miércoles, 16 de noviembre de 2011

Para gustos los colores: Zakinthos

Aquí estoy de nuevo; ya sé que tendría que estar explicando lo que andamos haciendo ahora (que si barnizar la cocina, que si una barbacoa con los vecinos, que si un paseo al sur de Fuerteventura) pero me cuesta cerrar el capítulo de Grecia sin compartir con los que nos leéis algunas de mis islas favoritas.
Así que me perdonáis por ir para atrás como los cangrejos, pero os voy a contar nuestros paseos por Zakinthos.


A nosotros nos había hablado muy bien de esta islita un buen amigo, también navegante, al que le gustan lo que el llama "fondeos arriesgados"; llegamos a ella ilusionados y con un montón de ideas en la cabeza, supongo que la mayor, la ilusión de ir a la playa del naufragio, según la publicidad la mejor playa del mundo.

Y nos cautivó; sí, lo cierto es que ni de lejos encontramos en ella la playa más bonita del mundo, ni su capital es la ciudad más acogedora de Grecia, pero la isla tiene un noséqué, quéséyo que nos encantó y nos hizo volver un par de veces.

Entusiasmados como estábamos, nos encontramos con otro velero español al que le hablamos maravillas del lugar; más tarde, leyendo su blog, nos sorprendió que la isla no le gustó nada, pero nada... en fin, que queda claro que para gustos los colores.
¿y por qué explico todo esto? Pues supongo, que porque hoy me desperté filosófica y me dio por sacar conclusiones.

La primera: a veces ponemos tantas expectativas en un lugar que cuando lo alcanzamos, el pobre, no puede culminar las ideas que de él tenemos en la cabeza.

Tal vez por eso nosotros procuramos viajar sin esperar mucho -o sin esperar algo concreto-; tal vez por eso cuando pienso en Groenlandia sólo alcanzo a verme en la bañera del barco con una taza humeante (café? te? chocolate?), con un gorrito de lana y el cuello de la chaqueta bien subido, no me imagino el paisaje así no tengo una imagen que se me pueda venir abajo, quiero dejarme seducir y conquistar.

La segunda conclusión es que a veces metemos la pata recomendando esto o aquello o tal vez cuando la metemos cuando buscamos recomendaciones; lo mejor acostumbra a ser dejarse llevar y descubrir por uno mismo y así la vida a cada uno nos regalará nuestro Zakinthos particular.


Este fue nuestro Zakinthos

Dejamos atrás el Peloponeso y nos dirigimos a la capital de Zakinthos para recibir a un grupillo de cuatro amigos que volaban desde Londres. Este es un punto importante porque los lugares no son únicamente lo que son, son cómo y con quién los vives y los recuerdas y Lluis, Brendan, Pilar y Simone habrían hecho que cualquier lugar del mundo fuera especial.

Llegamos a la Zakinthos ciudad y nuestra primera intención fue irnos a una marina que está un poco alejada del bullcicio pero desde que se escribió la guía que manejamos las cosas habían cambiado y ahora no se permite el amarre de veleros -sólo delante del pueblo- y ese espacio se ha reservado para barcos que hacen salidas del día.

Pues nada, nos fuimos al muelle donde nos ayudaron a amarrar y nos pasaron la cuenta: 15 euros /días -sin agua ni electricidad- el doble de la cuota habitual.

La ciudad no es especialmente bonita pero ofrece buenos paseos y tiene buenas tiendas así que ninguna queja al respecto




Ya con la nueva tripu a bordo nos preparamos para circunvalar la isla; primero rumbo al sur para dirigirnos a Keri. Se trata de una bahía que en parte es reserva natural para la cría de tortugas, sólo está permitido fondear en el extremo situado más al oeste.


Un pequeño pueblito, algún bar, algún minimarket y poco más si el entorno verde tocando el mar y el agua cristalina y la tranquilidad que se respiraba no es mucho más.




No vimos grandes tortugas, pero en las canalizaciones de aguas era fácil encontrar decenas de pequeñas tortuguitas tomando sus primeros baños de sol








Al día siguiente seguimos nuestro camino; fue un día sin viento (después sabríamos que afortunadamente ya que la cara oeste de la isla acostumbra a estar más azotada por el viento y no siempre es posible fondear en sus calas), todo el camino a motor, disfrutando de las paredes verticales, de los colores, tan blancos, del mar





Pasamos la noche en un fondeo prósimo a la famosa cala del naufragio; ancla al frente y atados a unos anillos que había en las rocas para la ocasión. Esta noche -casi tres años después de iniciar nuestro viaje- descubrí de la mano de Johan la magia del placton en el agua. En una noche oscura, sin luna, agitando el bichero en el agua, cientos de pequeños puntos centelleaban en el agua, era como magia, y Johan el mago Merlín más tarde he tenido ocasión de nadar en la noche en aguas ricas en placton y puedo decir que sin duda es una de las cosas más bonitas que he hecho nunca!




A la mañana siguiente nos levantamos muy temprano ya que sabíamos que la cala se llena con cientos de turistas a bordo de barcos que hacen paseos de día y queríamos disfrutar del lugar nosotros solitos. Algo más tarde de las 7 de la mañana avistamos el famoso barco aen el fondo de la playa y echamos el ancla del Alea.






Éramos, los primeros en llegar ese día, la cala es menos profunda de lo que yo imaginaba, las fotos famosas están hechas desde lo alto del acantilado y lo cierto es que la vista es más impresionante que lo que se ve a ras de mar; además lo bonito es ver la blanca pared iluminada por el sol y para eso era todavía temprano. La verdad es que aun siendo un día sin una brizna de viento había un incómodo mar de fondo y nos dio miedo dejar el barco solo para acercarnos a la playa, la cosa es que no nos pareció la playa más bonita del mundo, pero ¡QUÉ BONITA ERA!











Mandamos a nuestro equipo a remo, en Aleita, y fue una risa verlos pelear por dejar a la auxiliar en tirra, luchar con las olas de regreso. De la playa del naufragio me quedo con las risas...



Después hemos intentado volver un par de veces y ni siquiera las excursiones de día que salían de Agios Nikolaos tenían la autorización de la guarda costera a causa del viento. Tenemos que reconocer que tuvimos suerte; seguro que no cubrió las expectativas que yo había puesto pero nos regaló unos momentos divertidos y emocionantes, guardaremos siempre un recuerdo muy especial!




De ahí nos fuimos al sur de la isla de Kefalonia, a Poros, para volver a nuestro bar favorito, en un día con una navegación estupenda, a vela, con buena escora, un día de esos que solo pasan de vez en cuando pero que cuando pasan no se olvidan.



De regreso nos pasó la historia del atún que ya conocéis y la isla de Zakinthos todavía nos reservaba el paseo por las cuevas azules









Después de cenar como reyes un buen atún a la barbacoa, a la mañana siguiente embarcamos en una lancha con otras 10 personas y el padre de Dimitri nos llevó a descubrir las cuevas que hacen famosa a la isla




Son cuevas inaccesibles desde el velero, tampoco se puede entrar en ellas con los grandes barcos que van desde Zakinthos ciudad hasta la cala del naufragio; cierto que no íbamos solos (en otra de las ocasiones que regresamos si que disfrutamos de un "pase privado") pero ... pero os dejo unas fotos para que entendáis qué es lo que nosotros vimos y por qué nos resultó especial (a veces no hacen falta palabras)












en un momento entramos -literalmente- en una de las cuevas





y nos invitaron a saltar al agua y darnos un bañito; por el efecto de la luz que se filtraba en la gruta, la gente que estaba dentro del agua parecía convertirse en un ser azul, la cabeza normal y el cuerpo pitufo!!!




Y este es el color que se veía bajo el agua (las gráciles piernas que se ven en la foto... soy yo!)







y dejamos atrás las cuevas para volver a la bahía donde nos esperaba Alea









echando un último vistazo a los milagros que es capaz de crear la naturaleza











Y dejamos Zakintos sabiendo que habíamos descubierto algo especial -para nosotros- no por lo que esperábamos cuando llegamos, sino por lo que nos regaló al llegar










Esperamos que ahí afuera el mar siga estando lleno de lugares dispuestos a robarnos el corazón, donde menos nos lo esperemos...

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