sábado, 4 de junio de 2011

Rumbo al Argosarónico


Aquí estamos de nuevo (en tiempo real ya en el Jónico) viviendo un montón de experiencias que tengo tantas ganas de compartir que a ratos me apetece saltar capítulos para poder explicaros lo que nos pasó esta semana (que ha sido... interesante!) pero todos y cada uno de los episodios de este viaje son importantes y cada uno a su manera único, así que no me queda más que ponerme las pilas para adelantar rápido y llegar al presente; cualquier día lo consigo.


Pero dónde nos habíamos quedado ¡ah, sí! en el calendario a finales de marzo, en el espacio, en Monemvasia, durmiendo después de una travesía larga...

Nos levantamos alrededor de las 13.00h y después de desayunar/almorzar nos fuimos a dar un paseito.
Monemvasia -el puerto donde estábamos amarrados- no es en realidad Monemvasia sino Yefira. Monemvasia es en realidad una roca (al estilo de Gibraltar) que preside el pueblecito en el que nos encontrábamos. Fuimos paseando hasta los pies de la roca y vimos un hotel precioso al que daban los últimos toques antes de la abrir en la nueva temporada; como hacía sol y estábamos cansados decidimos no ir más allá, pasear por Yefira, comprar algo de pan y regresar al Alea.




Cuando llegamos al barco, nos visitó la guardia costera para indicarnos que había una previsión de fuertes vientos del norte (f7/8) y que aquel puerto no era el mejor de los lugares para pasar el temporal (en Yefira/Monemvasia se puede amarrar en la marina -gratis como nos indicó la guardia costera porque consideran que está en construcción- o en el antiguo pantalán del ferry, al norte, o fondear frente a este último; según la guardia costera ninguna de las posibilidades es recomendable si hay tormenta con viento norte) y que nos aconsejaban buscar otro refugio.

Preguntamos si Kiparissi podía ser un buen lugar y nos comentaron que sinceramente lo mejor que podíamos hacer era poner rumbo a Pto Helli (este nos lo conocemos y es perfecto para pasar cualquier temporal), así que a las 18h dejábamos puerto para seguir rumbo al norte.

Al navegar junto a la cara sur de "la roca" descubrimos por qué todo el mundo dice que no te puedes perder una visita a Monemvasia. En la montaña se esculpe un precioso pueblo de piedra que no vimos en la oscuridad de la noche al llegar y que ahora se nos escapaba de los dedos...

¡intentaremos volver!



Como siempre teníamos la caña de pescar con el reclamo en el agua y como siempre ahí no picaba absolutamente nada. Al caer el sol Johan me comentó que iba a recogerla -para no tener el peligro de pescar de noche cuando sólo uno estuviera de guardia- aunque ese era el mejor momento del día justo cuando cae el sol y bla, bla, bla.... psssssssssssssssssssssss
mientras me explicaba las artes de pesca y comentaba nuestra poca suerte ¡había picado un pez!
corrimos a la línea, yo preparé la red, empezamos a recuperar hilo y en un ratito pudimos ver un superpez; teniendo en cuenta que hasta ahora siempre que hemos pescado un pez ha sido de unos dos kilos y al sacarlo del agua siempre hemos gritado ¡4 kilos, 4 kilos! suponemos que este debía pesar unos 5 kilos porque los dos gritamos ¡10 kilos, 10 kilos! y digo suponemos porque cuando estaba ya ahí, justo en la popa
plink
el hilo ser rompió y el pez (llevándose consigo nuestra rapala azulita núm 10) se nos escapó!

El viento durante la travesía nos permitió ir bastante rato a vela pero estaba rolón e incómodo y a eso de las 23.00h había desaparecido; aprovechando que estábamos pasando frente a Kiparissi decidimos que era un buen lugar para descansar y pasar la noche ya que el viento no se esperaba hasta el día siguiente por la tarde.

Kiparissi es un lugar precioso (ladera verde de una montaña con una pequeña aldea a los pies) en el que se puede fondear y que tiene en la parte norte de la bahía, un pequeño muro en el que se puede amarrar. Ahí pasamos la noche (36º59'07N 22º59'9E, calado 5'2) rodeados de barquitas de pesca y de ahí salimos bien temprano para llegar a puerto a buena hora. También un lugar para repetir que por su configuración parece ser estupendo casi para cualquier viento... otra vez será.

El viento -que se anuncia fuerte- es más bien flojillo y decidimos probar por fin nuestro piloto de viento. En el Alea hay muchos elementos que tienen nombre propio (el motor se llama "Choquero", las placas solares son las "niñas" de la casa, el piloto automático es sin duda "la jefa") pues bien, el piloto de viento se llama Charlotte!

El ingenio consite en un mecanismo que permite llevar el timón del barco simplemente por la fuerza del viento que actúa sobre una pala que a su vez está conectada con una segunda pala que está en el agua. El movimiento que generan se lleva hasta la rueda del timón mediante un sistema de cabos y poleas y como por arte de magia, el viento gira, la pala que está al aire se inclina y con ello mueve la que está en el agua, que a su vez mueve los cabitos y como si de un misterio se tratara giran la rueda... sin gastar ni un amperio!













Lo cierto es que Johan estuvo ajustando el cabito azul, tirando del cabito amarillo, modificando los grados... y el invento funcionó la mar de bien. El problema es que al ratito el viento cayó completamente y tuvimos que recogerlo todo y volver a los medios mecánicos para llegar a puerto.

Y de nuevo ahí estaba Puerto Helli, tal vez no el más bonito de los lugares pero con un encanto propio, para nosotros la sensación de volver a casa después de dos años de periplo... estábamos cerrando un círculo!




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