jueves, 8 de octubre de 2009

Amarrar con un cabo a tierra

Pues hoy toca mirar atrás y recordar esas aguas cálidas y cristalinas!!!

Creo -bueno, estoy segura- que tanto Johan como yo hemos aprendido un montón durante este verano (y lo que nos queda por aprender!!!) y que lo que en octubre me parece normal en junio me parecía ciencia ficción... o cine de terror

Johan me había explicado que en Turquía -donde él ya ha navegado- es habitual que en algunas calas en lugar de fondear sin más, se eche el ancla y se amarre por popa con un cabo largo a tierra, normalmente a un árbol.

La primera vez que entramos en un fondeo donde había barcos amarrados de esta forma fue en Abelike y yo me sentí completamente incapaz de hacer mi parte para que la maniobra saliera bien: todavía no domino -en absoluto- la rueda del timón y me da pánico la idea de quedarme sola a bordo con el barco "en marcha"; no estaba segura 100% de mi habilidad haciendo ases de guía; ¿nadar hasta un árbol? ¡JA!; ir con la auxiliar hasta la costa y buscar un árbol ¿YO? pero si no siempre soy capaz de poner en marcha el motor fuera borda (bueno, ahora casi siempre sí), no soy una experta remadora, tengo miedo de no saber atar a Aleita, de pincharla si la meto en las rocas, de, de...

En Abelike fondeamos sin más

Pero hay otras circunstancias en las que no queda más remedio que ir a atar la popa a tierra en lugar de amarrarse al muelle. Hay lugares (fondeos pero también algunos amarres "normales" en alguna isla) en los que no puedes acercar el barco más de 8, 10 metros de la pared porque hay rocas, pero en los que hay anillas o estacas preparadas para amarrar... pero con un cabo largo.

Y llegó el día en que no quedó elección y tocó ir a amarrar a la estaca

¿con Aleitao a nado?


Definitivamente, yo a nado, con un estilo peculiar, poco estiloso pero efectivo, con un cabo largo (inicialmente teníamos un único cabo de unos 70 metros y usábamos un par de amarres unidos, ahora ya tenemos dos cabitos adecuados para este menester), espero en popa la orden del capitán, que con un AHORA me señala el momento de saltar.



y para allá que me voy, segura de que el barco no se me irá encima -que para eso me cuida el capi-, confiada en mi capacidad de hacer un as de guía -que he hecho muchos cursillos sobre la materia-, sabiendo que a bordo todo está controlado, nado hacia el árbol de turno (esto del árbol es la modalidad más difícil porque además de nadar hay que subir hasta el dichoso tronco y me siento como si estuviera en un triathlon)




A unir mi cabo a los que llegaron antes en la estaca



o en busca del anillo que está en mejor disposición según el viento que sople




Y ahí nos quedamos, en compañía



o en solitario

foto cortesía de Joan Rocabert


Y os preguntaréis si nos ha pasado alguna anécdota relacionada con este lindo sistema de fondeo/amarre

Pues claro, faltaría más.

La primera vez, en Mandraqui, en la isla de Hydra -mi primera vez- me lancé feliz (y descalza y sin gafas) segura de saber cumplir con mi misión. Al llegar a las rocas mi miopía me permitió adivinar que había erizos, pero no fui capaz de esquivarlos a todos y todavía conservo un recuerdo de ese día en el dedo gordo del pie izquierdo!!!

Un día más tarde (calzada pero sin gafas... tengo que graduarme unas para nadar) me lancé en Spetses y me sentí feliz de saber evitar a tanto erizo como adivinava bajo mis pies. Poco después vi horrorizada como Johan se acercaba a echar un vistazo a mi as de guía ¡descalzo!!!
bien, parece que aquí lo que para mí eran erizos en verdad no pasaba de ser vegetación inofensiva (eso sí, oscura, redondita...)

Y como no, lo que primero se ata, después hay que desatarlo (para esto sí hemos tenido amables voluntarios durante el verano). La primera vez estudiamos muy bien la situación. Como éramos cuatro a bordo, yo me tiraría al agua, desataría primero un cabo, después el otro y alguien a bordo esperaría a que yo bajara de las rocas, llegara al agua y me arrastraría con el cabo para que yo no tuviera que nadar hacia un barco que ya se estaría alejando y recogiendo cadena (hacía bastante viento y lo de esperarme quietecitos no era muy viable)... pues no sé si la idea era dejarme en tierra o si los nervios nos jugaron una mala pasada, pero en cuanto deshice el nudo vi como el cabo era recogido con una eficacia inaudita... y yo en tierra... menos mal que pude llegar a bordo

Y otra noche, en Spetses, con un viento importante y unos vecinos mal amarrados la cosa se puso fea y tuvimos que salir por piernas a las 3 de la madrugada... con el consiguiente chapuzón a esas horas intenpestivas y sin la luna que me ayudara a diferenciar mi cabo del de los vecinos... pero esta es historia para otro momento.

Y como si una cosa puede tener dos utilidades mejor que si tiene una sola, hemos descubierto que el cabito a tierra puede servir para muchas cosas



para encontrar el camino sin necesidad de dejar miguitas de pan




para llegar a tierra con la auxiliar sin necesidad de motor ni de remos



para llevar a tierra la cámara de fotos sin que se moje ni una gota (que hay quien no se fia de las bolsas estancas)


o para jugar a ¿quién toca el cabito? y es que las ganas de reir y disfrutar no tienen edad y el que no encuentra una excusa para ello es porque no quiere!!!







Desde Holanda, pero con un día inauditamente soleado, os cuento más cosas muy pronto



2 comentarios:

Unknown dijo...

Silvia, Johan...
Que alegría el volver a encontraros, aunque estéis tan lejos.
Con más calma os escribo para contaros mi última aventura en la cual aun estoy sumergido.
Un fuerte abrazo y me alegro muchísimo que ya estéis viviendo sobre el mar.

silvia dijo...

Hola Jan!!!!!!!!!!!!
qué ilusión más grande reencontrarte después de tanto tiempo... esperamos con ganas esas aventurillas que tienes que explicarnos.
esperamos de corazón que los caminos no vuelvan a separarse
besos