Hoy
casi nos ponemos al día explicando nuestros últimos fondeos antes
de amarrarnos en la marina de Micalvi en Puerto Williams. Porque
todavía nos quedan lindos lugares que compartir!
Salimos
de la caleta “sin nombre” (o sea, que no sale en las guías, que
los locales seguro que la tienen bautizada) desde donde visitamos a
las gentes del faro y es día sí, con poquito viento -de popa- y
corriente a favor cruzamos la confluencia de brazos sin ningún
problema.
Nuestro
objetivo era llegar hasta el fondeo Ferrari en el fiordo Yendegaia.
Es un lugar que ha sido muy popular entre los veleros -especialmente
entre los belgas y holandeses- porque allí hay (había) una hacienda
de la que se hacía cargo una pareja de “guardeses”, él chileno
y ella belga. Ella llegó a bordo de un velero... y se enamoró del
lugar y del chileno, así que cambió el mar por la tierra (además
de cambiar de pareja) y hace años que se instaló en el lugar. Ellos
tenían caballos y ofrecían, además de la hospitalidad que por aquí
nunca falta en su hacienda, paseos a caballo hasta el glaciar, se
podía comprar carne de vacuno... en fin, todo atractivos.
El
fondeo (54°51'5S 068°48'9W) a nosotros no nos pareció muy
espectacular (había bastantes rachas) y -lamentablemente- la pareja
ha sido trasladada y la hacienda está actualmente deshabitada. Ya lo
sabíamos, pero el lugar era tan nombrado que a pesar de que nos
suponía un desvío rumbo norte de 4 millas decidimos hacerlo con la
ilusión añadida de encontrar agua potable en las instalaciones
Pero
no, ni una manguera, ni un grifo, ni un aljibe, no queda nada más
que edificios abandonados sin puertas ni ventanas.
El
paisaje era -como siempre- bonito pero no nos pareció suficiente
motivo para quedarnos con aquella ventolera racheada que teníamos
encima y volvimos a desandar las cuatro millas y buscar una de esas
caletas en que te puedes atar bien por todos los lados, que se
anunciaban días con viento
Nuestro
destino: Caleta Eugenio (54°55'8S 068°29'5W) donde confiábamos
encontrar un riachuelo.
En
el camino -¡increíble!- nos pareció ver un mástil en el
horizonte, miramos con los prismáticos y ¡sí! era un velero, el
primero con el que nos cruzábamos navegando desde Chacabuco!!!!
Los llamamos por radio y estuvimos hablando con ellos un buen rato. Son una pareja a bordo de un precioso velero de acero que llevan 25 años en la zona. Nos contaron cositas, la más “preocupante” que la marina de Micalvi estaba completamente llena pero nos facilitaron un mail para que pudiéramos avisar de nuestra llegada; ellos se iban de vacaciones un par de meses a Natales (¡con la pareja que vivía antes en Yendegaia) así que nos reencontraremos en Williams allá por noviembre.
Atamos el Alea con tres cabos a unos árboles estupendos y nos dimos por satisfechos, un buen lugar donde pasear, remar... y pasar un par de días
Por la mañana nos fuimos a ver el riachhuelo (que se oía desde la cubierta) pero el agua era lamentablemente marrón -como ron añejo- y decidimos que nos podía servir para fregar los platos o para higiene personal pero no para beber, así que a esa excursión siguió otra para conseguir nieve limpia (facilísimo) y volver a cocinar
Nuestra máquina de agua
|
Lavando platos en la cubierta con agua del arroyo |
A
la mañana siguiente decidimos que la nieve nos ponía difícil lo de
caminar pero no había problema para ir remando así que nos
dedicamos por un par de horas a ejercitar pectorales!
Para nuestra sorpresa, pastando tranquilamente junto a uno de nuestros amarres había ¡un toro!
Fue como una especie de shock darnos cuenta de cuánto llegaba a sorprendernos la visión del rumiante, como estos seis meses por los canales han hecho que ver un delfín, un león de mar, cormoranes, patos, hasta pingüinos fuera algo cotidiano y normal... y ver una vaca se hubiera convertido en una novedad.
Lobos de mar tostándose al sol |
El fondeo dejaba a las claras que estábamos acercándonos de nuevo a la civilización, porque si el toro nos sorprendió ni contaros cuando en un momento dado nos sobrevoló un helicóptero.... sin comentarios.
Dos
días más tarde decidimos seguir nuestro rumbo -cada vez más lento,
como queriendo no llegar- hasta un nuevo fondeo del que nos separaban
a penas unas millas, así que recogimos todos los cabos, levamos el
ancla y nos fuimos a Santa Rosa, donde había otra hacienda y por lo
tanto una nueva posibilidad de llenar los tanques de agua (porque
seguía nevando pero ni chispita de lluvia).
Llegamos
al fondeo (54°54'1S 068°09'7) al que se accede por una entradita
muy pero que muy chiquita (yo cada vez me asusto menos de las cosas)
que da paso a una caleta casi cerrada, con una boya para amarrar el
barco de los propietarios de la finca que deja espacio sin problemas
para fondear libre, solo al ancla.
El fondeo es agradable, pero cuando bajamos a tierra lo encontramos todo cerrado, descuidado y bastante suciete... es mejor lugar para fondear que para pasear.
Eso
sí, seguimos reencontrándonos con la fauna “normal” y un gatito
hizo todo el paseo a nuestro lado (y os prometo que un gato me pareció algo bastante exótico)
Y como no vacas
y más vacas
También vimos esos árboles típicos de la zona peinados por el viento
De agua potable ni rastro!
Al
día siguiente volvimos a apuntar al agujerito de acceso a la caleta
y salimos de allí rumbo a otra parada que nos permitía atarnos con
cuatro cabos porque la previsión de fuertes vientos para los
siguientes días se nos venía encima
Ahí podéis ver el huequito de entrada al fondeo |
Para
llegar hasta allí se podía salir al canal principal (fácil) o
zigzaguear entre las islas e islotes que salpican la costa norte de
la isla Navarino (menos fácil especialmente porque Navionics sigue
sin ser muy exacta en esta zona). Johan desde luego eligió lo menos
fácil.... es que las guías hablan de que es una zona con una
extrema abundancia de aves ¡y no nos lo íbamos a perder!
La
verdad es que era impresionante ver cuántos pájaros y de cuántas
clases había en el agua, cualquiera diría que tenían organizada
una fiesta con happy hour!!!
Y así de entretenidos llegamos al siguiente fondeo, pero no os cansamos más por hoy.
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