jueves, 26 de marzo de 2015

Probando, probando, una semana de navegación

Y ya es tiempo de relatar nuestra primera navegación, que no pasaba de ser un test para ver qué tal lo de volver al mar y qué tal las cosas por estos lares.
Acompañados por Pedro y Pía, teníamos por delante una semana que prometía y un único objetivo más o menos claro: nuestros amigos querían llegar a Caleta Porcelana y bañarse en sus termas naturales; pues dicho y hecho: rumbo a Porcelana.

Salimos de Castro después de un desayuno de esos que te tienen un ratito sentado a la mesa y ¡albricias! si el día anterior habíamos tenido viento del norte que nos obligaba a usar el motor, ese día teníamos viento del sur.. que nos obligaba a usar el motor.

Fue un día de navegación larga y un poco pesada (a rato la vela arriba, la mayor parte con el motor ronroneando) que nos permitió llegar a Dalcahué (42°23S 73°38W -con corriente en contra-; allí empezamos a estudiar dónde echar el ancla (estaba lleno de pesqueros de todos los tamaños) o a quién abarloarnos, cuando nos pasó otro velero -bandera chilena- como una exhalación y se amarró a una boya que quedaba libre. Al momento empezarón a poner defensas y a hacernos señas para que nos abarloáramos a ellos (qué majetes).
Terminada la maniobra nos explicaron que navegaban habitualmente por la zona y que más tarde se pasaban al Alea a tomar un vinito. En la charla, además de darnos mucha información sobre los fondeos que visitaríamos durante la semana, dónde encontrar boyas, mareas, truquillos... nos explicó que las boyas normalmente están para el uso del primero que las coja pero que era simpático poner unas defensas para “invitar” a abarloarse a quien pudiera necesitarlo que normalmente es un pescador (dueños naturales de las boyas que para eso son los que están trabajando todo el día!).

El destino del día siguiente -siempre apuntando a Porcelana que está en la costa continental- fondeamos de nuevo en Mechuque (42°18'8 S 073°15'5 W), en un día que lo mismo llovía que salía el sol, con tiempo para pasear por el pueblo (objetivo principal: comprar pan).

Dejamos el dinghy en la rampa donde desembarca el ferry y fuimos a pasear sin prisa por un pueblo que nos enamoró por lo bonito, lo sencillo, lo acogedor.

Las casas sobre palafitos -menos famosas que las de Castro, también bonitas-


una tienda que me recordó las del pueblo de mi madre (Ares del Maestre, precioso rincón de Castellén) y la señora que la atendía igualita que la Rosalía de mi infancia.


Tenía bastantes cosas... pero nada de pan


Seguimos con el paseo y descubrimos nuestra casa favorita de la isla (bastante ruinosa; de esas que despiertan nuestro espíritu albañil).



Visitamos el centro de artesanías donde no había mucha artesanía pero donde compramos un par de empañadas de manzana -riquísimas-, mermelada casera -para chuparse los dedos- y un brebaje de verduras -en la cajita ponía una lista de ingredientes más larga que haya visto jamás- que acabó en un guiso de carne con papas que nos dejó más que satisfechos!


Felices y con la tripa llena, al día siguiente dimos el salto hasta el continente; la travesía sin novedad (de nuevo en su mayor parte a motor) si no fuera porque en un momento Johan vió salir un chorro inconfundible de agua no lejos de la proa

-ballenas!!!


Salí disparada a proa con la cámara convencida de que si conseguía hacer un pequeño vídeo después Johan sería capaz de sacar de ahi una buena foto. De repente todos dieron un grito (la ballena salió del agua y nos enseño su hermosa cola) y no acerté al botón del vídeo, pero ¡milagro! Al revisar la cámara resultó que había hecho una foto preciosa!!!



Con los ojos aún sorprendidos, antes de caer la tarde, llegamos a Estero Bonito (42°08'0 S 072°34'40W). Todavía tengo que acostumbrarme a esto. Estábamos prácticamente en el punto donde la carta marcaba la entrada y no se veía absolutamente nada (bueno, sí, montañas, no se veía entrada ninguna) pero ¡tachín! ahí se abría una bahía protegida y pequeña con una gran boya y que quedó prácticamente llena sólo con nuestra presencia.

El entorno era bonito como el nombre del estero: algunas casas que en aquel momento parecían deshabitadas, unas cuantas vacas poniendo la banda sonora, el agua tranquila... cenita y a dormir!


Alrededor de las 02h de la madrugada oímos un ruído, Johan salió a echar un vistazo y ¡sorpresa! un velero estaba entrando en la bahía (dónde no parecía caber nadie más) y decía que iba a echar el ancla (¿¿¿???) más o menos a 10 metros de nuestra proa. Empezamos los dos a dar voces para pedirles que se abarloaran a nosotros y olvidaran la idea del ancla. Se abarloaron pero proa a popa -en contra de nuestras indicaciones- y con un humor un poco agriado (¿a quién se le ocurre llegar a una caleta donde las cartas indican que sólo cabe un barco a las dos de la madrugada?) nos fuimos a dormir... o a intentarlo.

Con el viento subiendo y el otro velero empujando de costado, empezamos a golpear con fuerza a la boya. Nos levantamos e intentamos poner defensas que lo solucionaran; de vuelta a la cama. Más golpes, más fuertes. Nos levantamos y acortamos el cabo de la boya; de vuelta a la cama Más golpes. Nos levantamos a pasar el cabo de la boya por el frente, en la roldana del ancla... se hizo de día y decidimos salir.


Siguiente destino ¡caleta Porcelana!. Ya nos habían avisado que cuando el viento general es del norte, en el fiordo que entra hasta Porcelana es del sur (cosas de los encañonamientos entre las altas montañas), lo que no nos habían dicho era que cuando la marea sube (por lo tanto entra agua en el brazo, cosa que nos hacía esperar corriente a favor entrando) la corriente es saliente ¿¿?? la explicación podría ser que el agua que entra es más fría y por lo tanto entra por debajo haciendo que la caliente más superficial tome un rumbo saliente. En fin, que tocó entrar a motor y con corriente en contra pero el paisaje nos tenía tan entusiasmados que no reparamos demasiado en ello.


Al llegar, fácil amarre a una boya (42°27'77S, 072°26'99W) y ya con todo preparado para los prometidos baños fuimos a la granja que se avista desde el fondeo.



No había nadie así que decidimos subir y solucionar el tema del pago de las termas a la bajada; en el camino nos cruzamos con la pareja que gestiona la zona y nos comentaron que al ver llegar el velero habían ido a comprobar que todo estuviera limpio en las pozas de agua caliente. Precio: 7000 pesos por persona (unos 10 euros). Descripción del lugar: MARAVILLOSO.




La señora de la casa se ofreció a amasar pan y hornearlo para vendérnoslo (dijimos que sí, desde luego) y nos aclaró que la manguera que habíamos visto amarrada a una boya al llegar era una manguera que recogía agua directamente del manantial y que era para abastecer a los pescadores o veleros sin costo alguno. Así que para redondear el día pudimos llenar los depósitos de agua!

Al día siguiente, con el calorcito de las termas en la memoria, partimos hacia el norte (esta vez corriente a favor pero sin viento) en un entorno nublado y brumoso, otra cara de las imponentes montañas. 





Como no había previsión de viento nos aventuramos en Quintupeu (42°10'52S 072°24'52W) donde hay un fondeo de los de ancla y líneas a tierra, impresionante, echamos el ancla en unos 20 metros y con 60 de cadena nos quedábamos apenas a 10 metros de tierra (calando todavía más de 12) con una línea a cada lado de una cascada que -con poca agua al final del verano- rompía a nuestra popa. Ainsshhhh, qué cosita tan bonita.




Nuestra primera experiencia con las líneas a tierra (algo que me tiene muy pero que muy preocupada porque va a ser tarea mía y remo fatal, escalo regular... menos mal que me defiendo con los nudos) la hicimos con asistencia (o sea, que me limité a hacer fotos) ya que fueron Pedro y Pía quienes se encargaron. Eligieron un par de arbolitos aceptables y estábamos listos para disfrutar del paisaje.






Paseamos con la auxiliar y aquí si puedo decir que la naturaleza me hizo sentir con toda su fuerza lo pequeñitos que somos en comparación.


Por la mañana aprendimos algo bien temprano. La idea de salir después del primer café se vió postpuesta por imperativos de la naturaleza. Al llegar el día anterior y elegir los puntos de amarre a tierra Johan comentó que había que hacer un lazo bien grande para poder desatar si la marea cambiaba, pero o no nos enteramos mucho o los nudos se resistieron y nada de lazo y as de guía (nos conformamos con un nudo pegadito al árbo) o la marea cambió demasiado porque por la mañana nuestros cabos estaban a 6 metros de altura!. Johan con cara de "ya lo sabía" nosotros con cara de "madre del amor hermoso!" Dejamos subir el nivel y un par de horas más tarde Pedro nos liberó de los amarres!


En unos días volveríamos a Quintupeu (es que nos dejó enamorados) y probamos a amarrar a tierra siendo sólo nosotros dos (prueba superada) y disfrutamos de un paseo hasta el fondo del fiordo (peor fondeo, preferimos hacerlo con la auxiliar) y vimos el amanecer más impresionante que recuerdo desde que empezamos a navegar: un sol absolutamente rojo, una bruma que parecía llevarnos a un cuento de hadas, unos colores que hicieron que el café se nos enfriara en las manos mientras mirábamos sin poder dejar de mirar.




Tras Quintupeu, visitamos Isla Pelada, un fondeo que no aparece en las guías pero que nos recomendaron los chilenos del velero Mythos (42°03'94S 072°28'81W). El rinconcito es precioso y permite dar un buen paseo por tierra (que no siempre es fácil) pero es muy muy pequeño. Hay que echar el ancla en 20 metros pero con solo 40 de cadena ya estábamos con un fondo de 9 metros con marea alta. Bien amarrados a tierra (fácilito esta vez) el único problema reseñable es que tuvimos que adelantar unos metros cuando la marea bajaba porque cada vez había menos agua bajo la quilla, en resumen, un buen lugar para una paradita pero se entiende que las guías no lo hayan reseñado como fondeo recomendable.






Y tras Isla Pelada recalamos en Hornopirén, en el extremo norte del fiordo, una ciudad que nos pareció pequeña pero bonita, comunicada con bus con Puerto Montt, a los pies de impresionantes montañas con las cumbres todavía nevadas. Amarramos a una boya que más tarde vimos que era de un pescador, que para nada se quejó de que la hubiéramos ocupado y que sencillamente se abarloó a otro pesquero. Hasta hoy solo podemos hablar de amabilidad y ganas de ayudar de las gentes del mar en Chile. ¡Esto promete!






En el regreso hacia Puerto Montt para dar por concluida nuestra primera incursión en la zona, paramos en isla Guar (41°42'22S 072°57'21W), donde hay una piscifactoría -como en casi cada rincón de la zona- y llegamos hasta el punto exacto que la guía señala como ideal para fondear, muy cerquita de la playa. Ya nos ha pasado más veces, en sólo 15 días, que exactamente en ese punto indicado como ideal hay una boya que impide el fondeo al ancla... como la boya era pequeña no nos fiamos demasiado (la hemos probado más tarde y sin problemas) nos dirigimos a los pescadores para ver si abarloarnos a ellos por una noche era una buena solución y nos indicaron otra boya -grande y con un cabo muy robusto- a la que podíamos amarrarnos. Yo no soy (tengo que decir no era, jeje) muy buena pescado cabos de boyas así que estaba un poco nerviosilla, nada raro, y me concentré en la tarea: Johan me dejó en el punto perfecto y ¡milagro! Recogí el cabo a la primera; emocionada lancé el bichero a la cubierta para hacer firme el cabo a la bita y ¡zas! el bichero dió en la auxiliar, rebotó y salió disparado al agua (sniff, sniff) y se fue sin demora llevado por la corriente. Con la autoestima (la mía, Johan todavía se ríe) por los suelos y con un bichero menos pasamos la última noche de la primera expedición... y regresamos al puerto base

¿por qué no seguimos ya rumbo sur? Bueno, pues porque el pactor (el módem que nos permite disponer de internet a bordo, con el recibimos y enviamos mails pero sobre todo con el que recibimos la meteo) dejó de funcionar hace unas semanas. Lo hemos enviado a Alemania de donde lo recibimos debidamente reparado hace solo unos días. Así que con el pactor funcionando, la estufa Dickinson instalada, nuevos tanques para diesel (llevamos algo más de 500l), la compra del super lista para los próximos 6 meses... partimos de la marina hace hoy 7 días.

Escribimos esta crónica desde Mechuque ya en camino; a partir de ahora no sabemos cuándo dispondremos de buen internet para enviar fotos (esto es maravilloso y nos gusta compartir) pero prometemos -si la señal del pactor nos deja trabajar en estas latitudes- enviar una crónica semanal y nuestro equipo en tierra la subirá al blog para poder compartirla

Solo decir que desde ahora cualquier comunicación tendrá que ser a través del mail -sailingalea@yahoo.es- porque los comentarios directos en el blog (que nos encantan) o los mensajes/comentarios en facebook no podremos leerlos hasta no sabemos cuando.


Aprovecho la ocasión para responder a un par de cuestiones que quedaron pendientes en comentarios de otros post

  • las guías que utilizamos para las rutas generales (para planear las travesías largas) son World Cruising Routes de Jimmy Cornell y Ocean Passages and Landfalls de Heikell y O'Gray.
  • Las guías para navegación en Chile Patagonia y Tierra de Fuego de Rolfo y Ardrizzi; Chile de O'Grady (ed. Imray)

Alguien preguntó si era posible acompañarnos en algún tramo de la travesía; la respuesta es, desde luego, que sí. Podéis consultar la web pero os adelanto que desde noviembre estaremos en la zona de Ushuaia/Puerto Williams/Cabo de Hornos/ Ventisqueros de la cordillera Darwin.

Esperamos poder compartir muchas más imágenes con vosotros, disfrutando del invierno en uno de los lugares más increíbles del planeta.


1 comentario:

Germán dijo...

Qué bonita la historia... Algo parecido fue lo que hice años atrás y leyendo este post solo hacían que venirme recuerdos a mi memoria. Ese tipo de viajes son los que haces que te enrriquezcas culturalmente y que conozcas a gente de todo tipo. Para que te hagas una idea: conocí desde indígenas de la zona hasta grandes empresarios, como el responsable de la empresa Mesemar, que son los que se encargan de las señales marítimas y boyas. Una experiencia inolvidable que le recomiendo a todos los amantes de la navegación.