Y por fin salimos de Guadalupe con destino a Antigua de la que todo el mundo nos había hablado muy bien y con la que Fernando quería despedir su aventura caribeña.
Fueron 43 millas de ceñir (que ya se nos había olvidado) con vientos de entre 20 y 25 nudos que tuvieron ratos con rachas por encima de los treinta y tantos. Lo que más recuerdo de este trayecto es que llovió y llovió, que Fernando estaba un poco pachucho y lo pasó en su camarote y como ¿para qué mojarnos los dos? yo estuve cómodamente en el sofá leyendo mientras Johan estaba ahí arriba peleando solito... solo un par de veces salí a ayudarle a rizar o desrizar la mayor y después de un viaje pesadote (cada uno con lo suyo) ¡llegamos a Falmouth!
El primer plan era fondear en English Harbour, pero el viento nos llevaba directos a Falmouth -está a media milla- y allí que nos fuimos.
Es una bahía protegida y con poco calado, con unos canales bien señalizados y una de las marinas con más megayates que hayamos visto nunca (incluido un español). Aun faltaba un mes para la regata de clásicos -una de las más famosas del mundo- y los muelles estaban llenos de verdaderas joyas con cientos de personas lijando, barnizando, repasando detalles y corriendo de un lado para otro para que cada barco pareciera el barco más bonito del mundo.
El ambiente en los bares de alrededor del muelle no era el típico de los cruceristas y el público general eran las tripulaciones de los superyates: gente joven y guapa, cada quien con el logo de su barco; divertido y diferente.
No tengo fotos de los superyates ni de la marina (y eso que la carpeta de fotos de esta isla es de las más voluminosas)... será que me gustan más los pájaros y las tortugas.
Dejamos atrás Falmouth (después de comprarnos un libro sobre la navegación en las costas de Maine, que nuestra mente sigue puesta en el norte) para empezar a recorrer la cara atlántica de la isla que está dibujada con arrecifes y pequeñas ensenadas.
Nuestro primer destino fue una calita que se llama Indian Creek y que al pasar con el velero por la costa pasa totalmente desapercibida porque está muy escondida. Hay que pasar por un canal que a mi me parecía que calaba demasiado poco y se llega a un lugar en el que caben tres o cuatro veleros y donde parece imposible creer que a menos de 5 millas se concentre tal cantidad de barcos de más de 40 metros de eslora.
Me resultó divertido que en la carta, el cabo que cierra la entrada a la bahía viene indicado del siguiente modo “Eric Clapton Mansion” lo que me recordó los mapas de Skopelos donde la pobre ermita de St. Ioannis había dejado de serlo para convertirse en Mamma Mía Church... (por cierto, que el sr. Clapton tiene buen gusto para las localizaciones)
Pero para mí lo más especial del lugar fue la quietud, una puesta de sol impresionante y una concentración de placton en el agua que no había visto nunca antes: jugábamos a mover el bichero en la popa del Alea y parecíamos un hada madrina haciendo salir estrellas de su barita, además era increíble ver los peces pasar como flechas fluorescentes de un lado a otro, tantos peces que no me animé a nadar...
Al día siguiente nos fuimos a fondear en los alrededores de Green Island donde una barrera de coral forma una bahía protegida y en la que es posible ver olas de varios metros a tu proa mientas que tu velero descansa en una plácida piscina.
La entrada por el sur parece más sencilla y con la ayuda del plotter llegamos a destino sin problemas aunque algún velero varado con la panza al aire nos recordaba que no había que quitar el ojo de la sonda.
Al llegar al fondeo nos encontramos con muchas boyas en un estado perfecto y que son de uso gratuito. Todo un lujo.
Éramos unos 15 veleros pero el espacio es amplio -prácticamente parece que estés en mitad del mar- y se respiraba una tranquilidad difícil de transmitir
Con la auxiliar nos fuimos a explorar la isla; hay letreros que indican que es propiedad privada y que solicitan que la trates con respeto y no dejes basura, pero no hay ningún problema en desembarcar y pasear por ella.
Está llena llenita de pájaros pero sobre todo de lagartijas de muchos tamaños
Pero lo mejor sin duda del lugar fue acercarse al arrecife (no es difícil simplemente fondear el auxiliar en algún hueco con arena en el fondo pero hay un par de boyas para amarrarse) y disfrutar de uno de los fondos más bonitos que hemos visto hasta ahora
Sólo llevábamos unos días en Antigua y yo empezaba a tener claro cuál iba a ser mi isla favorita de esta temporada
La bahía ofrece un montón de rinconcitos en los que intentar -y conseguir- fondear solos y nosotros nos fuimos a uno en el noreste (creo que se llama Clover Leaf bay) donde había un complejo hotelero -alguna fase sin acabar- en el que sólo pudimos ver la presencia de un guardia de seguridad -ningún cliente- por lo que teníamos una playa con palmeras a un lado y un precioso manglar al otro. Estábamos solos y el silencio de la noche solo se rompía por los pájaros y los grillos.
Los días de Fernando a bordo tocaban a su fin y teníamos que volver a Falmouth pero aun nos pasamos otro día en el fondeo que hay al sur de Green Island (este rinconcito del mapa da para muchos fondeos) en el que encontramos un par de boyas, una de ellas disponibles, y nuevamente un entorno para sentarse y mirar... sin más
A pocos metros de donde estaba el Alea hay un saliente rocoso en el que se esconden montones de peces, mantas y hasta alguna tortuga. Yo -que no soy muy dada a pasar el día en el agua- me iba nadando hasta tres veces al día para ver los pececillos (a los que hemos bautizado de maneras divertidas: el pez cebra, el pez Gaudí); vimos especies que no habíamos visto en otros rincones y que entre unos y otros (y con la ayuda de un libro) trabábamos de identificar.
UNA MARAVILLA
Disponíamos de una playita para nosotros solos
Cuando de repente oímos unos motores potentes, una música estridente... y vimos que no éramos los únicos en descubrir un pedacito del paraíso
Green Island es un lugar de “paseo de día” y una motora cargada de gente desembarca alrededor de las 9 de la mañana y se va a las 14h. De repente cien personas ocupan el espacio, el humo de la barbacoa llena el espacio, van todos en fila (y con chaleco salvavidas modelo abeja Maya) a ver el rinconcito que yo -tonta de mi- había bautizado como mi acuario
Lo que más me sorprendió fue darme cuenta que si por un momento me pareció lo menos atractivo del mundo eso de ir apiñados en una motora a hacer snorkel “en masa” y salir corriendo para ver otro lugar, hace apenas unos años yo ni siquiera soñaba con viajar al Caribe; de haberlo hecho, habría buscado un hotel sencillito y buses que me llevaran de un lugar a otro, habría visto esa salida de día como algo que se me escapaba y habría mirado con envidia a los que se subían a la motora a disfrutar del fondo del arrecife.
Así que rápido cambié mi mirada de poca simpatía hacia aquel grupo que me “estaba robando” la intimidad de “mi” fondeo y me prometí tener presente cada minuto (también cuando llueve y no se me seca la ropa ni en una semana, cuando el viento no nos deja hacer un buen rumbo, cuando la corriente nos aparta de nuestro camino, cuando hay demasiado viento, cuando no lo hay, cuando se me vacía la nevera y no encuentro un super... también en esos momentos) que soy una persona muy pero que muy afortunada
Nos volvimos a Falmouth para despedirnos de Fernando (que estaba ya loquito por volver a su querido Ralip y volver a sus adoradas aguas griegas). A nosotros aun nos quedaban 15 días por Antigua y muchos rincones que descubrir... pero eso será el siguiente capítulo!
Un besazo Fernando, ha sigo un gusto tenerte a bordo!
2 comentarios:
hola os sigo desde Barcelona, esta mañana desde la radio en Rac1 en bcn han comentado vuestro blog y lo tengo en favoritos.. que envidia que bien estais, no volvais en tiempo, aqui la cosa pinta jodida...
Este verano no te quedes en casa y vive una nueva experiencia!! En memimo.es encontrarás una magnífica oportunidad para alquilar un barco con un 10% de descuento!
Anímate :)
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