sábado, 2 de mayo de 2015

zigzagueando

¡cuántas cosas caben en un viaje si les dejas espacio!

Ahí vimos como se alejaba Klaus, que cada tanto se agarra su kayac y se rema 30 millas arriba y abajo, y seguimos hacia Añihue (43°52S 073°03W), un fondeo que sólo marca uno de los tres libros que manejamos, que lo define como “good for all winds” pero con una entrada angosta (tiemblo cuando leo eso de las entradas angostas, rodeadas de piedras que a ratos velan y a ratos no).

El camino por nublado y lluviosillo no fue menos bonito, navegar en el lado de la cordillera tiene su premio, verte rodeado de montañas que no se acaban, a las que las nubes les roban la cima.






Nos aproximamos y en el último espacio recogido -sin viento- pero suficientemente amplio, bajamos el dinghy porque el fondeo era de los de cabos a tierra; la carta señala una entrada -de unos 10 m de ancho a lo más más- y dice que entres pegadito a la isla (pegadito es pegadito) así lo hicimos, con marea alta, y todo fue bien (yo ya solo me histerizo por dentro y al menos no pongo nervioso a Johan que como siempre está concentrado y capaz) y tocó echar el ancla (casi encima de la isla) y atar a tierra (con el culo casi en la montaña). Había que atar a las rocas y aunque puestos a elegir prefiero árbol, todo fue rápido y bien.


Y allí estábamos, en un rinconcito en el que apenas cabíamos, de verdad protegidos para cualquier viento que quisiera venir, una preciosidad.




Pasamos la tarde paseando por las rocas y haciendo cositas en la bañera; el sol que me regaló los últimos rayos de la temporada ya parecía haber dicho adiós, pero no hacía tan mal tiempo como para no poder disfrutar de las vistas y pasear... abrigados, pero se podía y no queremos dejar pasar ni una oportunidad.






Se aproximaba una baja presión para un día más tarde y aunque el sitio era perfecto para esconderse del viento, quisimos aprovechar que ese día podíamos navegar a vela sin problema y decidimos ir a la caleta Poza de Oro que se veía perfecta para aguantar el temporal si es que venía. Yo estaba un poco recelosa porque en la bajada teníamos que navegar un canal estrechito (canal refugio) y se me antojaba que el viento se podía encañonar. Recogimos cabos, levantamos el ancla, subimos la auxiliar a la cubierta e izamos las velas: rumbo sur.
En el canal todo fue genial (si acaso algo escasos de viento) pero ¡ay señor! La que nos esperaba al dar la curva.

El día estaba lluvioso pero los dos estábamos en la bañera. Dejamos atrás Refugio y nos dirigimos a Moraleda (el canal ancho y principal), en previsión de que el viento aumentara -es lo habitual- en el canal recogimos dos rizos y dejamos menos génova... afortunadamente. 40 nudos mantenidos con rachas de hasta 55 y una ola corta e incomodísima fueron el recibimiento de Moraleda. Puaj!!! ya no me acordaba que navegar a veces puede ser menos divertido.

Tuvimos que recoger el tercer rizo (nos aproamos un poquito y el anemómetro marcó 58) y dejamos un trapito de génova. Solo teníamos que navegar 12-15 millas antes de resguardarnos de nuevo y a más de 8 nudos de velocidad eso era poco y menos. Nos cruzamos con un mercante que iba hacia el norte como si en una montaña rusa se paseara. Ya alcanzábamos la esquinita que nos iba a librar del viento cuando vimos al mercante girar sobre si mismo y seguir nuestros pasos... ¡cómo puede ponerse el mar! El viento, a resguardo de la isla se quedó en 15-20 nuditos, todo bien, prueba superada. Navegamos otra hora antes de tomar el brazo que nos llevaba al fondeo, con el viento en contra pero la corriente a favor el camino, entre niebla y lluvia, se hizo corto y a pesar de que la entrada era nuevamente angosta, fue un descanso echar el ancla y ver que las rachas de 35 del canal no pasaban de 15 en el fondeo (44°08'8S 073°06'2W)... y nos regalamos un té calentito y por primera vez encendimos la estufa para ayudar a secar la ropa.


Por la noche, tras la cena, ya cada uno con su libro en la mano, Johan estaba intranquilo, Miguel, un argentino que tiene una rueda de navegantes en la radio de onda corta, nos había dado un parte según el cual se esperaban rachas de hasta 55 en la noche. El ancla había cogido fenomenal, teníamos espacio para el borneo, pero yo podía ver la cabeza de Johan dando vueltas y más vueltas.

Finalmente me dijo

  • creo que es el momento de estrenar la segunda ancla!
  • Pues claro!

A mí ni se me había ocurrido pero en un plis plas la sacamos de la sentina y la montamos (es una fortress 37), buscamos su cadena (10 metros de 10 mm) su cabo (70 metros) y nos fuimos a preparar la maniobra. En menos de 30 minutos la segunda ancla descansaba en el fondo de la bahía, ahora ya podía soplar.





Nosotros dormimos como bebés, confiados en el fondeo que no nos falló, en la mañana vimos que la máxima recogida durante la noche fue de 36 nudos, el barco no se había movido nada de nada.



 Decidimos quedarnos un par de dias en el lugar, dejar que pasara la lluvia, ir a visitar a quien quiere que viviera en una preciosa casita que estaba a la entrada de la bahía (eso es vivir aislado!) y nos lo tomamos todo con muuuucha calma.



Pasamos un día tranquilo a bordo (pequeños trabajos, lectura, película), al siguiente fuimos a pasear por las lagunas interiores (menos interesantes que en Pailad)


y finalmente fuimos a visitar a la familia.

 Actualmente son un matrimonio pero durante años vivieron allí, casi el fin del mundo, con tres hijos (hacían escuela en casa) y allí siguen los padres ahora que los hijos emprendieron sus propias vidas. La señora de la casa hace trabajos esporádicos para las piscifactorias, el tiempo lo pasan jugando al ajedrez y leyendo (tele tienen pero la ven poca por aquello de que les cuesta generar la electricidad), no tienen teléfono ni internet (se comunican con la radio VHF con los muchos pesqueros y piscifactorías de la zona). Para ir a la ciudad más próxima tienen que ir en bote a motor por 2 horas, desde ahí pueden tomar un bus para ir a ciudades más grandes. Tienen un apartamento en Santiago, dicen que viven ahí no porque no tengan otra cosa que elegir, simplemente porque ahí son felices. Y se les nota!



En este viaje estamos conociendo a mucha gente interesante, reconocemos que es genial compartir el mismo idioma pero a eso hay que sumarle que nosotros tenemos ganas de relacionarnos con la gente de acá y que los chilenos nunca han tenido para nosotros más que actitudes amables y hospitalarias... ganas nos dan de instalarnos aquí para siempre jamás!

Después de los días de relax tocaba seguir camino. En principio queríamos navegar por el canal Puyuaguapi, informan las guías que no tiene los mejores fondeaderos pero que navegar entre las cumbres de la cordillera es precioso. Sin embargo en la Patagonia cruisers net (otra red en la radio, esta manejada por un alemán donde nos reunimos con otros veleros de la zona) dos veleros dijeron que se dirigían a la marina Jéchica y nos decidimos por la compañía.

Aprovechando la marea a favor -importante por aquí- salimos temprano; tuvimos que cruzar de nuevo Moraleda que esta vez estuvo más tranquilo. La parte oeste del canal (las islas Chonos) es también bonita, pero diferente. Islotes e islas repartidos por todos lados, formando recobecos y caminos sustituyen la majestuosidad de la cordillera. Las últimas millas tocó hacerlas a motor y llegamos a Jéchica; es una marina (secillas las instalaciones en el agua, un pantalán flotante) pero con unas construcciones en tierra estupendas (bar restaurante, tres cabañas, casa social para los navantes, hasta un jacuzzi!). Como ya caía la tarde decidimos cogernos a una boya (44°25'12S 073°51'69W).

A la mañana siguiente vino Cirilo en guardián de la marina, a informarnos que podíamos usar el pantalán y que sí queríamos él nos conectaba el servicio de internet, todo sin costo alguno porque la marina estaba cerrada por temporada baja. Nos atamos al pantalán y nos fuimos de paseo





En la tarde llegó el Randivag, un velero sueco que viaja hacia Pto Montt desde Pto Williams. Los ayudamos a atracar y pronto organizamos una cenita.



El entorno es precioso, tuvimos suerte de tener dos días claros y despejados, paseamos, usamos los servicios que Cirilo amablemente nos facilitó (tener internet en un lugar recóndito es genial) y compartimos buenos ratos con Sven y Lisa.

Teníamos pronóstico de buenos vientos del norte y decidimos partir. Los suecos se quedaban un par de días a la espera de algún sur que los ayudara a subir. Siguiente destino: posiblemente un fondeo llamado “árboles espectrales” pero como siempre el viento era el que iba a mandar.



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