martes, 16 de febrero de 2016

Puerto Williams, de todo un poco

Aquí estamos apurando el último mes de estancia en el sur del mundo, alternado entre Puerto Williams, Ushuaia, fondeos escondidos, fondeos concurridos... felices de estar aquí, felices de estar preparando el siguiente paso, un poquito añorados de dejar estos paisajes aun sabiendo que vendrán otros que también nos harán felices.

Os cuento un poco más de Puerto Williams, aquí, en el fin del mundo


Puerto Williams, además de ser la puerta del Cabo de Hornos -para los amantes del mar- es el punto de partida para un maravilloso trekking alrededor de los Dientes de Navarino -para los amantes de la montaña- y es un lugar con mucho encanto.

Vista aérea de Puerto Williams, Micalvi al fondo
Como ya hemos explicado otras veces, el Micalvi, es una marina original en la que el “pantalán” no es otra cosa que un barco dejado varar que hace de punto de amarre y que acogía al más famoso bar de navegantes... que actualmente es solo una sala donde consultar internet y compartir un rato, sin bebidas porque ya no es un bar


Pero estar aquí amarrado, a veces, puede ser estresante!. Voy a intentar explicar lo de estresante. En los meses de temporada alta por estas latitudes, el Micalvi está lleno de veleros que viajan a Cabo de Hornos, Antártica, Ventisqueros y que continuamente entran y salen, se llenan de pasajeros -que tienen que pasar sobre tres o cuatro barcos para llegar al suyo y que nos siempre son muy diestros a la hora de hacerlo; resultado: algunas malas caras, algún candelero roto, gente pasando por tu cubierta a las 2h de la mañana-.


Entonces pasa que uno de los veleros quiere salir y salvo que sea el último que llegó toca hacer una maniobra conjunta (él que se va dejaría a la deriva a los que están abarloados a él si lo hiciera sin más, hay que coordinar para que todo el mundo quede bien atado). No siempre es sencillo porque hay tres filas de veleros y en ocasiones hay que mover cuatro o cinco para que salga uno.


El velero azul quiere salir entre los otros dos porque no tiene suficiente calado para hacerlo por el exterior. Cabos por aquí y por allá, defensas, gente, risas, nervios... Micalvi's life.
Si a eso le sumamos que hubo al menos cinco días con el puerto cerrado y al menos tres grandes veleros, con los pasajeros a bordo, esperando para partir en cuanto se pudiera, que en la marina no cabe un alfiler, que hasta las boyas están llenas... los nervios estaban bastante a flor de piel.

La meteo parecía ir a mejorar y tres veleros querían salir, prácticamente todo el mundo tuvo que permanecer a bordo porque su partida suponía mover a unos cinco veleros. Día de espera conjunta. Nada. Decidieron salir a las 5 de la mañana (qué suerte para los vecinos, o sea, nosotros, jaja) Despertador a las 4'30h para abrigarse bien que aunque el verano está resultando maravillosamente bondadoso son la temperatura -no con el viento- ese día, nevó por sorpresa.

nevada veraniega
Cuatro treinta de la mañana, casi toda la marina en pie. Tienen que salir dos veleros de la fila intermedia, nosotros en estamos justo en medio de ellos. Para eso deben dejar su amarre al menos dos veleros de la última fila (uno de los que parten es un gran catamarán) y nosotros debemos afirmarnos al siguiente velero.


Salen los dos veleros, sale el catamarán, sale el velero de la primera fila que quiere navegar, sale nuestro vecino -segunda fila- y nosotros afirmamos nuestro barco al siguiente, regresan los dos veleros que han tenido que salir para hacer espacio.

Todos estamos muertos de frío pero a las 6 de la mañana volvemos a estar tan ricamente en la cama. Cuando podemos... preferimos estar en la boya.

Al día siguiente prevemos que todo va a ser paz y tranquilidad: ya han salido todos los que querían salir -o eso pensábamos- y el día está calmado; ya no nieva y hasta ha salido el sol. No hay a penas viento. Decidimos ir a comer un menú del día después de un buen paseo para celebrar.

Cuando estamos en el segundo plato entra el comodoro de la marina a buscarnos (sí esto es tan pequeño que a poco que te busquen... te encuentran) y nos pide que volvamos porque después de tantos días con el puerto cerrado hay al menos cuatro barcos dando vueltas en la bahía esperando para entrar, dos de los amarrados quieren salir a las boyas y tenemos que mover el barco para que pueda poner un poco de orden y "reorganizar la flota". Se nos queda el plato en la mesa y corremos a maniobrar. Aprovechando la “gran movida” -la segunda en 12h- decidimos ir a la tranquilidad de la boya (eso sí, compartida con los amigos finlandeses del Manta, que esto sigue a rebosar) e iniciamos -por fin- unos días tranquilos en el maravilloso Puerto Williams.



El domingo amaneció inauditamente soleado (aquí el tiempo es de más cambiante) y aprovechamos para caminar. Johan ha sido un gran montañero... yo no soy una gran caminante pero a mi paso voy haciendo con alegría.

Objetivo Cerro Bandero, la primera parada dentro del circuito (más que recomentable) de los Dientes de Navarino.

Nos sorprendió no lo bonito -no esperábamos otra cosa- sino lo organizado del camino (bien señalizado, cuidado) que a nuestros ojos lo hacía más atractivo que los paseos por el famoso parque de Lapataia


Con un par de botellas de agua, un par de bocadillos y algo de fruta, iniciamos el paseo que debía durar entre cinco y seis horas al famoso cerro.




Aprovechando el maravilloso día y el hecho de que aquí es período de vacaciones escolares, nos cruzamos con varias familias, grupos de amigos y desde luego montañeros que estaban caminando arriba y abajo. Todo el mundo saluda, todo el mundo tiene una sonrisa, todo el mundo se para a comentar algo... genial



A ratos es estupendo cambiar el azul del mar por el verde de la montaña, y la verdad, si lo que uno busca es sentirse pequeño arropado por la inmensidad de la naturaleza... lo mismo que sirve el mar sirven los árboles


A las tres horas de camino cuesta arriba y calculando lo que quedaba por bajar... yo tiré la toalla en el primer mirador


Las vistas eran geniales, el día era genial, los bancos eran estupendos...

 
me di por satisfecha con esperar a Johan que emprendió en solitario el último tramo.


La bajada fue más rapidita y a la hora prevista estábamos de regreso y como no caímos en la tentación de celebrar con una cervecita. A estas alturas todavía no conocíamos ningún bar en Williams así que preguntamos y nos mandaron a uno que resultó ¡estupendo!

Una buena cerveza austral de barril y unas patatas fritas y estábamos en el paraíso



Y entre tanto hemos vuelto a Ushuaia, hemos vuelto a Williams.

Ahora, del 1 al 9 de marzo tenemos el reto de Cabo de Hornos (recordad que nos queda una plaza disponible... hay que darse prisa) y después... rumbo norte!

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