jueves, 11 de diciembre de 2008

Mi primera guardia

Mi primera guardia a bordo del Alea

Días antes de partir me dediqué a preguntar a cualquiera con quien me cruzara y tuviera cara de haber navegado, qué tal había sido su primera guardia nocturna y qué recomendaciones podía darme.
No creo que miedo sea la palabra adecuada para mi estado de ánimo, pero sentía un respeto enorme a encontrarme sola delante de la rueda, tan escasa de conocimientos, controlando posibles paranoias...

La mayoría me tranquilizó y todos pidieron que relatara mi experiencia.
Apenas amarrar en Argelia intenté anotar mis sensaciones. Ahí va el relato:

NO RECUERDO NADA, NADA DE MI PRIMERA GUARDIA.

Los algo más de tres días –con sus noches- que duró la primera travesía se han convertido en una masa uniforme de recuerdos y sensaciones de la que me resulta difícil identificar con claridad un fragmento concreto.

Los dos últimos días el mar no bajaba de fuerza 7, no me apetecía estar en cubierta si no me tocaba guardia y abajo no me apetecía otra cosa que dormir: tengo la costumbre de desear dormir siempre que deseo escapar, de lo que no me gusta, de lo que no conozco y no puedo controlar.

Montones de cosas que no estaban debidamente estibadas empezaron a caer de todos sitios y pronto no podía verse el suelo.

Ponerme y quitarme el traje de agua resultaba tan pesado que al final dormía con él puesto.

Todavía no tenemos las lonas para las camas, dos golpes de mar me tiran al suelo arrancándome del sueño, sin mayores consecuencias.

No me mareo pero ni siquiera puedo pensar en comer. Tampoco me parece buena idea mirar las estrellas. Intento mantener la vista al frente, dejarme llevar por el movimiento del barco y así todo va bien. Ya aprenderé a disfrutar más adelante.


Alguna vez me he quedado inmóvil debajo de la manta pensando “si él no me ve moverme se olvidara de que estoy ahí y seguirá vigilante a la rueda sin llamarme”.
Alguna vez he oído un ruido brusco y he pensado que algo pasaba ahí afuera pero que si yo permanecía inmóvil ese algo desaparecería.

Un segundo después me he avergonzado y he saltado de la cama para pedir mi turno de guardia, para comprobar que el ruido no era importante o que ni siquiera había existido fuera de mis sueños... pero mi deseo de desaparecer y con él la vergüenza que me provoca, no se borran por ello.

Una vez soñé con total claridad que me preparaba para salir, chaleco, línea de vida, y entonces la voz de Johan me despertó y yo no conseguía entender que tuviera de nuevo que ponerme el chaleco, la línea de vida...

He intentado hacer mis guardias, desde la primera, con dignidad –aunque consciente que con un mar tan complicado poco podía hacer más allá de vigilar - pero tengo mucho camino que andar.

En cubierta intento tener sentimientos sublimes: sentirme insignificante ante la grandeza del mar que me rodea, sentir la magnitud de las olas, dimensión del cielo... pero sólo he conseguido pensar en no dormirme y para ello no encontraba mejor remedio que recitarme las tablas de multiplicar...

Las olas son importantes. A veces el barco escoraba tanto que la regala se sumergía unos centímetros.

“El barco está hecho para flotar, el barco está hecho para flotar”. No tengo miedo pero me aferro a mi letanía como quien reza hasta que el barco recupera su escora normal. Entonces me digo que es una lástima que no podamos fotografiar la estampa del velero vencido sobre un costado por la fuerza del viento, con su mayor apenas desplegada, con su saber navegar dócil y seguro. Vuelve otra ola a estribor. Todo se repite.

¿qué es normal??

Es mi primera navegación y no tengo con qué comparar. Lo normal es lo que está dentro de la media. Sin referentes no hay media. Sin media no hay normal. Sin normal no hay extraordinario. Este es mi primer mar, el único que conozco. Mi serenidad sólo se ve enturbiada por el sueño que no consigo que me abandone, un sueño que no es de cansancio sino de huida...

Compruebo el anemómetro. Fuerza 9. Repaso mis conocimientos teóricos: es mucho viento, mucho mar. Para mí, el mar que empiezo a conocer, el único.

Hay mucho tráfico. Procuro mantener el ángulo del viento acorde a las velas porque no me atrevo a hacer ajustes con las olas tan altas y las rachas de viento tan fuertes. Si hay que hacer algo tengo que avisar a Johan. Él agradece la prudencia. Yo me repito una y mil veces “tengo que aprender, tengo que aprender”.

El tiempo no mejora.
Pedimos refugio en Skikda, Argelia.
Atracamos en un puerto de mercantes, chiquitos como una anécdota.
Todo deja de moverse.
Estamos seguros.
Tras un baile de autoridades y burocracia todo se queda en silencio.
Es hora de dormir por fin en otro puerto, por fin instalados en el principio del resto de nuestra vida.

4 comentarios:

Carpanta dijo...

Hola Sylvia, que bueno saber de vosotros, llegaban breves noticias a través de la Taberna. Como "bautismo", creo que te habrá sido tan duro como didáctico, te/os felicito por haber superado vuestra primera travesía en el Alea. Intentamos una llamada al móvil sin resultado, los partes eran durillos...
Cuidaros mucho y disfrutar todo lo que podáis. Hasta pronto.

Pablo (titulosnauticos) dijo...

Te has estrenado a lo duro, no son todas las navegaciones como la que cuentas. Lo de dormir en el mar es una "enfermedad" bastante común (con buen y mal tiempo). Enhorabuena, aunque todavía no lo sepas, ya eres una marinera...

Mª José Lorente dijo...

Querida Silvia, ha sido un relato precioso, lleno de emociones y sinceridad, eres una mujer extraordinaria, a estas alturas debes estar ya totalmente marinizada.

Un beso muy fuerte y muchos ánimos para los dos.

Crazy_Capella

Luisvi dijo...

Hola Alea.
Aun te preguntas que si te gusta la mar, creo que has nacido para ello, es lo que entiendo de lo que se desprende de tus razonamientos. Una preggunta, ¿ que tal le va a Joham? supongo que ya no estara
tan preocupado por ti al ver como te has marinizado.

Seguire muy atento vuestros sueños.
Besos.
VCF1