jueves, 26 de abril de 2012

Dominica

Finalmente dejamos atrás Martinique para dirigirnos a Dominica, este trayecto -36 millas- lo hicimos también acompañados del Bahía las Islas.

A las 7.00 de la mañana ya estábamos preparados para levantar el ancla (Angel es muy madrugador) y zarpar con una previsión -que por una vez se cumplió- de alrededor de 25 nudos de viento.

Con dos rizos en la mayor y rumbo directo, tuvimos otra navegación de esas que hace afición. No es que hiciéramos ninguna regata (el barco de Ángel es claramente más regatero) pero el Alea, sin ser el más rápido... hizo un estupendo papel, navegando con una media por encima de los 6 nudos con buenas puntas muy por encima de los 7!!!

Y lo mejor??? que por fin alguien nos podía hacer fotos con las velas arriba y el barco navegando!




La experiencia de "vernos desde fuera" ha sido estupenda




Y el escenario se alió con el fotógrafo para que Angel nos pudiera regalar imágenes tan bonitas como ésta.

buff... tal vez esté mal que lo digamos nosotros pero ¡qué bonito!; gracias otra vez, Angel

En fin; que a la hora de comer ya estábamos amarrados en una boya frente a la bahía de Charlotteville, la capital de Roseau

Nos habían comentado que esta era una de esas islas que se mantienen “auténticas” y ya sabéis que a nosotros éste es un concepto que siempre nos deja confusos.
Si por “auténtica” entendemos menos europeizada... es cierto que las calles de Charlotteville
tienen un saborcito más negro, más caribeño, menos turístico (a pesar de que en el puerto había amarrado un supercrucero de esos de miles de pasageros).

Así que nos perdimos por el mercado con la intención de comprar algo de fruta y verdura fresca

Paseamos por sus calles

y como no, nos fuimos a un bar a tomar una buena cerveza como chicos malos!

Los trámites de entrada en el país son sencillos (hay que rellenar una serie de formularios en capitanía) y no hay que desplazarse a otro lugar para hacer los papeles de inmigración; el precio económico -13 $ US; más tarde 2 $ para la salida del país- y el personal amable.

Dejamos atrás Charlotteville para ir a Salisbury. Como la navegación era cortita, Johan se quedaba bien acompañado por Fernando -para quien esto del mar no tiene secretos- y yo nunca había navegado en otro barco que el Alea (quiero decir más allá de mis prácticas del PER), me fui a bordo del Bahía para poder disfrutar viendo como navegaba el Alea


En el Bahía me trataron como una reina, Angel me dió la oportunidad de participar en las maniobras, pude ver como se navega en otro barco, qué tal es eso de llevar el plotter abajo y no en cubierta, la bañera atrás, una rueda de timón grandota... un patrón más regatero.
Fue una bonita experiencia ¡pero para mí no hay nada como ir a bordo del Alea, mano a mano con Johan!

Salisbury es una bahía pequeña y agradable donde un club de fondeo, para preservar el fondo, ha puesto tres muertos a los que te puedes amarrar de forma gratuita. Sólo estábamos los dos barcos; todo un lujo.


A penas un bar regentado por una francesa de orígenes españoles ayudada por una muchacha de la República Dominicana. Una cervecita y un rato de lectura en una tumbona debajo de una palmera nos hicieron sentir eso que uno piensa que debe sentir cuando se va de vacaciones
al Caribe: que el mundo, ahí a fuera, ha dejado de girar!

A la mañana siguiente partimos hacia el norte de la isla, una bahía popular en la que sabíamos encontraríamos el mayor número de veleros en esta isla: Portsmouth.


Habíamos leído en las guías que en esta bahía hay un grupo activo de lugareños que se han organizado para velar por la seguridad de los visitantes ya que el lugar tenía mala fama. Esta organización prepara una barbacoa para recabar fondos los domingos por la noche...

y nosotros llegamos un sábado, a punto para la fiesta.

Allí estábamos los cuatro puntuales a la hora del encuentro en el que nos reunimos unas cien personas, todas navegantes de aquí y allá haciendo la temporada del Caribe, unos rumbo al norte, otros ya encarando el sur, todos con ganas de conocer a otra gente, de compartir experiencias, de pasarlo bien

¿el menú? Muslos de pollo a la barbacoa (ya sabéis que a mi me gustan las pechugas!!) con ensalada y arroz y para beber zumo de limón o rumpunch, todo sin restricciones por 20 dólares; mientras Johan y yo íbamos a buscar nuestra comida dejamos a Ángel y Fernando en la mesa con el encargo de encontrarse dos rubias.
Cuál fue nuestra sorpresa al regresar y ver en nuestras sillas... ¡a dos rubias!, al acercarnos vimos que las rubias debían ser de la edad de las madres (tal vez las abuelas) de las chicas con las que ellos esperaban compartir mesa. Ya lo decía mi abuela, no falta con desear una cosa, hay que definir bien el deseo (sabia mujer, mi abuela)
En cualquier caso nos lo pasamos fenomenal entre navegantes, risas, rubias, morenas, amigos, pollo a la barbacoa, música, rumpunch..


Estuvo todo muy rico... incluso para mi que no soporto los muslos de pollo (quien me iba a decir a mi que este viaje iba a ser tan educativo para mis papilas gustativas)
Y la fiesta continuó con música y baile terminada la cena hasta altas horas de la madrugada


Nuestra estancia en Dominica se alargó durante una semana, el lugar era agradable, la posibilidad de conocer a otros barcos (nos reencontramos con algunos que ya conocíamos de fondeos anteriores) perfecta, y la isla da la oportunidad de hacer bonitas excursiones
por el interior.

Hay rutas señalizadas de senderismo en las que puedes ocupar semanas, hay cascadas, pueblos pescadores...

Nosotros nos contentamos con una excursión en autobús hasta Calibishe del que nos habían hablado muy bien Julio y Maribel.

En el camino de ida nos vimos interrumpidos por un rato a causa de un incendio en uno de los pueblos que debíamos atravesar.


Para finalmente llegar a la costa atlántica de la isla y comprobar que ahí el mar está menos acogedor que en la costa de sotavento, pero que el viento es capaz de crear paisajes dignos de ver

El pueblo nos dejó ver otra cara de la isla, la de viviendas que apenas son cuatro chapas que mal deben soportar el viento y la lluvia, espacios pequeños -muy pequeños- que claramente no disponen de ningún servicio básico, una cara que si bien no se muestra al turismo, está ahí.
Dominica es una de las islas más “auténticas”, con menos influencia europea, pero probablemente también es una de las islas más pobres de la zona.

Encontramos un sencillo restaurante en el que comer y con buen sabor de boca
acabamos nuestra excursión.
El resto del tiempo lo dedicamos a pasear por las calles de Portsmounth, buscando un super, buscando algo de pan, buscando gasolina para el fueraborda, buscando un bar con una cervecita fresca... pero la mayoría de las veces callejeando sin más, simplemente disfrutando del entorno.


Descubriendo que la gente es capaz de dejar ir la imaginación en cualquier actividad de la vida.
El propietario de esta casa debía ser -o al menos debía haberlo soñado- posiblemente pastelero!

Y el de esta otra debía seguir soñando con sus tiempos de pescador
Y yo no puedo dejar de caer en la tentación de compartir el "arte" del cableado eléctrico

Y es que cualquier lugar -en buena compáñía- es un buen lugar para perderse... y Dominica es uno de los mejores aquí en el Caribe.

domingo, 22 de abril de 2012

Martinique 2ª parte


Se acercaba la época de los carnavales y nuestras amigas tenían ganas de fiesta así que nos informamos de dónde podíamos ver una rúa y pusimos rumbo a Anse Anne.

Para empezar el fondeo no era nada feo y había tortugas que nos venían a visitar mientras nos tomábamos el cafecito en la cubierta, no era mal principio

El carnaval nos dejó un poquito fríos porque fue un poco pobre de participación y en apenas media horita (menos tiempo del que pasamos esperando que la cosa empezara) el desfile había terminado y la fiesta seguía en locales cerrados



y nosotros optamos por seguirla en el barco!




La siguiente escala fue Anse Mitan donde Roser y Pilar abandonaban el barco -de momento que han prometido volver- y donde se anunciaban mayores desfiles carnavalescos.

La ciudad más grande y con más lugares que pasear, con una marina, un montón de restaurantes, un mercadito callejero, nos resultó agradable y con un fondeo correcto.




y la verdad es que los desfiles tuvieron un poquito más de gracia. Una buena despedida para una buena tripulación (nos vemos el año que viene chicas!)






Ya sin Pilar y Roser a bordo (todavía os echamos de menos) decidimos regresar a Le Marin ya que esperábamos encontrarnos allí con otros barcos.

amigos con los que habíamos estado en contacto por radio, gentes a las que no veíamos desde hacía cuatro años (Julio, Maribel, Angel) y otros a los que sólo conocíamos por el correo (Antonio, Bibi) y nos hacía ilusión participar en el encuentro que se andaba gestando
en las ondas.

Fueron 30 millas de buena navegación a vela, y cuando llegamos al fondeo ya podíamos ver a los amigos alrededor... un gustazo!

Además en Le Marin hay un buen supermercado que tiene un pantalán para las auxiliares hasta donde puedes llevar el carrito con las compras; un lujazo al que se suma la posibilidad de comprar a un precio razonable un buen número de productos que hasta ahora no habíamos encontrado en el Caribe (yo me quedé un rato mirando la nevera de los quesos como quien mira la televisión... toda ensimismada)

Esa noche nos reunimos todos en el Alea que tenía todo un parking en la popa




al final fuimos nueve comensales; cada uno aportó alguna cosa y nos quedó una mesa de cinco tenedores. Las horas se nos pasaban sin sentir y la noche fue de las que gusta recordar... y repetir


Del Carnaval de Le Marin solo podemos decir que fue manifiestamente más largo, bullicioso y concurrido que los dos que habíamos visto, fueron tres días con comercios cerrados, música 24 horas al día y fiesta y más fiesta... pero nosotros optamos por ir de barco en barco disfrutando de los amigos y del no hacer nada.

Y tras las despedidas -temporales que sabíamos que nos íbamos a encontrar en el camino- al día siguiente pusimos rumbo a Saint Pierre, al norte de la isla, para decirle adiós a Martinique y llegar a Dominica.

Esta parte de nuestro viajes la haríamos junto al Bahía de Ángel. La navegación al norte -toda ella a vela, con dos rizos en la mayor y el génova y con algún que otro aviso de chubasco que no llegó a mojarnos- fue agradable como iban a serlo la mayoría a partir de que dejamos atrás la llegada a Santa Lucía

Fondeamos frente a la iglesia de Saint Pierre y fuimos a tierra a dar un paseo,
ya con las ganas de llegar a una nueva isla, un nuevo país, presidiendo el ambiente.



Algunas de las fotos de este post son "donación" de Pilar y Roser... ¡gracias!

sábado, 21 de abril de 2012

Martinica 1ª parte

Y por fin llegamos a ese punto en el arco que forman las islas del Caribe en que la navegación empieza a ser cómoda y placentera, con el viento a favor, sin corrientes que llevan dónde no quieres ir.

Salimos algo antes de las 8 de la mañana; para Roser era la primera navegación larga, Pilar ya tenía algo de experiencia en Grecia y Fernando... para Fernando sólo era un buen paseo

Fueron poco más de 52 millas de esas que uno querría tener siempre por la proa cuando sueltas amarras a pesar de que nos llovió a ratitos el ángulo del viento era perfecto, la intensidad adecuada y el día estupendo.

A pocas millas de Le Marin estuvimos navegando junto a otro velero; la imagen era preciosa y le hicimos unas cuantas fotos (siempre es difícil tener fotos de tu propio velero navegando; para nosotros eso se resolvería unos días más tarde) con la idea de pasárselas en el fondeo. Además nos servían para imaginarnos la estampa que debía tener el Alea...

Pero nada más adentrarnos en el fondeo (al que se accede por un canal señalizado con boyas) nos dimos cuenta que eso de encontrar al velero para darle las fotos no iba a ser tan fácil ¡fácilmente había unos mil veleros fondeados!!!


Buscamos un huequecito y con la auxiliar nos fuimos a tierra. La población de Le Marin no tiene nada demasiado especial pero es un sitio muy popular para los veleros porque concentra varias marinas, un buen número de tiendas náuticas, de pesca, grandes supermercados... en resumen, un buen lugar en el que recalar para hacer un poco de puesta a punto y llenar la despensa.

Coincidimos además con la llegada de un par de regatas, una de ellas el Grand Prix del Atlántico que parte de Lanzarote y llega precisamente a Le Marin, de forma que coincidimos con más de un barco español.

Pero al día siguiente decidimos buscar un lugar un poco más “intimo”. Johan después de estudiar la calma proponía un fondeo que estaba en la propia bahía de Le Marin, un poco más al sureste (en la carta aparece como Anse Bay) y allá que nos fuimos. Lo cierto es que el acceso no es sencillo ya que está en una zona de bajos -y dos barcos con la quilla al sol se encargan de que no lo olvides en ningún momento- y es necesario no perder de vista la sonda y preferible que alguien en proa vaya indicando el camino.

Eso sí, cuando llegas, cuesta creer que en media milla hayas dejado atrás los mil veleros y sólo tengas un vecino y estés rodeado de manglares y silencio

Y el premio final del día fue una de las puestas de sol más bonitas que hemos visto en todas estas semanas, de esas en las que empiezas a hacer fotos y no encuentras el momento de parar!

Johan aprovechó -sin mucho éxito- la puesta del sol para pescar un ratito

Mientras nosotras nos concentrábamos en dejar constancia gráfica de toda la belleza que nos estaba regalando el día

Al día siguiente iniciamos nuestro periplo -bastante intenso- por Martinique; las distancias que hemos navegado han sido cortas (te encuentras un buen fondeo sin hacer más de un par de millas si quieres a lo largo de casi toda la costa) y cuando la navegación era de una horita o más hemos procurado sacar las velas; el viento había bajado considerablemente con respecto a nuestra experiencia de los dos primeros meses y podíamos dormir sin oír el fiuuu, fiuuu toda la noche.

Yo tenía la idea preconcebida de que Martinique -junto a Santa Lucía- iban a ser las islas menos bonitas, más masificadas por el turismo, con menos que ofrecer. Y si ya reconocí que me equivoqué con Santa Lucía no puedo más que decir que me equivoqué -mucho- con Martinique: es cierto que es probablemente la isla en la que hemos encontrado más turismo -sobre todo francés-, es cierto que la vegetación general de la isla no conserva nada de la jungla que vimos por ejemplo en Grenada, pero no es menos cierto que cada bahía, cada fondeo, cada rincón que hemos visto nos ha parecido realmente bonito...

La primera escala fue Anse Arlette y lo primero que descubrimos al ir a tierra ¡fue que Martinique es Francia!!

Eso significa que los trámites de entrada en el país son sencillos (los hicimos en Le Marin, directamente en un ordenador que hay preparado para ello en capitanía, de forma gratuita), no hay que hacer trámites de inmigración porque estás en Europa, se paga en eruos.... ¡y hay baguettes y croissants en las panaderías!!

Anse Arlette tiene una bonita iglesia que preside la bahía

Desde luego tiene una playita con la consabida palmera, pero también una biblioteca preciosa (ya sabéis, mi debilidad) y hasta un cine (aunque no parecía tener muchas novedades que ofrecer)

y como no... la posibilidad de disfrutar de una puesta de sol en la cubierta, escuchando buena música y con un vinito en la mano

Y todo ello como manda el Caribe: sin prisas


Seguimos rumbo norte por la costa de Martinique y nuestro siguiente fondeo fue Grande Anse (poco más de tres millas)



la siguiente parada Anse Dufours; es un pequeño pueblito pesquero que ofrece no ofrece muy buen fondo para el ancla pero donde se puede hacer -probablemente- el mejor snorkel de la isla, así que decidimos pasar ahí el día y buscar un mejor fondeo para la noche.

La playa -ciertamente muy concurrida- era bonita

y el snorkel fue maravilloso, montones de peces de cientos de formas y colores... hasta Roser y Pilar que no estaban muy dispuestas a perderse cerca de las rocas para disfrutar del espectáculo acabaron allí donde los peces eran más bonitos y abundantes para así poder comentar todos juntos la jugada al caer el sol... un día de los que justifican por sí solos un paseo hasta estas latitudes ¡me encantó Anse Dufours!


Para pasar la noche nos desplazamos hasta Anse Noir (0'3 millas!!!) y allí el fondo tampoco era maravilloso: hasta tres veces echamos nuestra ancla -esa que coge siempre a la primera- antes de quedar satisfechos.

Pasamos la noche junto a otro velero (nada de masificaciones) y al llegar el nuevo día yo pude cumplir uno de mis sueños.

Hay gente que tiene sueños muy grandes -de esos que hacen avanzar el mundo o de esos que sirven para que te etiqueten de snob- pero tan bien son válidos otros sueños más chiquitos. Yo -desde que empezamos a ver palmeras- soñaba con tumbarme debajo de una de ellas, sola, con un buen libro, y pasar una tarde leyendo sin nada más en que pensar o que hacer.

Así que después de haber pasado la mañana nadando, después de comer y cuando llegó la hora de la siesta, me preparé la bolsa estanco y me eché al agua


y allí estaba yo, en una playa preciosa, con los niños jugando a mi alrededor

así que busqué una buena palmera y sin más fui feliz