Y ya
es tiempo de relatar nuestra primera navegación, que no pasaba de
ser un test para ver qué tal lo de volver al mar y qué tal las
cosas por estos lares.
Acompañados
por Pedro y Pía, teníamos por delante una semana que prometía y un
único objetivo más o menos claro: nuestros amigos querían llegar a
Caleta Porcelana y bañarse en sus termas naturales; pues dicho y
hecho: rumbo a Porcelana.
Salimos
de Castro después de un desayuno de esos que te tienen un ratito
sentado a la mesa y ¡albricias! si el día anterior habíamos tenido
viento del norte que nos obligaba a usar el motor, ese día teníamos
viento del sur.. que nos obligaba a usar el motor.
Fue un
día de navegación larga y un poco pesada (a rato la vela arriba, la
mayor parte con el motor ronroneando) que nos permitió llegar a
Dalcahué (42°23S 73°38W -con corriente en contra-; allí empezamos
a estudiar dónde echar el ancla (estaba lleno de pesqueros de todos
los tamaños) o a quién abarloarnos, cuando nos pasó otro velero
-bandera chilena- como una exhalación y se amarró a una boya que
quedaba libre. Al momento empezarón a poner defensas y a hacernos
señas para que nos abarloáramos a ellos (qué majetes).
Terminada
la maniobra nos explicaron que navegaban habitualmente por la zona y
que más tarde se pasaban al Alea a tomar un vinito. En la charla,
además de darnos mucha información sobre los fondeos que
visitaríamos durante la semana, dónde encontrar boyas, mareas,
truquillos... nos explicó que las boyas normalmente están para el
uso del primero que las coja pero que era simpático poner unas
defensas para “invitar” a abarloarse a quien pudiera necesitarlo
que normalmente es un pescador (dueños naturales de las boyas que
para eso son los que están trabajando todo el día!).
El
destino del día siguiente -siempre apuntando a Porcelana que está
en la costa continental- fondeamos de nuevo en Mechuque (42°18'8 S
073°15'5 W), en un día que lo mismo llovía que salía el sol, con
tiempo para pasear por el pueblo (objetivo principal: comprar pan).
Dejamos
el dinghy en la rampa donde desembarca el ferry y fuimos a pasear sin
prisa por un pueblo que nos enamoró por lo bonito, lo sencillo, lo
acogedor.
Las
casas sobre palafitos -menos famosas que las de Castro, también
bonitas-
una
tienda que me recordó las del pueblo de mi madre (Ares del Maestre,
precioso rincón de Castellén) y la señora que la atendía igualita
que la Rosalía de mi infancia.
Tenía
bastantes cosas... pero nada de pan
Seguimos con el paseo y descubrimos nuestra casa favorita de la isla (bastante ruinosa; de esas que despiertan nuestro espíritu albañil).
Visitamos
el centro de artesanías donde no había mucha artesanía pero donde
compramos un par de empañadas de manzana -riquísimas-, mermelada
casera -para chuparse los dedos- y un brebaje de verduras -en la
cajita ponía una lista de ingredientes más larga que haya visto
jamás- que acabó en un guiso de carne con papas que nos dejó más
que satisfechos!
Felices
y con la tripa llena, al día siguiente dimos el salto hasta el
continente; la travesía sin novedad (de nuevo en su mayor parte a
motor) si no fuera porque en un momento Johan vió salir un chorro
inconfundible de agua no lejos de la proa
-ballenas!!!
Salí
disparada a proa con la cámara convencida de que si conseguía hacer
un pequeño vídeo después Johan sería capaz de sacar de ahi una
buena foto. De repente todos dieron un grito (la ballena salió del
agua y nos enseño su hermosa cola) y no acerté al botón del vídeo,
pero ¡milagro! Al revisar la cámara resultó que había hecho una
foto preciosa!!!
Con
los ojos aún sorprendidos, antes de caer la tarde, llegamos a Estero
Bonito (42°08'0 S 072°34'40W). Todavía tengo que acostumbrarme a
esto. Estábamos prácticamente en el punto donde la carta marcaba la
entrada y no se veía absolutamente nada (bueno, sí, montañas, no
se veía entrada ninguna) pero ¡tachín! ahí se abría una bahía
protegida y pequeña con una gran boya y que quedó prácticamente
llena sólo con nuestra presencia.
El
entorno era bonito como el nombre del estero: algunas casas que en
aquel momento parecían deshabitadas, unas cuantas vacas poniendo la
banda sonora, el agua tranquila... cenita y a dormir!
Alrededor
de las 02h de la madrugada oímos un ruído, Johan salió a echar un
vistazo y ¡sorpresa! un velero estaba entrando en la bahía (dónde
no parecía caber nadie más) y decía que iba a echar el ancla
(¿¿¿???) más o menos a 10 metros de nuestra proa. Empezamos los
dos a dar voces para pedirles que se abarloaran a nosotros y
olvidaran la idea del ancla. Se abarloaron pero proa a popa -en
contra de nuestras indicaciones- y con un humor un poco agriado (¿a
quién se le ocurre llegar a una caleta donde las cartas indican que
sólo cabe un barco a las dos de la madrugada?) nos fuimos a
dormir... o a intentarlo.
Con el
viento subiendo y el otro velero empujando de costado, empezamos a
golpear con fuerza a la boya. Nos levantamos e intentamos poner
defensas que lo solucionaran; de vuelta a la cama. Más golpes, más
fuertes. Nos levantamos y acortamos el cabo de la boya; de vuelta a
la cama Más golpes. Nos levantamos a pasar el cabo de la boya por el
frente, en la roldana del ancla... se hizo de día y decidimos salir.
Siguiente
destino ¡caleta Porcelana!. Ya nos habían avisado que cuando el
viento general es del norte, en el fiordo que entra hasta Porcelana
es del sur (cosas de los encañonamientos entre las altas montañas),
lo que no nos habían dicho era que cuando la marea sube (por lo
tanto entra agua en el brazo, cosa que nos hacía esperar corriente a
favor entrando) la corriente es saliente ¿¿?? la explicación
podría ser que el agua que entra es más fría y por lo tanto entra
por debajo haciendo que la caliente más superficial tome un rumbo
saliente. En fin, que tocó entrar a motor y con corriente en contra
pero el paisaje nos tenía tan entusiasmados que no reparamos
demasiado en ello.
Al
llegar, fácil amarre a una boya (42°27'77S, 072°26'99W) y ya con
todo preparado para los prometidos baños fuimos a la granja que se
avista desde el fondeo.
No
había nadie así que decidimos subir y solucionar el tema del pago
de las termas a la bajada; en el camino nos cruzamos con la pareja
que gestiona la zona y nos comentaron que al ver llegar el velero
habían ido a comprobar que todo estuviera limpio en las pozas de
agua caliente. Precio: 7000 pesos por persona (unos 10 euros).
Descripción del lugar: MARAVILLOSO.
La
señora de la casa se ofreció a amasar pan y hornearlo para
vendérnoslo (dijimos que sí, desde luego) y nos aclaró que la
manguera que habíamos visto amarrada a una boya al llegar era una
manguera que recogía agua directamente del manantial y que era para
abastecer a los pescadores o veleros sin costo alguno. Así que para
redondear el día pudimos llenar los depósitos de agua!
Al día
siguiente, con el calorcito de las termas en la memoria, partimos
hacia el norte (esta vez corriente a favor pero sin viento) en un
entorno nublado y brumoso, otra cara de las imponentes montañas.
Como no había previsión de viento nos aventuramos en Quintupeu
(42°10'52S 072°24'52W) donde hay un fondeo de los de ancla y líneas
a tierra, impresionante, echamos el ancla en unos 20 metros y con 60
de cadena nos quedábamos apenas a 10 metros de tierra (calando
todavía más de 12) con una línea a cada lado de una cascada que
-con poca agua al final del verano- rompía a nuestra popa.
Ainsshhhh, qué cosita tan bonita.
Nuestra
primera experiencia con las líneas a tierra (algo que me tiene muy
pero que muy preocupada porque va a ser tarea mía y remo fatal,
escalo regular... menos mal que me defiendo con los nudos) la hicimos
con asistencia (o sea, que me limité a hacer fotos) ya que fueron
Pedro y Pía quienes se encargaron. Eligieron un par de arbolitos
aceptables y estábamos listos para disfrutar del paisaje.
Paseamos
con la auxiliar y aquí si puedo decir que la naturaleza me hizo
sentir con toda su fuerza lo pequeñitos que somos en comparación.
Por la
mañana aprendimos algo bien temprano. La idea de salir después del
primer café se vió postpuesta por imperativos de la naturaleza. Al
llegar el día anterior y elegir los puntos de amarre a tierra Johan comentó que había que hacer un lazo bien grande para poder desatar si la marea cambiaba, pero o no nos enteramos mucho o los nudos se resistieron y nada de lazo y as de guía (nos conformamos con un nudo pegadito al árbo) o la marea cambió demasiado porque por la mañana nuestros
cabos estaban a 6 metros de altura!. Johan con cara de "ya lo sabía" nosotros con cara de "madre del amor hermoso!" Dejamos subir el nivel y un par de horas más tarde Pedro nos liberó de los amarres!
En
unos días volveríamos a Quintupeu (es que nos dejó enamorados) y
probamos a amarrar a tierra siendo sólo nosotros dos (prueba
superada) y disfrutamos de un paseo hasta el fondo del fiordo (peor
fondeo, preferimos hacerlo con la auxiliar) y vimos el amanecer más
impresionante que recuerdo desde que empezamos a navegar: un sol
absolutamente rojo, una bruma que parecía llevarnos a un cuento de
hadas, unos colores que hicieron que el café se nos enfriara en las
manos mientras mirábamos sin poder dejar de mirar.
Tras
Quintupeu, visitamos Isla Pelada, un fondeo que no aparece en las
guías pero que nos recomendaron los chilenos del velero Mythos
(42°03'94S 072°28'81W). El rinconcito es precioso y permite dar un
buen paseo por tierra (que no siempre es fácil) pero es muy muy
pequeño. Hay que echar el ancla en 20 metros pero con solo 40 de
cadena ya estábamos con un fondo de 9 metros con marea alta. Bien
amarrados a tierra (fácilito esta vez) el único problema reseñable
es que tuvimos que adelantar unos metros cuando la marea bajaba
porque cada vez había menos agua bajo la quilla, en resumen, un buen
lugar para una paradita pero se entiende que las guías no lo hayan
reseñado como fondeo recomendable.
Y tras
Isla Pelada recalamos en Hornopirén, en el extremo norte del fiordo,
una ciudad que nos pareció pequeña pero bonita, comunicada con bus
con Puerto Montt, a los pies de impresionantes montañas con las
cumbres todavía nevadas. Amarramos a una boya que más tarde vimos
que era de un pescador, que para nada se quejó de que la hubiéramos
ocupado y que sencillamente se abarloó a otro pesquero. Hasta hoy
solo podemos hablar de amabilidad y ganas de ayudar de las gentes del
mar en Chile. ¡Esto promete!
En el
regreso hacia Puerto Montt para dar por concluida nuestra primera
incursión en la zona, paramos en isla Guar (41°42'22S 072°57'21W),
donde hay una piscifactoría -como en casi cada rincón de la zona- y
llegamos hasta el punto exacto que la guía señala como ideal para
fondear, muy cerquita de la playa. Ya nos ha pasado más veces, en
sólo 15 días, que exactamente en ese punto indicado como ideal hay
una boya que impide el fondeo al ancla... como la boya era pequeña
no nos fiamos demasiado (la hemos probado más tarde y sin problemas)
nos dirigimos a los pescadores para ver si abarloarnos a ellos por
una noche era una buena solución y nos indicaron otra boya -grande y
con un cabo muy robusto- a la que podíamos amarrarnos. Yo no soy
(tengo que decir no era, jeje) muy buena pescado cabos de boyas así
que estaba un poco nerviosilla, nada raro, y me concentré en la
tarea: Johan me dejó en el punto perfecto y ¡milagro! Recogí el
cabo a la primera; emocionada lancé el bichero a la cubierta para
hacer firme el cabo a la bita y ¡zas! el bichero dió en la
auxiliar, rebotó y salió disparado al agua (sniff, sniff) y se fue
sin demora llevado por la corriente. Con la autoestima (la mía,
Johan todavía se ríe) por los suelos y con un bichero menos
pasamos la última noche de la primera expedición... y regresamos al
puerto base
¿por
qué no seguimos ya rumbo sur? Bueno, pues porque el pactor (el módem
que nos permite disponer de internet a bordo, con el recibimos y
enviamos mails pero sobre todo con el que recibimos la meteo) dejó
de funcionar hace unas semanas. Lo hemos enviado a Alemania de donde
lo recibimos debidamente reparado hace solo unos días. Así que con
el pactor funcionando, la estufa Dickinson instalada, nuevos tanques
para diesel (llevamos algo más de 500l), la compra del super lista
para los próximos 6 meses... partimos de la marina hace hoy 7 días.
Escribimos
esta crónica desde Mechuque ya en camino; a partir de ahora no
sabemos cuándo dispondremos de buen internet para enviar fotos (esto
es maravilloso y nos gusta compartir) pero prometemos -si la señal
del pactor nos deja trabajar en estas latitudes- enviar una crónica
semanal y nuestro equipo en tierra la subirá al blog para poder
compartirla
Solo
decir que desde ahora cualquier comunicación tendrá que ser a
través del mail -sailingalea@yahoo.es- porque los comentarios
directos en el blog (que nos encantan) o los mensajes/comentarios en
facebook no podremos leerlos hasta no sabemos cuando.
Aprovecho
la ocasión para responder a un par de cuestiones que quedaron
pendientes en comentarios de otros post
- las guías que utilizamos para las rutas generales (para planear las travesías largas) son World Cruising Routes de Jimmy Cornell y Ocean Passages and Landfalls de Heikell y O'Gray.
- Las guías para navegación en Chile Patagonia y Tierra de Fuego de Rolfo y Ardrizzi; Chile de O'Grady (ed. Imray)
Alguien
preguntó si era posible acompañarnos en algún tramo de la
travesía; la respuesta es, desde luego, que sí. Podéis consultar
la web pero os adelanto que desde noviembre estaremos en la zona de
Ushuaia/Puerto Williams/Cabo de Hornos/ Ventisqueros de la cordillera
Darwin.
Esperamos
poder compartir muchas más imágenes con vosotros, disfrutando del
invierno en uno de los lugares más increíbles del planeta.
1 comentario:
Qué bonita la historia... Algo parecido fue lo que hice años atrás y leyendo este post solo hacían que venirme recuerdos a mi memoria. Ese tipo de viajes son los que haces que te enrriquezcas culturalmente y que conozcas a gente de todo tipo. Para que te hagas una idea: conocí desde indígenas de la zona hasta grandes empresarios, como el responsable de la empresa Mesemar, que son los que se encargan de las señales marítimas y boyas. Una experiencia inolvidable que le recomiendo a todos los amantes de la navegación.
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