martes, 23 de febrero de 2010

Paseando por Kea

Y como nos viene pasando desde que decidimos probar esto de navegar en invierno, después de la tormenta (léase ventolera) llega la calma. Así que el lunes, los disfraces de carnaval volvían a dormir en los armarios -o estaban metidos en la lavadora- y el sol volvía a brillar.
Decidimos que era un día perfecto para conocer algo de la isla y nos echamos a andar.



Cuando entramos en la bahía de Korisa, nuestro primer contacto con las Cicladas no nos produjo una impresión especialmente buena; el terreno mucho más seco de lo que habíamos visto hasta ahora, construcciones -acabadas e inacabadas- salpicando las laderas (hasta ahora todas las casas se integraban y se perdían en el paisaje; éstas -blancas las acabadas- llamaban necesariamente la atención). Pero no somos de los que se dejan llevar por la primera impresión... y vistas desde cerca tenían su gracia: todas blanquitas, de poca altura, respetando la vista de las demás, encaramadas en la ladera.
Eso sí, viajar en invierno implica el esfuerzo de imaginar qué serán esos paisajes en verano, cuando bajo las sombrillas se amontonen las toallas, suenen voces y risas por todas partes, las terrazas estén llenas de gente tomando algo, haya movimiento y trajín... porque ahora todo está como hipnotizado esperando el chasquido de dedos que lo despierte anunciando que empieza la temporada!



Pero siempre hay un algo de vidilla que hace que cada día, cada época del año sea especial. El día posterior al carnaval es festivo en Kea y se dedica -de una forma masiva- a hacer volar las cometas!!!



Actividad que sin duda está pensada para hacer felices a los niños pero que según pudimos comprobar complace especialmente a los padres...






En todas las islas -eso ya lo hemos visto en las guías- hay una cuidad-capital (pueblito blanco) que como también vamos comprobando siempre está encaramado en lo más alto de la más alta montaña del lugar.
Esta ciudad-pueblito recibe el nombre de Hora o Chora o Jora... según las guías y la pronunciación.
La Chora de Kea está a 5 km del puertecito. Nos dijeron que andando se tarda unas dos horas y media en subir -es muuuuy cuesta arriba- y algo más de una hora en bajar -que siempre es más fácil-. No hay autobueses, en invierno no hay turistas y los del lugar tienen todos vehículo, y los taxis sólo están a la hora de la llegada del ferry. Nos quedaba andar (mejor reservarnos para la bajada) o hacer autostop... y en menos de diez minutos nos había parado el coche de la maestra de la escuela de primaria que nos llevó hasta arriba con una charla entrañable en un inglés no mucho mejor que el mío!






La Chora de Kea es un lindo pueblito encaramado en la montaña, lleno de callejuelas de piedra, parcialmente encaladas, con apenas gente






Pronto nos quedó claro que no todos los de la isla tienen vehículo propio... o por lo menos no de tracción mecánica .





Y no fue un único burrillo aislado el que vimos, sino varios. O sea, que esto que veíamos era verdad, era la vida de cada día en una pequeña isla de 1.600 habitantes, cuando el turismo aun no ha llegado... no era una "turistada" era lo que de verdad hay cuando nadie mira.








Después de tomar un riquísimo café griego (que viene a ser igualito a un café turco aunque es impensable decirlo en voz alta por aquí) preguntamos por la famosa figura del gato-león-felino que hay por los alrededores. La señora del bar -después de enseñarnos la foto de sus hijos- nos indicó el camino -precioso, verde, florido como si la primavera ya estuviera aquí- y así llegamos a la famosa figura.








Es una talla que data de hace 2600 años y que impresiona por su sencillez y su perfecto estado de conservación.







Y al fondo, Kea, preciosa, subida en su montaña, con el mar al fondo, dibujándose al sol




En un entorno de un verde que no se adivina desde la playa





Y empezamos a bajar para volver al Alea. La bajada era más agradable pero no hizo falta caminar demasiado; a penas medio kilómetro más allá nos paró una joven extrovertida y divertida que no paró de hablar hasta que llegamos al puerto, y que se despidió con una sonrisa no sin antes enseñarnos la foto de sus niños!!

6 comentarios:

Captain Teach dijo...

Este año me va a dar miedo comenzar a escribir. Estas poniendo el listón muy alto

Náufrago dijo...

Qué suerte poder disfrutar de esos magníficos lugares y de sus gentes, de esos oasis cada vez menos numerosos a los que todavía, gracias a Dios, no ha llegado el turismo de masas

silvia dijo...

Ya sabes, Alberto, viniendo de tí es más que un cumplido

Náufrago, la gracia es que no estamos visitando ningún lugar recóndito, dentro de unos meses aquí no cabrá una aguja, la cosa es que somos tan "carne de masa" que no solo vamos todos a los mismos sitios sino que lo hacemos en el mismo momento. ahora las playas no invitan al baño, pero el entorno bien vale una visita, aunque sea invierno!

rom dijo...

"Esta ciudad-pueblito recibe el nombre de Hora o Chora o Jora... según las guías y la pronunciación."

Ya sabes que me chiflan estos detalles.
Quizás venga de la palabra "coro" que en griego precisamente se pronuncia algo así como "jorós" (χορός), más que nuestra jota inicial es una h aspirada.
Su sentido era agrupación de hombres, mujeres y niños, o sea, un pueblo. :-))
Los griegos fueron los primeros en utilizar coros (en su sentido ya musical) en sus obras de teatro ...

Esto... se me vá la olla ¿verdad?, jajajaja

Saludos

Anónimo dijo...

hola pareja, es un placer viajar con vosotros desde la fila cero,es decir con la imaginación, porque desde mi oficina vuestros viajes me permiten ver lugares que nunca hubiese visto. GRACIAS

silvia dijo...

Hola Rom, cómo me gusta lo que me escribes y que increíble es saber que de mis palabras nacen inquietudes y curiosidades con las que yo ni siquiera había soñado...
Supongo que tienes muchísima razón porque Chora se transcribe en griego tal y cómo tú has escrito Coro!!! en cuanto encuentre un letrerillo le hago una foto y te lo paso para comprobar que mi memoria no falla!