Partimos de Los Roques donde se quedaban nuestros amigos del Cibeles para dirigirnos a Las Aves. Iba a ser una navegación diurna y tranquila, y eso es lo que resultó, una placentera navegación.
Llegamos a las Aves de barlovento sin mayor novedad -ni sustos, ni mal tiempo, ni piratas- y nos preparamos para solventar una entrada que también se anunciaba entre arrecifes. Aunque nuestra intención viendo la carta era dirigirnos al más lejano y protegido de los fondeos, vimos un par de veleros en el primero y decidimos quedarnos en compañía.
Uno de los dos barcos que estaban allí era un velero no muy grande y bastante destartalado con el que habíamos coincidido en Fuerteventura. Cuatro amigos jóvenes y muchas ganas de viajar en un velero que tenía tantos trastos que uno dudaba de que tuviera cubierta (o de que tuviera flotabilidad) pero ¡allí estaban!
Echamos el ancla y disfrutamos del silencio, del paisaje... de los pájaros
Antes de poder pensar en nada más decidimos regalarnos una excursión en la auxiliar por los alrededores... se veían cientos de pájaros y queríamos visitarlos de cerca, así que bajamos el barquito, le pusimos el motor ¡y de excursión!
Empezamos poniendo rumbo a una laguna interior que estaba a proa del fondeo; esto es un poquito de lo que pudimos ver, yo estaba sin palabras, disparando sin parar la cámara de fotos.
Pero después de esto, queríamos más; comprobamos que el tanque de gasolina estaba lleno y nos fuimos a buscar más y más pájaros por los alrededores
Cuando un día sea viejita y me siente en mi mecedora para recordar los momentos felices de mi vida seguro que este día está presente.
Johan dirigía la auxiliar mientras yo iba tumbada, mirando el cielo poblado de pájaros, chillando como una niña en un parque de atraciones, feliz, terriblemente feliz
No hace falta que os diga que el espectáculo me había dejado con la boca abierta... hasta que ví caer un proyectil blanco ¡y seguí disfrutando con la boca bien cerrada!
El entorno era increíble, costaba creer que tan poquitos veleros estuvieran por aquí... nosotros nos habríamos quedado semanas...
La cena tranquila, la luna y el mar. Un día al que no podíamos pedirle más.
A la mañana siguiente decidimos cambiar de fondeo e ir a una isla solitaria que de dibujaba a nuestra popa; probamos con el fondeo recomendado por la guía pero un mar resacoso y corales a velar de la superficie nos hicieron desistir y nos fuimos a una bahía que sobre la carta parecía bonita... aunque no soñamos que tanto
Ya sé que he dicho mil veces eso de que el color del agua es indescriptible, que no sé cómo transmitirlo... no querría hacerme repetitiva pero es que...
Desayunamos en cubierta, nadamos, hicimos snorkel en un arrecife precioso, preparamos una comida gourmet y nos regalamos una siesta al sol.
Nos preparábamos para ir a pasear de la mano por una playa blanca y desierta, o para subir al palo y hacer la mejor foto del Alea en el Caribe, cuando vimos un velero acercarse a nuestro fondeo solitario ¡era el Cibeles! ¿pero no nos habíamos despedido -otra vez- con lágrimas en los ojos? ¿pero no tenían que estar en Los Roques?. Pues no! con el AIS nos localizaron y allí estaban
Cambiamos los planes románticos por una buena velada con amigos. Porque estés donde estés... lo mejor es estar en buena compañía
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