A las 7.00 de la mañana ya estábamos preparados para levantar el ancla (Angel es muy madrugador) y zarpar con una previsión -que por una vez se cumplió- de alrededor de 25 nudos de viento.
Con dos rizos en la mayor y rumbo directo, tuvimos otra navegación de esas que hace afición. No es que hiciéramos ninguna regata (el barco de Ángel es claramente más regatero) pero el Alea, sin ser el más rápido... hizo un estupendo papel, navegando con una media por encima de los 6 nudos con buenas puntas muy por encima de los 7!!!
Y lo mejor??? que por fin alguien nos podía hacer fotos con las velas arriba y el barco navegando!
La experiencia de "vernos desde fuera" ha sido estupenda
Y el escenario se alió con el fotógrafo para que Angel nos pudiera regalar imágenes tan bonitas como ésta.
buff... tal vez esté mal que lo digamos nosotros pero ¡qué bonito!; gracias otra vez, Angel
En fin; que a la hora de comer ya estábamos amarrados en una boya frente a la bahía de Charlotteville, la capital de Roseau
Nos habían comentado que esta era una de esas islas que se mantienen “auténticas” y ya sabéis que a nosotros éste es un concepto que siempre nos deja confusos.
Así que nos perdimos por el mercado con la intención de comprar algo de fruta y verdura fresca
Los trámites de entrada en el país son sencillos (hay que rellenar una serie de formularios en capitanía) y no hay que desplazarse a otro lugar para hacer los papeles de inmigración; el precio económico -13 $ US; más tarde 2 $ para la salida del país- y el personal amable.
Dejamos atrás Charlotteville para ir a Salisbury. Como la navegación era cortita, Johan se quedaba bien acompañado por Fernando -para quien esto del mar no tiene secretos- y yo nunca había navegado en otro barco que el Alea (quiero decir más allá de mis prácticas del PER), me fui a bordo del Bahía para poder disfrutar viendo como navegaba el Alea
En el Bahía me trataron como una reina, Angel me dió la oportunidad de participar en las maniobras, pude ver como se navega en otro barco, qué tal es eso de llevar el plotter abajo y no en cubierta, la bañera atrás, una rueda de timón grandota... un patrón más regatero.
Salisbury es una bahía pequeña y agradable donde un club de fondeo, para preservar el fondo, ha puesto tres muertos a los que te puedes amarrar de forma gratuita. Sólo estábamos los dos barcos; todo un lujo.
A la mañana siguiente partimos hacia el norte de la isla, una bahía popular en la que sabíamos encontraríamos el mayor número de veleros en esta isla: Portsmouth.
Habíamos leído en las guías que en esta bahía hay un grupo activo de lugareños que se han organizado para velar por la seguridad de los visitantes ya que el lugar tenía mala fama. Esta organización prepara una barbacoa para recabar fondos los domingos por la noche...
y nosotros llegamos un sábado, a punto para la fiesta.
Allí estábamos los cuatro puntuales a la hora del encuentro en el que nos reunimos unas cien personas, todas navegantes de aquí y allá haciendo la temporada del Caribe, unos rumbo al norte, otros ya encarando el sur, todos con ganas de conocer a otra gente, de compartir experiencias, de pasarlo bien
¿el menú? Muslos de pollo a la barbacoa (ya sabéis que a mi me gustan las pechugas!!) con ensalada y arroz y para beber zumo de limón o rumpunch, todo sin restricciones por 20 dólares; mientras Johan y yo íbamos a buscar nuestra comida dejamos a Ángel y Fernando en la mesa con el encargo de encontrarse dos rubias.
Nuestra estancia en Dominica se alargó durante una semana, el lugar era agradable, la posibilidad de conocer a otros barcos (nos reencontramos con algunos que ya conocíamos de fondeos anteriores) perfecta, y la isla da la oportunidad de hacer bonitas excursiones
por el interior.
Hay rutas señalizadas de senderismo en las que puedes ocupar semanas, hay cascadas, pueblos pescadores...
Nosotros nos contentamos con una excursión en autobús hasta Calibishe del que nos habían hablado muy bien Julio y Maribel.
En el camino de ida nos vimos interrumpidos por un rato a causa de un incendio en uno de los pueblos que debíamos atravesar.
Para finalmente llegar a la costa atlántica de la isla y comprobar que ahí el mar está menos acogedor que en la costa de sotavento, pero que el viento es capaz de crear paisajes dignos de ver
El pueblo nos dejó ver otra cara de la isla, la de viviendas que apenas son cuatro chapas que mal deben soportar el viento y la lluvia, espacios pequeños -muy pequeños- que claramente no disponen de ningún servicio básico, una cara que si bien no se muestra al turismo, está ahí.
Encontramos un sencillo restaurante en el que comer y con buen sabor de boca
acabamos nuestra excursión.
buff... tal vez esté mal que lo digamos nosotros pero ¡qué bonito!; gracias otra vez, Angel
En fin; que a la hora de comer ya estábamos amarrados en una boya frente a la bahía de Charlotteville, la capital de Roseau
Nos habían comentado que esta era una de esas islas que se mantienen “auténticas” y ya sabéis que a nosotros éste es un concepto que siempre nos deja confusos.
Si por “auténtica” entendemos menos europeizada... es cierto que las calles de Charlotteville
tienen un saborcito más negro, más caribeño, menos turístico (a pesar de que en el puerto había amarrado un supercrucero de esos de miles de pasageros).
tienen un saborcito más negro, más caribeño, menos turístico (a pesar de que en el puerto había amarrado un supercrucero de esos de miles de pasageros).
Así que nos perdimos por el mercado con la intención de comprar algo de fruta y verdura fresca
Paseamos por sus calles
y como no, nos fuimos a un bar a tomar una buena cerveza como chicos malos!
Los trámites de entrada en el país son sencillos (hay que rellenar una serie de formularios en capitanía) y no hay que desplazarse a otro lugar para hacer los papeles de inmigración; el precio económico -13 $ US; más tarde 2 $ para la salida del país- y el personal amable.
Dejamos atrás Charlotteville para ir a Salisbury. Como la navegación era cortita, Johan se quedaba bien acompañado por Fernando -para quien esto del mar no tiene secretos- y yo nunca había navegado en otro barco que el Alea (quiero decir más allá de mis prácticas del PER), me fui a bordo del Bahía para poder disfrutar viendo como navegaba el Alea
En el Bahía me trataron como una reina, Angel me dió la oportunidad de participar en las maniobras, pude ver como se navega en otro barco, qué tal es eso de llevar el plotter abajo y no en cubierta, la bañera atrás, una rueda de timón grandota... un patrón más regatero.
Fue una bonita experiencia ¡pero para mí no hay nada como ir a bordo del Alea, mano a mano con Johan!
Salisbury es una bahía pequeña y agradable donde un club de fondeo, para preservar el fondo, ha puesto tres muertos a los que te puedes amarrar de forma gratuita. Sólo estábamos los dos barcos; todo un lujo.
A penas un bar regentado por una francesa de orígenes españoles ayudada por una muchacha de la República Dominicana. Una cervecita y un rato de lectura en una tumbona debajo de una palmera nos hicieron sentir eso que uno piensa que debe sentir cuando se va de vacaciones
al Caribe: que el mundo, ahí a fuera, ha dejado de girar!
al Caribe: que el mundo, ahí a fuera, ha dejado de girar!
A la mañana siguiente partimos hacia el norte de la isla, una bahía popular en la que sabíamos encontraríamos el mayor número de veleros en esta isla: Portsmouth.
Habíamos leído en las guías que en esta bahía hay un grupo activo de lugareños que se han organizado para velar por la seguridad de los visitantes ya que el lugar tenía mala fama. Esta organización prepara una barbacoa para recabar fondos los domingos por la noche...
y nosotros llegamos un sábado, a punto para la fiesta.
Allí estábamos los cuatro puntuales a la hora del encuentro en el que nos reunimos unas cien personas, todas navegantes de aquí y allá haciendo la temporada del Caribe, unos rumbo al norte, otros ya encarando el sur, todos con ganas de conocer a otra gente, de compartir experiencias, de pasarlo bien
¿el menú? Muslos de pollo a la barbacoa (ya sabéis que a mi me gustan las pechugas!!) con ensalada y arroz y para beber zumo de limón o rumpunch, todo sin restricciones por 20 dólares; mientras Johan y yo íbamos a buscar nuestra comida dejamos a Ángel y Fernando en la mesa con el encargo de encontrarse dos rubias.
Cuál fue nuestra sorpresa al regresar y ver en nuestras sillas... ¡a dos rubias!, al acercarnos vimos que las rubias debían ser de la edad de las madres (tal vez las abuelas) de las chicas con las que ellos esperaban compartir mesa. Ya lo decía mi abuela, no falta con desear una cosa, hay que definir bien el deseo (sabia mujer, mi abuela)
En cualquier caso nos lo pasamos fenomenal entre navegantes, risas, rubias, morenas, amigos, pollo a la barbacoa, música, rumpunch..
Estuvo todo muy rico... incluso para mi que no soporto los muslos de pollo (quien me iba a decir a mi que este viaje iba a ser tan educativo para mis papilas gustativas)
Y la fiesta continuó con música y baile terminada la cena hasta altas horas de la madrugada
Nuestra estancia en Dominica se alargó durante una semana, el lugar era agradable, la posibilidad de conocer a otros barcos (nos reencontramos con algunos que ya conocíamos de fondeos anteriores) perfecta, y la isla da la oportunidad de hacer bonitas excursiones
por el interior.
Hay rutas señalizadas de senderismo en las que puedes ocupar semanas, hay cascadas, pueblos pescadores...
Nosotros nos contentamos con una excursión en autobús hasta Calibishe del que nos habían hablado muy bien Julio y Maribel.
En el camino de ida nos vimos interrumpidos por un rato a causa de un incendio en uno de los pueblos que debíamos atravesar.
Para finalmente llegar a la costa atlántica de la isla y comprobar que ahí el mar está menos acogedor que en la costa de sotavento, pero que el viento es capaz de crear paisajes dignos de ver
El pueblo nos dejó ver otra cara de la isla, la de viviendas que apenas son cuatro chapas que mal deben soportar el viento y la lluvia, espacios pequeños -muy pequeños- que claramente no disponen de ningún servicio básico, una cara que si bien no se muestra al turismo, está ahí.
Dominica es una de las islas más “auténticas”, con menos influencia europea, pero probablemente también es una de las islas más pobres de la zona.
Encontramos un sencillo restaurante en el que comer y con buen sabor de boca
acabamos nuestra excursión.
El resto del tiempo lo dedicamos a pasear por las calles de Portsmounth, buscando un super, buscando algo de pan, buscando gasolina para el fueraborda, buscando un bar con una cervecita fresca... pero la mayoría de las veces callejeando sin más, simplemente disfrutando del entorno.
1 comentario:
Este blog está genial! He quedado fascinado porque presentas un destino atípico y muy llamativo. Esperamos que muchos viajeros se decidan conocer Dominica. Me gustó mucho este post y espero que publiquen más fotografías de sus próximos viajes en velero! Genial idea.
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