viernes, 29 de abril de 2011

Kassos



Salimos de Khalki y el viento volvió a mostrarse un poco esquivo; parecía que iba unas 6 horas por delante de nosotros pero seguíamos sin animarnos a salir de madrugada para "pescarlo"


Johan y Pilar estudiaron la meteo y la ruta; como el viento soplaba del N parecía que lo mejor era mantenerse en la cara norte de Karpathos y evitar que la isla nos hiciera de pantalla y nos robara el poco viento que había y además -como al día siguiente la previsión era de 0 viento- posiblemente lo mejor fuera ir directos a Kassos (63 millas) aunque eso significara saltarnos la visita a Karpathos (no nos habían hablado especialmente bien del puerto aunque la foto del derrotereo a mí me parecía muy majeta) y pasarnos todo el día en el mar.

A Pilar y a Johan parecía no asustarles la idea de 12 horas de navegación -todo lo contrario- y a mí... pues ¡adelante!



Empezamos con motor y vela pero pronto se estableció un buen viento que nos permitió dar descanso a la máquina: Pilar a la rueda tenía esa carita que tantas veces le he visto a Johan en iguales circunstancias. No parecía cansarse. Johan estuvo todo el tiempo trimando un poquito aquí un poquito allí, arrancándole unas decimillas a la corredera.



Hacía solecito y disfrutábamos de la navegación (yo con mi libro en la mano) como si el paraíso no fuera -o no neceistara ser- más que esto!



Yo, para estar a la altura de las circunstancias y del nivel de competencia que se respiraba a bordo, decidí hacer unas lentejas con albóndigas de carne. Estábamos MUY esocrados, pero ¿esto es navegar, no? así que me puse a ello.

La cocina del Alea es estupenda. Está situada el "pasillo" que va del salón al camarote de popa (tenemos bañera central) así que dispone de dos bancos grandes y cómodos; en uno está la cocina, el fregadero, la cocina; a su espalda -sobre el motor- una gran mesa de trabajo. Con esta disposición siempre se puede cocinar con la espalda apoyada en algún sitio (tengo también una barra para cogerme/atarme pero no la he usado nunca) así que la teoría es buena y parece fácil, pero...

La olla de presión en marcha -con su sofrito, sus especias, sus lentejas- y yo, espalda firme en la caja del motor, venga: que si la carne picada, que si el ajo, que si el poquito de perejil -de mi propia maceta!- que si hacer las bolitas, que si freírlas (esto lo más difícil, porque aunque tengo unas sartenes de esas altas, luego se queda ahí el aceite caliente y me gusta regular, tengo que estudiar el tema). Total, que en un ratito y mientras en cubierta seguían filosofando sobre los vientos, yo tenía unas lentejas listas para servir y estaba más cansada que si hubiera subido el Himalaya sin xerpa de apoyo.

¿os acordáis de que íbamos MUY escorados? pues nada, sacar los platos -de loza, que no nos gusta vivir siempre con platos de plástico- y hacer equilibrios para servir las raciones. Eso sí, ¡nos quedó la cosa fenomenal!

Y justito en el momento de empezar a comer ¡el viento cayó en picado -vamos que nos quedamos parados- y la escora desapareció por completo! O sea, que si me hubiera esperado una horita para cocinar habría sido como hacerlo amarrados a un pantalán, grrrrrrrr, cosas del mar



Seguimos con la vela y el motor, a ratos solo a vela. Hablando, dejándonos acariciar por la brisa, disfrutando de la puesta de sol, hasta que cayó la noche sobre el Alea.



Alrededor de las 21h. vimos no sin dificultad la luz roja que indicaba la bocana del puerto; en el último momento Johan decidió que mejor recogíamos las velas antes de entrar, así que nos aproamos y yo le pedí que me dejara recoger el génova (algo que NUNCA hago) y me dijo que sí.
Antes de recoger ni un metro le dije que algo no iba porque no podía recoger. Lo normal habría sido que él viniera a ver (normalmente el "problema" es que me falta músculo) pero ese día decidió ir a proa a ver si pasaba algo en el tambor del enrollador y fue en ese momento cuando vio que la luz roja de la entrada del puerto (bueno, esa y todas las luces del pueblo) iban y venían ¡escondiéndose detras del perfil de un rompeolas!

Carrera hasta la bañera y cambio de rumbo YA, en el plotter no aparecía el espigón y tampoco había noticias al respecto en el derrotero; pusimos el rádar (sí, debería ser costumbre siempre que arribamos a puerto de noche, y es algo que solemos hacer, pero a veces la confianza te juega estas malas pasadas) y ahí estaba el espigón

¡menudo susto!




Entramos en puerto con los nervios un poco alteradillos y vimos con alivio que quedaba un único amarre libre pero ¡cachis! el barco que había en el muelle tenía tendidos unos amarres que ocupan todo el espacio. Nos acercamos a ellos e intentamos llamar su atención. Cuando finalmente aparecieron y les pedimos que retiraran el amarre que nos impedía ocupar la plaza libre, nos dijeron que ¡NO! que buscararmos otro lugar (no había) o que intentáramos meternos ahí con su cabo

Dimos unas vueltas, maldijimos a los de la motora y finalmente decidimos amarrar nuestra proa a su proa -y de ese modo el cabo no nos rozaría tanto el casco- ya que no teníamos otra opción

Nos ayudaron a amarrar y cuando Johan les preguntó porqué no podían poner el amarre que nos molestaba más corto nos dijeron que era MUY necesario cuando hacía mucho viento. Johan les pidió que nos ayudaran a poner un spring y ellos contestaron que no hacía ninguna falta porque no iba a hacer nada de viento ¡¡¿¿??!! En fin, que estadísticamente nos tocaba encontrar un griego poco amable, supongo.



finalmente amarrados 36º24'8N 026º55'4
calado 5m



A la mañana siguiente fuimos a hacer el papeleo a la guardia costera. Le comentamos lo de la luz del espigón -que no funcionaba- y nos dijo que, casualidades de la vida, se había fundido justo la tarde de antes. Tal vez para compensar nos perdonó un día de estancia (6 euritos) pero lo cierto es que la noche siguiente la luz de indicación seguía brillando, pero por su ausencia.



Como la previsión era de viento nulo, decidimos pasar el día paseando por Kassos, que la verdad sea dicha no tiene mucho que pasear, aunque se puede adivinar que en verano debe ser un lugar bastante más animado.



Eso sí, la isla dispone de un aeropuerto; paseando pudimos ver la pista de aterrizaje (propia de un juego de PlayMovil) corta, acabada en una curva, imposible de creer (y si me preguntáis a mí imposible de utilizar), y si no fuera porque habíamos visto llegar un avioncillo por la mañana habríamos pensado que era de broma!



Y el resto del tiempo se nos fue en charlar, disfrutar del sol de invierno, de alguna cervecita, del bienestar que supone estar con buena gente





en resumen, encantados de la vida!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

vaya susto!!! casi se me sale el corazon de su sitio!!!

Anónimo dijo...

¡Enamorado me teneis con vuestro proyecto!

Cuando sea mayor me comprare un barco y hare lo mismo que vosotros. Aunque hay que tener dos bien puestos para dejar un buen trabajo estable y dedicarte a lo mas bonito del mundo, qu es NAVEGAR...

X.