sábado, 21 de abril de 2012

Martinica 1ª parte

Y por fin llegamos a ese punto en el arco que forman las islas del Caribe en que la navegación empieza a ser cómoda y placentera, con el viento a favor, sin corrientes que llevan dónde no quieres ir.

Salimos algo antes de las 8 de la mañana; para Roser era la primera navegación larga, Pilar ya tenía algo de experiencia en Grecia y Fernando... para Fernando sólo era un buen paseo

Fueron poco más de 52 millas de esas que uno querría tener siempre por la proa cuando sueltas amarras a pesar de que nos llovió a ratitos el ángulo del viento era perfecto, la intensidad adecuada y el día estupendo.

A pocas millas de Le Marin estuvimos navegando junto a otro velero; la imagen era preciosa y le hicimos unas cuantas fotos (siempre es difícil tener fotos de tu propio velero navegando; para nosotros eso se resolvería unos días más tarde) con la idea de pasárselas en el fondeo. Además nos servían para imaginarnos la estampa que debía tener el Alea...

Pero nada más adentrarnos en el fondeo (al que se accede por un canal señalizado con boyas) nos dimos cuenta que eso de encontrar al velero para darle las fotos no iba a ser tan fácil ¡fácilmente había unos mil veleros fondeados!!!


Buscamos un huequecito y con la auxiliar nos fuimos a tierra. La población de Le Marin no tiene nada demasiado especial pero es un sitio muy popular para los veleros porque concentra varias marinas, un buen número de tiendas náuticas, de pesca, grandes supermercados... en resumen, un buen lugar en el que recalar para hacer un poco de puesta a punto y llenar la despensa.

Coincidimos además con la llegada de un par de regatas, una de ellas el Grand Prix del Atlántico que parte de Lanzarote y llega precisamente a Le Marin, de forma que coincidimos con más de un barco español.

Pero al día siguiente decidimos buscar un lugar un poco más “intimo”. Johan después de estudiar la calma proponía un fondeo que estaba en la propia bahía de Le Marin, un poco más al sureste (en la carta aparece como Anse Bay) y allá que nos fuimos. Lo cierto es que el acceso no es sencillo ya que está en una zona de bajos -y dos barcos con la quilla al sol se encargan de que no lo olvides en ningún momento- y es necesario no perder de vista la sonda y preferible que alguien en proa vaya indicando el camino.

Eso sí, cuando llegas, cuesta creer que en media milla hayas dejado atrás los mil veleros y sólo tengas un vecino y estés rodeado de manglares y silencio

Y el premio final del día fue una de las puestas de sol más bonitas que hemos visto en todas estas semanas, de esas en las que empiezas a hacer fotos y no encuentras el momento de parar!

Johan aprovechó -sin mucho éxito- la puesta del sol para pescar un ratito

Mientras nosotras nos concentrábamos en dejar constancia gráfica de toda la belleza que nos estaba regalando el día

Al día siguiente iniciamos nuestro periplo -bastante intenso- por Martinique; las distancias que hemos navegado han sido cortas (te encuentras un buen fondeo sin hacer más de un par de millas si quieres a lo largo de casi toda la costa) y cuando la navegación era de una horita o más hemos procurado sacar las velas; el viento había bajado considerablemente con respecto a nuestra experiencia de los dos primeros meses y podíamos dormir sin oír el fiuuu, fiuuu toda la noche.

Yo tenía la idea preconcebida de que Martinique -junto a Santa Lucía- iban a ser las islas menos bonitas, más masificadas por el turismo, con menos que ofrecer. Y si ya reconocí que me equivoqué con Santa Lucía no puedo más que decir que me equivoqué -mucho- con Martinique: es cierto que es probablemente la isla en la que hemos encontrado más turismo -sobre todo francés-, es cierto que la vegetación general de la isla no conserva nada de la jungla que vimos por ejemplo en Grenada, pero no es menos cierto que cada bahía, cada fondeo, cada rincón que hemos visto nos ha parecido realmente bonito...

La primera escala fue Anse Arlette y lo primero que descubrimos al ir a tierra ¡fue que Martinique es Francia!!

Eso significa que los trámites de entrada en el país son sencillos (los hicimos en Le Marin, directamente en un ordenador que hay preparado para ello en capitanía, de forma gratuita), no hay que hacer trámites de inmigración porque estás en Europa, se paga en eruos.... ¡y hay baguettes y croissants en las panaderías!!

Anse Arlette tiene una bonita iglesia que preside la bahía

Desde luego tiene una playita con la consabida palmera, pero también una biblioteca preciosa (ya sabéis, mi debilidad) y hasta un cine (aunque no parecía tener muchas novedades que ofrecer)

y como no... la posibilidad de disfrutar de una puesta de sol en la cubierta, escuchando buena música y con un vinito en la mano

Y todo ello como manda el Caribe: sin prisas


Seguimos rumbo norte por la costa de Martinique y nuestro siguiente fondeo fue Grande Anse (poco más de tres millas)



la siguiente parada Anse Dufours; es un pequeño pueblito pesquero que ofrece no ofrece muy buen fondo para el ancla pero donde se puede hacer -probablemente- el mejor snorkel de la isla, así que decidimos pasar ahí el día y buscar un mejor fondeo para la noche.

La playa -ciertamente muy concurrida- era bonita

y el snorkel fue maravilloso, montones de peces de cientos de formas y colores... hasta Roser y Pilar que no estaban muy dispuestas a perderse cerca de las rocas para disfrutar del espectáculo acabaron allí donde los peces eran más bonitos y abundantes para así poder comentar todos juntos la jugada al caer el sol... un día de los que justifican por sí solos un paseo hasta estas latitudes ¡me encantó Anse Dufours!


Para pasar la noche nos desplazamos hasta Anse Noir (0'3 millas!!!) y allí el fondo tampoco era maravilloso: hasta tres veces echamos nuestra ancla -esa que coge siempre a la primera- antes de quedar satisfechos.

Pasamos la noche junto a otro velero (nada de masificaciones) y al llegar el nuevo día yo pude cumplir uno de mis sueños.

Hay gente que tiene sueños muy grandes -de esos que hacen avanzar el mundo o de esos que sirven para que te etiqueten de snob- pero tan bien son válidos otros sueños más chiquitos. Yo -desde que empezamos a ver palmeras- soñaba con tumbarme debajo de una de ellas, sola, con un buen libro, y pasar una tarde leyendo sin nada más en que pensar o que hacer.

Así que después de haber pasado la mañana nadando, después de comer y cuando llegó la hora de la siesta, me preparé la bolsa estanco y me eché al agua


y allí estaba yo, en una playa preciosa, con los niños jugando a mi alrededor

así que busqué una buena palmera y sin más fui feliz



2 comentarios:

ADOLFO dijo...

GRACIAS INFINITAS GRACIAS POR PERMITIRNOS A LOS Q SEGUIMOS ESTA AVENTURA VIAJAR A ESOS LUGARES CON USTEDES......BELLAS FOTOS Y BELLOS PARAJES....UN ABRAZO DESDE CHILE

Anónimo dijo...

Precioso. Gracias por esta lectura (:

Algún día haré lo que ahora mismo solo puedo soñar.

Un gran abrazo desde Madrid.