Nos dimos un día más de respiro y esperamos para seguir camino.
A lo largo de esta travesía estamos teniendo muchos “días de espera” que normalmente son días no solo ventosos sino también lluviosos por lo tanto sin mucha posibilidad de hacer actividades al aire libre (ni caminar, ni remar, ni ná de ná). ¿Nos aburrimos? en líneas generales no -aunque sí hay días en que uno se sube por las paredes- pero tenemos que reconocer una cosa es desear días y días de lectura y relax y otra tener días en que la lectura y el relax no son elección sino imposición (climatológica). Pero sí, se nos ocurren muchas cosas peores.
Además, siempre encontramos alguna distracción; Johan ahora mismo está en plena tarea de restaurar la mesa del salón que estaba muy deteriorada; hay que pegar, lijar, barnizar y en ello estamos... (si calculáis que los tiempos de secado en este clima son casi eternos, veréis que va para largo).
El día que teniamos que dejar atrás Broodje Cakeje sabíamos que la tarea de desatar iba a ser lenta y laboriosa con tanto cabo y tanta ancla, así que elegimos un destino a solo 20 millas.
El día amaneció ¡BLANCO!, una nevada impresionante y bella, bella!
Es “divertido” tener que vaciar la auxiliar de nieve antes de empezar a remar, tener que quebrar con los remos la capita de escarcha que cubre la bahía.
La naturaleza en Chile es generosa con quien se pasea por aquí: mientras limpiábamos la nieve un lobo de mar (grandecito) nadaba alrededor del dinghy mirándonos con curiosidad y sin chispita de recelo (casi podíamos tocarlo con la mano); desde una rama cercana teníamos otro espectador, un martín pescador.
Mientras remaba un par de patos me iban abriendo camino...
¿frío? pues claro, a ratos, recogiendo los cabos las manos se nos quedan heladas, la nariz hecha estalactita, pero tenemos buena ropa y las orejas siempre calientes debajo del gorro (el gorro es IMPRESCINDIBLE), tres calcetines sobre los pies, más capas que una cebolla, pero, ay! no lo cambio por nada.
Los ratos dentro del velero nunca son fríos, no tenemos pereza a la hora de poner la estufa (desde que nos levantamos hasta la hora de ir a la cama) y la temperatura interior siempre es de unos 20-21° que no están nada mal. La estufa Dickinson está siendo en verdad la reina de la travesía, aunque cuando navegamos, la Webasto que funciona con el motor es absolutamente genial porque solo con el rato que el motor está en marcha para atar cabos y demás es suficiente para caldear el ambiente y llevarlo a esos 20° que la Dickinson solo tiene que mantener.
Pero sigamos. El camino hacia la caleta Jaime (52°11'00S 73°17'20W) -el punto más al sur antes de empezar a subir hacia Natales- fue nublado pero sin lluvia.
si
aprendes a mirar bien... hay glaciares escondidos en cualquier
ladera, de un azul inconfundible.
Llegando hacia el fondeo el tiempo empezó a ponerse feito y racheado (rachas de 30-35 nudos), con lo que la maniobra pintaba dificililla. Podíamos echar ancla frente a la playa y olvidarnos de los cabos o buscar un recodo escondido y dos buenos árboles. Sí, nos fuimos al recodo.
Es un lugar muy frecuentado por pescadores y los árboles son buenos y accesibles. Al cabo de un ratito llegó nuestro primer vecino y él nos echó un tercer cabo a tierra.
Otra vez requeteatados y en mitad de una tormenta de nieve... nos fuimos a ver una película. Buff, cómo nos está curtiendo esto de los canales.
1 comentario:
Qué envidia! Las fotos son preciosas!!!
Cuidaros y seguir contándonos vuestras aventuras por estos mares.
Salut!
Oriol
Publicar un comentario