mi primer mar, el único que conozco. Mi serenidad sólo se ve enturbiada por el sueño que no consigo que me abandone, un sueño que no es de cansancio sino de huida...

Compruebo el anemómetro. Fuerza 9. Repaso mis conocimientos teóricos: es mucho viento, mucho mar. Para mí, el mar que empiezo a conocer, el único.

Hay mucho tráfico. Procuro mantener el ángulo del viento acorde a las velas porque no me atrevo a hacer ajustes con las olas tan altas y las rachas de viento tan fuertes. Si hay que hacer algo tengo que avisar a Johan. Él agradece la prudencia. Yo me repito una y mil veces “tengo que aprender, tengo que aprender”.

El tiempo no mejora.
Pedimos refugio en Skikda, Argelia.
Atracamos en un puerto de mercantes, chiquitos como una anécdota.
Todo deja de moverse.
Estamos seguros.
Tras un baile de autoridades y burocracia todo se queda en silencio.
Es hora de dormir por fin en otro puerto, por fin instalados en el principio del resto de nuestra vida.

martes, 9 de diciembre de 2008

Valencia-Tunez

Tal vez noviembre no es el mejor mes para empezar una navegación por el Mediterráneo.
Quizá haya que probar el barco en navegaciones cortitas antes de iniciar una travesía.
Puede que sea conveniente dejar acabado hasta el último detalle antes de partir.
Es posible que las prisas no sean buenas consejeras.

Pero llevábamos 16 meses trabajando mil horas al día y teníamos unas ganas locas de probar el barco no en navegaciones de 2 millas sino con mar por delante, y es cierto que el interior necesita todavía de mucho trabajo, pero la parte de navegación –electrónica, velas, seguridad- estaba a punto, sólo faltaban elementos de estética y confort... y eso podía esperar.
No teníamos prisa –por eso esperamos un parte meteorológico favorable, que después no lo resultó tanto- pero si unas ansias locas de dar un paso más en el camino y navegar por fin.

Con todos estos ingredientes el día 21 de noviembre decidimos que el día siguiente era el día.




Saldríamos de Valencia con rumbo a las Baleares. Si surgía un problema inmediato, regresábamos al punto de salida; si el problema era algo más posterior, hacíamos una parada en Ibiza o en Formentera.

De ahí poníamos rumbo más o menos de 120 grados hasta situarnos a unas 40 millas de la costa norteafricana que nos daría cobijo de ser necesario.

La previsión de tiempo era a priori aceptable un primer día calmado, dos más con viento de entre 15 y 20 nudos y un último día tranquilo para llegar a puerto tunecino.

El primer día se cumplió el pronóstico y finalmente tuvimos que poner el motor por falta de viento. Superadas las Baleares la cosa empezaba a moverse y decidimos poner rumbo más directo al sur para estar más próximos a la costa. La segunda noche las rachas de viento ya eran de 30 nudos y navegábamos con los tres rizos de la mayor tomados y un poquito de génova, con el tormentín preparado por si fuera necesario... con el paso de las horas pusimos el motor con pocas revoluciones, pero echando una mano para mantener la estabilidad.




Por el camino nos hemos cruzado con montones y montones de mercantes, aquello parecía las Ramblas de Barcelona una noche de verano. No tengo idea de cómo será navegar sin AIS pero lo cierto es que el aparatito es fenomenal y en mis guardias de principiante me ha hecho sentir muy tranquila. A veces teníamos que comunicarnos por radio con algún barco para asegurarnos que nos había visto y que iba a variar su rumbo; sólo una vez tuvimos que maniobrar ante la prepotencia de un capitán que decidió que nos pasaba sin problema por la proa y que más bien nos habría pasado por la quilla... por lo demás todos se mostraron amables y simpáticos con el velerito que cruzaba su ruta.

Por radio nos comunicamos un barco, para pedirle información actualizada del tiempo. Nos dijo que se esperaban dos días con vientos de alrededor de 28 nudos y olas de 3 metros... El Alea seguía portándose de maravilla, Johan fenomenal y yo más o menos (o sea bien, pero con un sueño y un no saber hacer importantes... pero lo suficientemente bien para que Johan pudiera descansar lo necesario) de modo que ante mi total desacuerdo en entrar en un puerto argelino, seguimos adelante.


Antes de salir de España yo ya tenía cierta reticencia a entrar en Argelia. Un amigo argelino nos dijo que su país no era un buen lugar para hacer escalas, un vecino de pantalán que trabaja con Argelia nos habló fatal de la seguridad del país, no es un destino recomendable en las agencias de viaje, las noticias acostumbran a ser poco alentadoras... yo prefería seguir con aquel mar que era el primero que conocía y que por lo tanto no me parecía desmesurado por falta de otra cosa con la que compararlo.




Cuando más tarde otro barco nos dijo que se esperaba para los próximos dos días que se mantuviera el temporal de fuerza entre 7 y 9 que teníamos ya encima, Johan puso rumbo a una bahía protegida y solicitó por radio refugio en puerto. Nos contestaron desde Skikda y nos dirigieron hacia ellos.






Tras unas horas llegábamos a un puerto de mercantes, en el que nos estaban esperando. Atracamos junto a un muelle, rodeado de grandes barcos y en menos de 5 minutos ya teníamos a dos autoridades a bordo, comprobando pasaportes y papeles.




El barco está bastante desastradito –nos hemos traído material para acabar el trabajo a lo que hay que sumar los trastos que se fueron cayendo en la travesía- y ellos alucinaban un poco pero fueron en todo momento amables con nosotros.

Tras los dos representantes de la policía llegaron dos de inmigración, a los que siguieron dos de sanidad, más tarde dos de aduanas y dos más de la autoridad portuaria. Al día siguiente dos más, de no sabemos bien qué, que nos dieron la impresión de querer únicamente ver el velero que por aquellos lares no dejaba de ser una curiosidad flotante.

Puesto que no teníamos visado para Argelia, no hemos podido salir del puerto en los días que hemos estado allí, pero hemos paseado por el puerto y sobre todo descansado a la espera de una buena previsión meteorológica para concluir nuestra primera singladura.

El día en que llegamos y a pesar de que estábamos justo junto a una máquina que estaba haciendo un ruido infernal y que no pararía según nos dijeron hasta las 12 de la noche, nos acostamos a las 8 de la tarde y no abrimos los ojos hasta más de 12 horas después; al día siguiente volvimos a dormir unas 10 horas!!

En Skikda -aunque no teníamos visado para Argelia y en consecuencia no hemos podido salir del puerto- hemos recibido un trato amable de todos los que por el puerto se paseaban –trabajadores, marineros, autoridades- y hemos descansado, puesto algo de orden en el barco, leído, charlado... han sido unos días de tranquilidad que los cuerpos han agradecido.
No nos han cobrado nada por el tiempo que hemos estado ahí.

Únicamente hemos lamentado no poder conocer la ciudad que se levanta con unas casas estupendas sobre una montaña verde, de algunas de ellas nos dijeron que eran pequeños hoteles familiares, lo que significa que hay un turismo interior en el país algo que se aleja de la imagen que yo me había hecho en la cabeza, supongo que sigue sirviendo la máxima de que viajar te abre la mente!!

Comunicando por teléfono con amigos en España, conversando con el capitán de un carguero holandés que estaba por allí, consultando los partes meteorológicos de la torre de control, con los partes que nos ofrecía la gente del puerto, decidimos salir hacia Túnez la tarde del sábado: todos hablaban de vientos del sur casi todo el tiempo y con una velocidad de unos 15 a 20 nudos.

El mar –decidido a cumplir sólo a su manera los pronósticos del tiempo con los que nos movíamos- nos regaló vientos cambiantes y se mantuvo más estable en los 30 nudos que en los 20, pero con nuestros tres rizos y el pelín de génova, esta vez sin motor, tras unas 14 horas llegamos a Tabarka de madrugada.

Nos abarloamos a un barco en un rinconcito de la marina ahí estaban de nuevo aduanas, inmigración y demás, pero el capitán del puerto, les dijo a todos que lo primero era descansar, ya habría tiempo la mañana siguiente para el papeleo. Agradecidos, nos fuimos a dormir con la sensación de haber cumplido, ahora sí, con la primera singladura...

Llevamos aquí un par de días, hay un barco con una pareja de ingleses, otro con un jubilado francés que pasa aquí el invierno, otro con una pareja de Montreal, ayer se fueron un matrimonio estadounidense con sus dos niños pequeños que llevan dos años por el Mediterráneo y emprenden el regreso a casa...


Hay cosas que ver por los alrededores, la ciudad es acogedora, la comida buena y para tranquilidad de los cofrades la cerveza se encuentra en cualquier bar y se compra libremente en los supermercados.

El barco todavía necesita de unas cuantas –muchas- horas de trabajo, pero tendrá que esperar, porque ahora nos toca a nosotros ver pasar el tiempo sin prisa, con un té y un buen libro, paseando por las calles, descubriendo el mercado, comiendo un kebbab, charlando con los vecinos o sencillamente no haciendo nada... hemos soñado por meses con estas semanas de vacaciones y por fin ha llegado el momento

presentaciones

Hace ya una eternidad –casi cuatro años- que nos conocimos y poco tiempo después nació el sueño de dejar tierra firme y navegar.

El camino para llegar hasta el principio del camino ha sido largo.

Pero con constancia y trabajo todo llega y hoy puedo empezar este blog desde la otra orilla del Mediterráneo

Muchos sabréis de nosotros porque ya hace un año que recogemos nuestros sinsabores y nuestras alegrías en el que se ha convertido en el que se ha convertido en el blog del brico-barco por excelencia - http://www.sailingalea.blogspot.es/ - pero para quienes nos descubráis en este momento, bien vale detenerse a hacer una presentación.

¿quiénes somos?

Somos un equipo de tres y somos una sola cosa. El paso de los días, el trabajo compartido, las ilusiones dibujadas al final de la jornada, las horas soñando despiertos delante de un mapa colgado con chinchetas de la pared, todo eso y mucho más han hecho de nosotros un todo en el que sin embargo se pueden vislumbras tres figuras





Johan


Es holandés
Ingeniero electrónico, especialista en sonido, ha navegado desde pequeño y ha soñado con navegar
Ha trabajado en un barco de pasajeros durante cuatro años alrededor de Sudamérica.
Ha tenido barco con anterioridad y ha navegado por el Mediterráneo.
Le gusta trabajar con las manos, es lo que se dice un manitas –sabe hacer un poco de todo... o bastante, o mucho, lo suficiente como para poner un barco en pie- no le asustan los retos; le gusta leer, escuchar música y sobre todo viajar, vivir sin prisas, saboreando el día a día.
Aventurero, tranquilo, curioso y observador por naturaleza.
Ama el mar.









Silvia

Es española.
Ha trabajado siempre como bibliotecaria (aunque estudió para otras cosas que nunca llegaron a ser) y se ha definido siempre como una persona de tierra firme... hasta que le hablaron del mar y dijo “por qué no”.
Soñadora y aventurera.
Ha trabajado activamente con una ONG durante unos años promocionando el turismo sostenible entre los pueblos indígenas y campesinos de Ecuador
Le gusta trabajar con las manos –aunque está lejos de ser una “manitas”, no lo hace del todo mal y aprende deprisa- no le asustan los retos; le gusta leer, cocinar y sobre todo viajar, vivir sin prisas, saboreando el día a día.

Alea




Es un barco de acero, diseño de los arquitectos españoles Echenique Angoso, de 44 pies, robusto y marinero al mismo tiempo que coqueto y elegante, buen navegador.
De ella –porque es una nave muy femenina- sabemos pocas cosas. Corren muchos rumores y no sabemos cuál es más cierto salvo que nunca había navegado y que llevaba unos 8 años en tierra esperando que alguien la rescatara y la devolviera al mar.
Dispone de un salón amplio, una cocina estupenda, tres camarotes, un baño y un pequeño taller.
Ha sido laboriosamente restaurada y puesta a punto, equipada con toda la tecnología y seguridad necesarias, mimada y llevada de nuevo al agua, su medio natural.

El equipo

Los tres unidos somos una sola cosa: LOS ALEA.

¿de dónde venimos?

O dicho de otra manera, de dónde surge la idea.
Para los que nos conozcáis, esta historia ya es sabida, pero ahí va para los que nos estáis descubriendo...

Johan vivía en un pueblito de Valencia y yo en los alrededores de Barcelona. Tras unas semanas viajando en tren, decidimos que si queríamos seguir juntos debíamos buscar una solución de futuro que nos permitiera eliminar la distancia física que separaba nuestras residencias y nos pusimos como tarea “imaginar futuros comunes”.

Cada uno de nosotros escribió sus ideas en papelitos (unas seis por cabeza) y el sábado siguiente nos pusimos manos a la obra. Abríamos un papel, y su autor defendía la idea. El primero lo abrimos en un bar (se llama “el velero”... por si alguien cree en las premoniciones, pero de eso nos dimos cuenta más adelante); era una idea de Johan sobre comprar un barquito y navegar alrededor del mundo. Él lo defendía como una idea descabellada y que fácil podíamos eliminar, pero que era un sueño y no había querido dejar de escribirlo; yo me quedé un poco descolocada pero sin cerrar puertas.

Seguimos con nuestra particular lluvia de ideas en una pizzería y para sorpresa de ambos, la idea del velero superó a todas las demás: nos íbamos a comprar un barco e íbamos a navegar.

Todas las ideas tenían en común que buscábamos algo que no nos sujetara a un horario de oficina (regentar una casa rural, trabajar en una ONG, montar algún pequeño negocio) y que nos permitiera viajar mucho durante el año. La posibilidad del velero suponía viajar mucho y trabajar por el camino para salir adelante. Johan tenía titulaciones náuticas, experiencia en el mar, amor por los océanos.
Yo no me había subido en la vida en un barco, estaba segura de que iba a ser víctima tenaz del mareo, pero me pareció algo impresionante, ilusionante y por lo que valía la pena luchar.

Así nació la idea...

¿hacia dónde vamos??

Muchos navegantes se plantean la idea de dar la vuelta al mundo en un período más o menos largo de tiempo.

Nuestra idea, aunque no muy distinta, no es la misma. No queremos dar la vuelta al mundo –aunque quizás algún día nos encontremos de nuevo en el punto de partida y el círculo se habrá cumplido- sino dar vueltas por el mundo.

El matiz es pequeño, tal vez, pero nos parece que es precisamente ahí, en ese matiz, donde se vislumbra la falta de un objetivo exacto que cumplir, objetivo que nos marcaría el futuro como una línea establecida sobre la que deberíamos deslizarnos.

Dar vueltas por el mundo. Visitar este o aquel país, según el momento. Permanecer un tiempo aquí o allá, según las ganas. Poner rumbo al norte o al sur, según los vientos. Descubrir lo cercano y lo que está lejos, según el ritmo que nos vaya imponiendo el día a día, siguiendo la estela de una amistad, el eco de una recomendación, la curiosidad nacida de una historia oída ante un café...

El velero se llama ALEA. Alea, dados en latín, por extensión: suerte
Alea, la raíz etimológica de ALEATORIO: lo que deviene por azar, por suerte.
Así queremos que sean nuestros viajes, un tanto aleatorios, sólo con la planificación mínima y necesaria para que la proa llegue a buen puerto.

Antes de partir pensábamos dirigirnos a Malta para que yo aprendiera inglés; después nos dijeron que tal vez la calidez invernal de Marruecos fuera mejor, y decidimos ir a Marruecos, hasta que nos hablaron fenomenal de Túnez y dijimos “por qué no”. Entonces nos pareció buena idea costear hacia el norte para visitar a la familia y de ahí dirigirnos al sur. Finalmente dejamos el puerto de Valencia habiendo escrito en nuestro cuaderno de bitácora que el destino era Tabarca, en Túnez, directos y sin escalas.

Después de tres días de navegación hicimos puerto en Argelia... porque el barco lo lleva en el nombre y nosotros en la sangre... no hay más destino que el que nos regale el azar.

Tenemos un plan inicial –que de algo hay que partir- un tanto etéreo en cuanto a fechas y destinos, que contempla estar un par de años –tal vez tres- por el Mediterráneo (Túnez, Malta, Sicilia, Turquía, Mar Negro, Islas Griegas, Montenegro, Cerdeña...) para después poner rumbo a el mar Báltico y Escandinavia, de ahí pasar a Canadá a través de Islandia, Groenlandia, pero a saber dónde acabamos...

¿qué pretende ser este blog?

Ø La memoria de nuestro viaje
Ø El lugar donde dejar escritas las singladuras
Ø El sitio en el que se vayan dibujando nuestros sueños y vaya quedando constancia de nuestro camino
Ø Nuestro álbum de fotos
Ø Un espacio en el que compartir experiencias con quien se quiera asomar a esta ventana
Ø Un rincón en el que hablar con quienes os acerquéis a nuestra aventura


Nuestro blog bricolero sigue en pie, porque el barco todavía necesita retoques y atención. Desde aquí iremos dejando enlaces para que podáis seguir nuestra tarea menos viajera.
Pero este espacio –que desde ahora damos por inaugurado- queda reservado para la parte más lúdica, para el viaje, para la vida.

Bienvenidos a este mar de viajes del que -si queréis- podéis ser parte desde ahora mismo, a través de la lectura o viniendo a visitarnos en cualquier puerto... hay dos camarotes dispuestos para quienes deseen ser parte activa, así que buscad un mapa y no nos perdáis la pista !!!!!!!!!!!!

sábado, 22 de noviembre de 2008

¡Hemos salido!

"¡Hemos salido!" ... con esas palabras me ha despertado mi hermana esta mañana. Y además me ha pedido que aquí dejara constancia para que todos lo supierais. "Hazlo cortito. Pero dilo como tu sabes que escribes bonito"... pero después de mucho pensar no he encontrado palabras más bonitas que las que me han despertado esta mañana: "hemos salido", han salido...

Johan y Silvia os pondrán al día de todo dentro de muy poquito. Mientras podéis conectaros a este blog: http://www.sailingalea.blogspot.es/

Un abrazo

J