lunes, 18 de julio de 2016

Nuestro (mal) cruce del Canal de Panama

Ya estamos felices y contentos fondeados en las turquesas aguas de San Blas. Todavía un poco sorprendidos cuando al sacar la cabeza por la escotilla nos encontramos con arenas blancas y cocoteros. Todavía un poco desacostumbrados al calor que no se va ni dentro del agua. Todavía adaptándonos al regreso.


Escribo después de unos días del cruce del Canal porque necesitaba dejar reposar los enfados y las perplejidades para que el relato me quedara un poco menos visceral... porque al final el cruce tuvo sus dificultades y no me pareció correcto escribir cuando estaba tan encendida.

Ahora, a la vista del cocotero, más tranquila... ahí va el relato.



El martes 28 de junio ya teníamos hecho el pago del tránsito y nos comunicamos con los reponsables del Canal para tener una fecha, necesitábamos tres manos para ayudar con los cabos (obligatoriamente deben estar a bordo el capitán y cuatro tripulantes además del advisor que viene a supervisar) y queríamos saber para cuándo. Nos dijeron que el fin de semana era más sencillo para ellos y dijimos que ok, que el sábado 2 de julio estaríamos listos a primera hora de la mañana.

Johan tiene un amigo holandés que tenía un par de amigos navegantes y con tripulación de buen curriculum embarcada el viernes para la cena, el sábado a las 7h estábamos esperando al advisor.

Todo fue rodando suavito y sin altercados. Íbamos a pasar junto a una motora de paseo -que ofrece a los turistas la experiencia del cruce del Canal- amarrados a ella sin tener que hacer 
nada más que disfrutar (abarloarnos a la motora y relajarnos).


Así cruzamos las tres exclusas que llevan al lago Gatún en un día nublado pero con poca lluvia, con tiempo de comer, reír, hacer fotos... rápido y sin contratiempos, a las 15,30h estábamos en el lugar de espera para las últimas exclusas. Con tiempo de sobra para acabar el cruce del tirón no había ni advisor que nos acompañara ni barco con el que compartir exclusa de modo que tocaba fondear y esperar a las 14h del día siguiente.


Johan pidió ir a una boya como la vez anterior, no es lo más cómodo pero habíamos leído de gente que había tenido problemas en el área destinada a fondeo de los veleros. Nuestro advisor consultó con el jefe que le dijo que tocaba fondear. Nos hizo aproximarnos mucho a tierra, dejando atrás un bulto de arena que nos permitía echar el ancla en 13 metros y diciendo que soltáramos cadena cuando la sonde marcaba 19... quien manda, manda.


Nos quedamos de nuevo los cinco a bordo, buena cena, cervecitas y a dormir. Otro velero fondeó a nuestro lado rumbo al Pacífico. Nos habían dicho que íbamos a cruzar sobre las 14h así que no había que madrugar. A las 12h llamámos porque no había señales de vida por ningún lado y nos dicen que por problemas de personal no cruzamos hasta las 22h... en fin... quien manda, manda.

A las 20h embarcó el nuevo advisor -simpático y divertido- y a las 21h nos dijo que podíamos empezar con la maniobra de levantar el ancla para estar en el sitio sin prisas.

Llave del molinete y cadena arriba. Teníamos echados unos 65 metros y cuando faltaban unos 25 por subir... nada. El molinete echando humo y el ancla en el fondo completamente encallada. Probamos a tirar de aquí y de allá, a girar el velero, a esto y a aquello. Nada. El advisor nos dijo que más de un velero había tenido problemas; que él una vez pidió ayuda a un remolcador y con la potencia de sus motores consiguió liberar el ancla. Llamó a uno y con cabos a nuestra cadena intentó soltarnos. El remolcador echaba humo!!!! en un momento dado ¡clonck! nos movemos unos 100 metros ¿estamos sueltos? Lo que nos habían contado es que en el fondo del lago -que es artificial- todavía ha muchos árboles y entendimos que estábamos enredados en alguna raíz y pensamos que el remolcador había conseguido romper el árbol en dos.


Volvimos a intentar subir el ancla y en el mismo punto el mismo resultado. NADA.

El advisor nos dice que ya hemos perdido el turno de cruce y que lo único que se le ocurre es que cortemos cadena y perdamos el ancla. Se me pusieron los pelos de punta ¿estaba loco o qué? ¿perder la Rocna así como si nada???

Como ya no había nada que hacer hasta el día siguiente dejamos las cosas como estában. Conseguimos que desembarcaran a la tripu que el lunes tenía que trabajar (es complicadísimo mover gente dentro del Canal que es territorio super restringido) y -acongojados- nos fuímos a dormir.

Por la mañana intentamos mover el barco, salvar el ancla... nada.

Desde el Canal no nos contactaban (ni para nueva fecha, ni para propuestas de solución, ni para intentos de diálogo) y estábamos como en un tiempo muerto un tanto tenso...


Después de mil llamadas de teléfono lo único que alcanzamos a tener claro fue:
  • que oficialmente habíamos perdido el cruce y en consecuencia teníamos que pagar de nuevo... pero que por el informe a nuestro favor del advisor “nos perdonaban” el nuevo pago
  • que no iban a hacer nada para averiguar por qué nuestro ancla -que estaba en el punto exacto en que ellos nos obligaron a echarla- no podía subir (ni un buzo ni nada de nada)
  • que era nuestro problema conseguir tres personas para los cabos porque eso era condición sine qua non para cruzar
  • que la única forma de embarcar a la gente si es que la conseguíamos era meidante un bote del Canal: trayecto de 5 min. costo de 165 dólares.

Depresión, depresión, depresión.

Después de dos años de ausencia tampoco es que conozcamos a medio Panamá y conseguir a tres personas que tuvieran dos días libres entre semana tampoco era lo más sencillo. El whatsApp echaba humo...

Unos días atrás habíamos conocido a Mariló (entablamos conversación en la parada del bus porque nos dimos cuenta que las dos llevábamos los mismos zapatos comprados... en España!) una voluntaria que trabaja en un precioso proyecto de educación ambiental (vale la pena que echéis un vistazo a su web www.centroeltucan.org) y fue ella quien finalmente nos vino a ayudar con tres voluntarios franceses (GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS)

La última tarde no hacíamos más que imaginar un tronco colgado de la Rocna, algo que podía solucionarse... y finalmente Johan que nunca había bajado 20m con la botella, se puso el neopreno y bajó a ver si teníamos algún resquicio de esperanza.

Bajó, subió e hizo un gesto de elocuente negación con la cabeza: no había nada que hacer. Parece ser que había una barcaza de madera -grande y vieja- en el fondo en el que soltamos el ancla. El remolcador, con toda la fuerza de sus caballos- lo que hizo no fue partir un árbol sino un barco y al arrastrarnos enganchados a la proa de la barcaza finalmente ésta se volteó y el ancla quedó sepultada bajo kilos y kilos de madera. No quedaba otra que cortar cadena.

A las 10h ya teníamos a Marilo y a los chicos a bordo. A las 12h embarcó el advisor más empático y conciliador que encontró el canal para aplacarnos... tomó muchas notas, prometió muchos informes... esperamos noticias.


A las 13h nos dijo que podíamos cortar la cadena. Saqué el album de fotos donde están las imágenes del día que la Rocna llegó al Alea... para que todos supieran que no era un trozo de hierro lo que se quedaba ahí abajo si no un trozo de nuestra casa, de nuestra aventura, de nuestra vida.


Johan cogió la cizalla y cortó. Yo no pude evitar llorar y llorar... quiero a cada pedacito del Alea y adoraba ese ancla que nos ha dejado dormir tranquilos sin importar lo fuerte del temporal.


El cruce lo hicimos solos, recogiendo los cabos que te pasan de tierra, tensando y recogiendo según el agua sube o baja, de algún modo felices de estar del lado Caribe.



En el camino instalamos la Fortress de repuesto y llegamos a Colón donde desembarcó la tripu.

Después nos hemos venido a San Blas. La verdad es que el entorno relaja. Ya hemos compartido un fin de semana con cuatro amigos que han venido a vernos y tener tanta buena onda a bordo se contagia.


¿me he olvidado ya de la Rocna? NOOOOOOOO.... ya hemos tenido dos frentes de esos que pasan rapidito pero te dejan caer los 35 nudos de viento sin pensar y la Fortress se ha portado como una campeona... pero no le tengo la confianza que le tenía a la Rocna, no duermo a pierna suelta...

En fin, que el agua clarita, los arrecifes poblados de los más lindos peces, las puestas de sol, nos han de ir sanando las heridas.


Es verdad que lo importante es que estamos bien y que la vida sigue... pero duele, todavía duele que habiendo hecho a pies juntillas lo que te han mandado nadie se haga cargo de las consecuencias. Hemos perdido una Rocna de 33kg y 23 metros de cadena. Fondeamos donde nos dijeron, pero parece ser que la responsabilidad es toda nuestra... en fin, ya sabéis: quien manda, manda.

Vamos a estar en San Blas hasta el 15 de septiembre antes de ir a visitar un ratito a la familia para regresar el 15 de noviembre. Ahora más que nunca, recibir gente con ganas de pasarlo bien es un bálsamo ¿alguien se anima?