miércoles, 21 de octubre de 2009

Aegina. Punto de partida

Durante el verano Aegina ha sido nuestro punto de partida para la mayoría de los amigos que han venido a pasar sus vacaciones con nosotros. Todos volaban hasta Atenas; desde el aeropuerto hay un autobús que llega directamente hasta el Pireo, puerto desde el que zarpan los ferrys que comunican la capital con las islas. Desde ahí hasta Aegina hay apenas 40 min. -si eliges el hidrofoil o ferry rápido y al que nosotros llamábamos cariñosamente "la cucaracha"- o algo más de una hora si optas por el más lento y el precio ronda los 14 euros... y desde el primer día podíamos empezar a descubrir las islas del Argosarónico.




La isla tiene un puerto en el norte -donde llegan los ferrys y donde hemos establecido nuestra base- y otro chiquito en el sur en el que no es fácil encontrar sitio... Tiene un templo bien conservado -Aphaia- que se puede visitar fácilmente -hay un autobús que pasa cada media hora-, varias playas a las que se podía llegar a pie desde donde estaba amarrado el Alea, unas calas estupendas en el sur donde pasar unos buenos ratos.

En los alrededores del puerto, el pueblecito es muy agradable, tiene muchas tiendas, restaurantes, bares... es lugar de visita habitual de los atenienses durante el fin de semana, porque al fin y al cabo, tienen un trocito de paraiso a poco más de media hora de su casa.

Y como hemos estado más de una vez, y más de dos... es normal que nos hayan pasado más aventurillas en esta isla que en otras, pero ¡es que nos ha pasado de todo!!

Hay un pequeño puerto deportivo y justo a su lado las instalaciones municipales -esas que nos cuestan alrededor de 5 o 6 euros diarios- y nosotros nos quedamos con las segundas.

Hay un muro que da al paseo principal del pueblecito y unos pantalanes -reservados para pequeños barcos locales- en los que podían amarrar tres o cuatro barcos en el extremo. Ahí amarramos la primera y la segunda vez...



Johan estaba en el baño cuando oyó gritos junto a nuestro barco y me gritó
- Silvia, sube rápido, pasa algo
Eché a correr y cuando estaba a mitad de las escaleras -o sea, nuestros cuatro peldaños- un fuerte golpe me tiró contra la pared. Salí y vi un barco literalmente empotrado contra el Alea. Era un barco de charter patroneado por un grupo de polacos. Después supimos que el capitán tenía sobrada experiencia -profesor de vela ligera- y que había errado -MUCHO- en sus cálculos y sin querer -desde luego- había golpeado el lateral de nuestro barco con la popa del suyo.
Johan subió al momento, buscamos los daños... y los encontramos



Supongo que visto así no parece demasiado (es la manchita gris, pintura de emergencia hasta que podamos repararlo en condiciones), es una abolladura pero si el barco hubiera sido de poliéster a saber hasta donde habría llegado el disgusto! El mayor problema es que no sabemos si el golpe ha roto la pintura en el interior -un desastre porque sería un punto en el que podría empezar a haber problemas de óxido- y el dichoso golpe está ¡en el baño!
Para acceder a él tenemos que desmontar el baño (todo sellado para hacerlo estanco), desmontar el tanque de aguas negras y quitar el aislante... aggrrrrrrr... tarea number one cuando volvamos a bordo.
El patrón del "atacante" vino a bordo con los papeles de su seguro, compartimos una cerveza y llegamos a un acuerdo amistoso, intercambiamos mails y prometimos llamarnos si algún día navegamos por aguas polacas. Yo me pasé todo el rato llorando como una magdalena.
Al día siguiente lo vimos desayunar con una cerveza; tal vez ahí radica el fondo del problema.

Lo cierto es que ese amarre en concreto no es de los más fáciles, pero en las dos horas siguientes un barco holandés nos golpeó la puntita de la proa y un charter con tripulantes de Servia estuvo a punto de hacernos comer su ancla...



Como hay que aprender de las experiencias, prometimos no volver a amarrar en los extremos de esos pantalanes. Si no había sitio en el muro fondearíamos hasta que alguien se fuera.

Esta solución también tenía su aquel porque habíamos visto que era muy habitual que se cruzaran las cadenas y que al levantar el amarre te levantaran también tu ancla (el puerto tiene una forma un poco circular y no siempre es fácil "apuntar" el ancla en línea recta a tu puesto de amarre), pero parecía un mal menor.




Lo normal cuando llegas a amarrar es que todos los vecinos corran a la proa y empiecen a decirte que justo ahí, justo cuando ibas a apretar el botón para dejar caer tu ancla, está la suya -nosotros también lo haríamos, desde luego.

Cuando nos pasó lo que voy a contaros estábamos tranquilos; como pasamos dos días sin movernos, nuestros vecinos habían cambiado y nuestra ancla no podía estar sobre ninguna de las de los nuevos.

Cuando llegó el momento de irnos no tardé en ver que con nuestra cadena estábamos levantando la de un vecino... la maniobra a seguir -si no tienes un aparatito muy útil para estos menesteres- es pasar un cabito por la cadena que has pescado manteníendola en alto y así puedes sacar la tuya de debajo, así que yo me puse a la rueda (horror!!) y Johan, con Alex y Juan, se pusieron a la tarea.

En cuestión de cinco minutos estábamos listos para seguir, peeeero... una segunda cadena estaba sobre la nuestra y -os lo creáis o no- la historia se repitió hasta una cuarta cadena.





Más de una hora estuvimos para poder salir de allí, todos los barcos llenos de gente que nos miraba -unos curiosos, los de lejos, otros serios, los dueños de las cadenas a quienes estábamos levantando el ancla- nosotros ya saludando, a lo estrellas de Hollywood...

Aunque parezca mentira nuestros dos vecinos de la derecha habían dejado caer el ancla a su izquierda y los de la izquierda a su derecha... la ley de Murphy elevada a la enésima potencia.



Pero cuando nos acordamos de Aegina, nos acordamos de la imagen de su iglesia presidiendo el puerto, de las musakas que nos comimos, del mercado de pescado, de las cervecitas... un lugar al que volver!




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Información para navegantes

1.- El precio de la estancia en la zona municipal es el mismo que en el resto de Grecia; para nosotros 5 euros, siempre pagando por la entrada 5 euros extras
2.- en el muro que da al paseo hay puestos para conectarse al agua y electricidad. Hay que comprar una llave que te da acceso. Pagas 10 euros reembolsables y te cobran 20 en concepto de saldo... pero si no insistes mucho no te devuelven nada de ese saldo aunque nosotros sólo necesitábamos agua y no gastamos más de dos eurillos para llenar el tanque y endulzar la cubierta.
3.- es un buen lugar para llenar la despensa. Hay varios y buenos supermercados, fruterías, mercado de pescado.
4.- hay una tienda náutica que te trae materiales de Atenas en un plis plas... o tienes el ferry con el que puedes ir y venir en sólo una mañana
5.- hay un montón de restaurantes en los que comer a partir de 15 euros por persona

1 comentario:

Nautijorge dijo...

Hola Silvia y Johan.
El tema de las anclas podía haber sido peor si en lugar de cuatro fuese como el chiste que dice:
En un exámen de patrones el examinador pregunta...
-¿Cuantas anclas lleva un barco?
El examinado contesta raudo...
-Once.
El examinador extrañado pregunta...
-¿Por qué once?
El examinado
-Porque siempre se dice... ELEVEN anclas...
Sí, el examinado suspendió, lo mismo que yo por contar este chiste tan malo...je,je.
Saludos desde Galicia.