Aquí estamos de nuevo para explicar nuestro paso por Lampedusa.
En la pared del salón tenemos un mapamundi que miramos y miramos… en él aparece la isla de Lampedusa como apenas una motita de polvo!!!
Cuando unos vecinos de pantalán nos dijeron que ellos vivían en Lampedusa mi primera impresión fue de incredulidad porque me pareció que allí no se cabía (yo tengo estas cosas… a veces, jeje)
Lampedusa está a unas 90 millas náuticas de Monastir y a una distancia similar de Malta. Sin embargo es una isla italiana. Está habitada por unas 4500 personas y vive principalmente del turismo por lo que en la época en la que la hemos visitado parecía un poquito una isla desierta, con la mayoría de comercios y restaurantes cerrados. La otra ocupación básica es la pesca. El tercer aspecto más destacable -y podríamos decir que en estas semanas el de mayor importancia- es la inmigración. La isla dispone de un centro para la acogida de inmigrantes ilegales (según algunas fuentes de prensa se denomina Centro de Primera Acogida, según otras directamente Centro de Identificación y Expulsión) en el que actualmente hay alrededor de 2500 inmigrantes y que el gobierno italiano quiere habilitar para 6500 personas (superando con creces el número de habitantes).
Las gentes de Lampedusa temen que este centro acabe con el turismo y el gobierno ve el enclave como un lugar perfecto ya que los inmigrantes no tienen donde escapar…
Así que esa islita en la que yo pensaba que no iba a caber el Alea está llena de gente, de conflictos humanos, de vida al fin y al cabo.
Lo cierto es que nuestra experiencia fue muy grata. Sí vimos manifestaciones en contra de la ampliación del centro, una presencia impresionante de distintos cuerpos de policía… pero nuestras horas las compartimos con los pescadores de los barcos vecinos, paseando por las calles casi desiertas del invierno sin turismo, disfrutando de una de las aguas más limpias y transparentes que he visto hasta ahora y de los atardeceres mágicos.
Es una pena, sin embargo, saber que esa otra realidad está ahí a la vuelta de la esquina.
Llegamos a Lampedusa a las 2 de la mañana (después de que Johan hiciera él solito toda la navegación porque a mi me tocó día de mareo) y tuvimos ciertas dificultades para conseguir amarrar. Disponemos de imágenes de los puertos a los que vamos a ir de Google Earth que son de gran ayuda, pero llegar de noche no es -normalmente- la mejor opción porque hasta ahora no siempre encontramos alguien al otro lado de la radio para darnos las instrucciones necesarias.
Nos costó un poquito entendernos con las autoridades del puerto pero finalmente amarramos al muelle y nos dedicamos a dormir y dormir.
Cuando nos despertamos ya había llegado el Fidelity (un velero inglés que compartía pantalán con nosotros en Monastir) y nos invitaron para tomar algo a las 7 con ellos, todos los días conocemos a alguien! Vino y dulces para la primera noche en Italia.
Paseamos por las casi desiertas calles de Lampedusa, compramos dulces típicos, nos asustamos con los precios de la comida (que bien vivíamos en Túnez!), encontramos a un carabinieri que hablaba un castellanos casi perfecto (novia catalana), intentamos hacer los trámites de entrada en Europa (nos dijeron que no era necesario hacer nada: somos europeos y Lampedusa es italiana, nos recordaron, ya no estábamos en África), charlamos con los responsables de un centro de conservación de biología marina (en la isla es posible avistar ballenas, tienen un programa de protección de las tortugas marinas)… y sin darnos cuenta se nos pasó el día.
Esa misma noche llegaron otros vecinos de Monastir. La familia francesa que viaja en el Dhamma con sus dos hijos. Los reencuentros siempre son agradables y la sensación de que vamos creando una red de amigos es cada día mayor.
El tercer día de estancia en Lampedusa se anunciaba con viento fuerte del oeste, que era poco recomendable para el lugar en el que estábamos amarrados. Pasamos buena parte del día consultando previsiones meteorológicas, hablando con gentes de la zona y con la guardia costera y finalmente nos recomendaron que siguiéramos en el mismo enclave pero anclados en lugar de amarrados a muelle.
Fue la primera vez que utilizábamos el ancla y la maniobra fue bien -aunque a mi todavía me asusta todo lo que hacemos por primera vez-; soltamos unos 40 metros de cadena (llevamos 100), el ancla agarró en el fondo de arena y tiramos un par de cabos largo por popa hasta el muelle… y a pasar la noche.
No hubo problemas pero el viento era realmente fuerte y la previsión no era de mejoría sino todo lo contrario; el barco se movía (parecíamos un sonajero), así que finalmente a la mañana siguiente decidimos adentrarnos en el puerto de pescadores y buscar mejor refugio.
Junto a un barco de la polizia di finanze había un buen lugar para amarrar y nos dieron permiso a condición de que estuviéramos localizables por si llegaba el otro barco de la policía que ocupaba normalmente ese lugar. Al cabo de unos minutos empezaron a llegar barcos de pesca que amarraban para pasar un par de días sin faenar a causa del tiempo. Primero fue uno. Después otro que se abarloó al primero. Un tercero… y así hasta cinco. Entre ellos y el Alea quedaba un hueco de unos 15 metros, hasta que llegó otro pesquero que debía medir 14 y que se encajó magistralmente en el espacio libro ¡casi estábamos pegados!
Así conocimos a Mássimo (tunecino con el nombre “italianizado”) a Fathi y a otros pescadores. Compartimos con ellos charla y café de pie junto a los barcos. Les preguntamos dónde era posible comprar pescado porque a pesar de todos los que faenaban por allí todas las pescaderías estaban cerradas. Nos explicaron que en invierno no había demasiado comercio abierto y que las capturas se destinaban a Sicilia o a la península italiana… pero nos regalaron un plato de salmonetes frescos como para quitarte la respiración!!!
Al día siguiente nos invitaron a comer con ellos en su pesquero: espacios pequeños (cocina, salón y cama en a penas unos metros) y trabajo duro. Esa es su vida y nos dejaron entrar en ella por un ratito. La hospitalidad fue estupenda, tanto que nos pareció que estábamos comiendo en el mejor de los restaurantes: pescado fresco frito, tomate con huevo especiado a la tunecina y pan para mojar… cinco tenedores, sin embargo no deja de ser duro imaginar a cinco hombres faenando y conviviendo en aquellas condiciones.
Por la tarde vinieron a tomar café con nosotros y al ver las cañas de pescar (con las que aún no hemos pescado nada), Fathi quiso ver los aparejos que teníamos y a la vista de nuestra inexperiencia nos ayudó a montar los anzuelos y nos dio unas lecciones teóricas que todavía no hemos puesto en práctica.
Hablamos de sus condiciones de vida, de las distintas artes de pesca, de los sueldos, de los sueños de un futuro mejor para sus familias, de mil cosas que son las que nos vienen a la cabeza cuando pensamos en la isla: porque cuando miras atrás lo que resulta realmente importante son las personas que has ido conociendo, mucho más que los paisajes que han enmarcado esas relaciones… y Lampedusa ha sido un lugar rico en contactos y eso la hace especial.
Les habíamos pedido la previsión del tiempo a nuestros vecinos de amarre de la policía. Amablemente nos la trajeron a bordo a las tres de la tarde. Todo apuntaba que era un buen momento para poner rumbo a Malta así que en un plis plas (cada vez lo hacemos mejor y más deprisa) estibamos el barco y a las cuatro levantábamos el ancla, embocábamos la salida del puerto y dejábamos atrás a esa isla italiana, a sus pescadores, sus aguas transparentes y nos encaminábamos a Malta, nos esperaba una navegación nocturna y un nuevo país al final de la noche… la magia de vivir viajando.
3 comentarios:
Hola a los dos.
Os doy las gracias por trasladarnos vuestras vivencias y sensaciones para los que estamos aquí en tierra. Nos anima a que en algún momento de nuestra vida tomemos una decisión tan valiente como la vuestra.
Vuestra derrota va a pasar por las Islas Eolias o Eólicas. Es un conjunto de Islas singular y muy interesante. Una muy buena elección. En el pasado mes de Junio estuve por allí con el velero Picamares (del naútico de Valencia).
Si queréis información al respecto estaré encantado de proporcionarosla.
En fin, os deseo lo mejor y os animo a seguir mandándonos esta brisa de optimismo con vuestras crónicas.
Buen viento y mejor proa.
Jorge
Hola Jorge
Qué ilusión recibir un mensajito tuyo. Te cuento. Estuvimos durante un montón de meses en Valencia restaurando el Alea (seguro que nos viste en más de una ocasión) y nos encantaba pasear por los pantalanes.
En estos paseos hemos estado montones de veces delante del Picamares porque nos encantaba el barco. Recuerdo que el año pasado dejamos de verlo por unas semanas… y ahora sabemos que estabas en Sicilia!!!
Cualquier info que nos puedas dar acerca de las Eólicas será más que bienvenida
Nuestro mail es sailingalea (arroba) yahoo.es
¡Qué lástima que no nos hayamos conocido estando ahí! Me habría encantado ver tu barco por dentro… pero seguro que nuestras proas se cruzan en algún lugar y esa vez la cerveza estará fresquita en la nevera.
Saludos
Hola Rula
Gracias por los remedios para el mareo. Lo cierto es que nos hemos dado cuenta que me pasa cuando salimos del puerto con mala mar y me pilla el meneito mientras recojo las defensas y demás. Si salimos tranquilos y se levantan olas cuando yo ya estoy tranquilamente sentada en la bañera, todo va mejor.
Tengo las pulseritas y la verdad es que de todos los remedios que me habían recomendado son las más efectivas. La biodramina no está mal pero me deja la cabeza como hueca.
También llevo unas gotas que se llaman Stugeron y que funcionan bastante bien.
Eso y atiborrarme a galletas maría o tostadas durante el viaje… manita de santo.
Un besote y gracias por seguirnos
Hola! lo que más me llama la atención es el papel protagonista que juega la metereología en vuestras vidas. Y el buen rollo que existe entre todos los que vivís en el mar. En tierra todo es más seco y distante.
Un beso. Y a ver cuando nos informáis de vuestra vida en Malta.
Jose
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