sábado, 19 de septiembre de 2015

Como si no quisiéramos llegar a destino... despacito, despacito


Hoy casi nos ponemos al día explicando nuestros últimos fondeos antes de amarrarnos en la marina de Micalvi en Puerto Williams. Porque todavía nos quedan lindos lugares que compartir!

Salimos de la caleta “sin nombre” (o sea, que no sale en las guías, que los locales seguro que la tienen bautizada) desde donde visitamos a las gentes del faro y es día sí, con poquito viento -de popa- y corriente a favor cruzamos la confluencia de brazos sin ningún problema.
 

Nuestro objetivo era llegar hasta el fondeo Ferrari en el fiordo Yendegaia. Es un lugar que ha sido muy popular entre los veleros -especialmente entre los belgas y holandeses- porque allí hay (había) una hacienda de la que se hacía cargo una pareja de “guardeses”, él chileno y ella belga. Ella llegó a bordo de un velero... y se enamoró del lugar y del chileno, así que cambió el mar por la tierra (además de cambiar de pareja) y hace años que se instaló en el lugar. Ellos tenían caballos y ofrecían, además de la hospitalidad que por aquí nunca falta en su hacienda, paseos a caballo hasta el glaciar, se podía comprar carne de vacuno... en fin, todo atractivos.
 
El fondeo (54°51'5S 068°48'9W) a nosotros no nos pareció muy espectacular (había bastantes rachas) y -lamentablemente- la pareja ha sido trasladada y la hacienda está actualmente deshabitada. Ya lo sabíamos, pero el lugar era tan nombrado que a pesar de que nos suponía un desvío rumbo norte de 4 millas decidimos hacerlo con la ilusión añadida de encontrar agua potable en las instalaciones
 
Pero no, ni una manguera, ni un grifo, ni un aljibe, no queda nada más que edificios abandonados sin puertas ni ventanas.
 
 
 
El paisaje era -como siempre- bonito pero no nos pareció suficiente motivo para quedarnos con aquella ventolera racheada que teníamos encima y volvimos a desandar las cuatro millas y buscar una de esas caletas en que te puedes atar bien por todos los lados, que se anunciaban días con viento
 
 
Nuestro destino: Caleta Eugenio (54°55'8S 068°29'5W) donde confiábamos encontrar un riachuelo.
 
En el camino -¡increíble!- nos pareció ver un mástil en el horizonte, miramos con los prismáticos y ¡sí! era un velero, el primero con el que nos cruzábamos navegando desde Chacabuco!!!!
 


Los llamamos por radio y estuvimos hablando con ellos un buen rato. Son una pareja a bordo de un precioso velero de acero que llevan 25 años en la zona. Nos contaron cositas, la más “preocupante” que la marina de Micalvi estaba completamente llena pero nos facilitaron un mail para que pudiéramos avisar de nuestra llegada; ellos se iban de vacaciones un par de meses a Natales (¡con la pareja que vivía antes en Yendegaia) así que nos reencontraremos en Williams allá por noviembre.
 
 
Llegamos sin problemas a Eugenio. Es un lugar con una entrada angosta pero muy practicable (bien señalada por el kelp) con dos bahías de la que solo se puede ocupar la primera porque la otra es pura playa con la marea baja.




Atamos el Alea con tres cabos a unos árboles estupendos y nos dimos por satisfechos, un buen lugar donde pasear, remar... y pasar un par de días
 


Por la mañana nos fuimos a ver el riachhuelo (que se oía desde la cubierta) pero el agua era lamentablemente marrón -como ron añejo- y decidimos que nos podía servir para fregar los platos o para higiene personal pero no para beber, así que a esa excursión siguió otra para conseguir nieve limpia (facilísimo) y volver a cocinar


Nuestra máquina de agua


En un ratito podemos hacer unos 15 litros de agua que como solo utilizamos para cocinar y beber nos aguantan sin problemas unos 3 días. Lo cierto es que nos ha supuesto más una distracción que un problema grave!

Lavando platos en la cubierta con agua del arroyo
 
A la mañana siguiente decidimos que la nieve nos ponía difícil lo de caminar pero no había problema para ir remando así que nos dedicamos por un par de horas a ejercitar pectorales!
 


Para nuestra sorpresa, pastando tranquilamente junto a uno de nuestros amarres había ¡un toro!
 

Fue como una especie de shock darnos cuenta de cuánto llegaba a sorprendernos la visión del rumiante, como estos seis meses por los canales han hecho que ver un delfín, un león de mar, cormoranes, patos, hasta pingüinos fuera algo cotidiano y normal... y ver una vaca se hubiera convertido en una novedad.
 

Lobos de mar tostándose al sol


El fondeo dejaba a las claras que estábamos acercándonos de nuevo a la civilización, porque si el toro nos sorprendió ni contaros cuando en un momento dado nos sobrevoló un helicóptero.... sin comentarios.
Dos días más tarde decidimos seguir nuestro rumbo -cada vez más lento, como queriendo no llegar- hasta un nuevo fondeo del que nos separaban a penas unas millas, así que recogimos todos los cabos, levamos el ancla y nos fuimos a Santa Rosa, donde había otra hacienda y por lo tanto una nueva posibilidad de llenar los tanques de agua (porque seguía nevando pero ni chispita de lluvia).
 
 
 
Llegamos al fondeo (54°54'1S 068°09'7) al que se accede por una entradita muy pero que muy chiquita (yo cada vez me asusto menos de las cosas) que da paso a una caleta casi cerrada, con una boya para amarrar el barco de los propietarios de la finca que deja espacio sin problemas para fondear libre, solo al ancla.
 


El fondeo es agradable, pero cuando bajamos a tierra lo encontramos todo cerrado, descuidado y bastante suciete... es mejor lugar para fondear que para pasear.
Eso sí, seguimos reencontrándonos con la fauna “normal” y un gatito hizo todo el paseo a nuestro lado (y os prometo que un gato me pareció algo bastante exótico)
 

Y como no vacas
 


y más vacas
 

También vimos esos árboles típicos de la zona peinados por el viento
 
 
 

De agua potable ni rastro!
Al día siguiente volvimos a apuntar al agujerito de acceso a la caleta y salimos de allí rumbo a otra parada que nos permitía atarnos con cuatro cabos porque la previsión de fuertes vientos para los siguientes días se nos venía encima
 
Ahí podéis ver el huequito de entrada al fondeo

 
Para llegar hasta allí se podía salir al canal principal (fácil) o zigzaguear entre las islas e islotes que salpican la costa norte de la isla Navarino (menos fácil especialmente porque Navionics sigue sin ser muy exacta en esta zona). Johan desde luego eligió lo menos fácil.... es que las guías hablan de que es una zona con una extrema abundancia de aves ¡y no nos lo íbamos a perder!
 
La verdad es que era impresionante ver cuántos pájaros y de cuántas clases había en el agua, cualquiera diría que tenían organizada una fiesta con happy hour!!!
 
 
 
 
Y así de entretenidos llegamos al siguiente fondeo, pero no os cansamos más por hoy.

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