Os escribo desde Venezuela... no sé si he tardado tanto en escribir este capítulo porque el tiempo que llevamos amarrados en la marina se nos ha ido trabajando como burritos o porque lo que toca contar siguiendo el orden cronológico no pasará a formar parte de mis momentos favoritos en el Caribe...si a eso le sumamos que se nos acaba de romper irremediablemente y me he quedado prácticamente sin fotos de este tramo de nuestra ruta grrrr
Sea como sea, he dejado pasar demasiados días (por eso hoy toca ración doble) y no sólo hay que contar lo bueno...
En fin. Que nos quedamos en Barbuda y Antigua -ya sabéis, junto a Grenada mis sitios más favoritos- y desde ahí pusimos rumbo a Saint Marteen.
Esta isla tiene la peculiaridad de que está dividida en dos partes y la mitad es holandesa (y se puede pagar en florines aunque la moneda de uso común es el dólar) y la otra mitad francesa (y por lo tanto se habla francés y se paga con euros)
Si estás en la mitad francesa y quieres unos dólares para cuando viajes a Venezuela, tienes que coger un bus a la parte holandesa, porque los cajeros automáticos de la parte francesa dan euros... eso sí, en la parte francesa había buenos croissants.
Tras nuestra primera noche en ruta desde hacía mucho tiempo, fondeamos en la parte holandesa, justo junto al aeropuerto. Los aviones despegan de forma incesante todo el día y el ruído es un poco ensordecedor pero el fondeo está bien y ahí esperábamos a nuestros amigos Maribel y Julio.
En nuestra primera incursión a tierra encontramos un super y por un litro de leche nos pedían 4 dólares...
Entre el ruído, que en esta parte cobran por estar fondeado y demás, decidimos pasar a Marigot Bay en la parte francesa; por lo menos al llegar nos recibieron unas aguas preciosas, cristalinas y miles de estrellas de mar en el fondo.
Aquí recibimos a Edith que nos venía a ver desde Holanda. Johan fue a buscarla al aeropuerto y de regreso el motor fueraborda dijo "basta" y tardaron muchísimo en llegar... remolcados por un alma caritativa que se los había encontrado remando en mitad de la nada.
Durante dos días el motor fue el protagonista; Johan desmontó todo lo desmontable, limpió, sustituyo, volvió a limpiar... al final resultó se un bloqueo en no sé que filtro y con un buen soplido todo volvió a su sitio.
Nuestros planes eran llegar hasta las islas Vírgenes británicas que tienen fama de ser preciosas, pero el viento brillaba por su ausencia o soplaba en contra y hacer casi 100 millas a motor no nos motivaba mucho, así que haciendo nuestra la frase de "donde nos lleve el viento", pusimos nuestra mirada en las islas que nos quedaban al sur: St. Barth, St. Kits...
Edith se quedó un poco desilusionada (como nosotros) pero lo que queríamos todos era ver las velas impulsadas por el viento, así que nos fuimos a St. Barth a donde llegamos tras pasar una noche en la isla de Le Fourche donde hay boyas gratuitas y si bien no es la mejor bahía que hemos visitado es tranquila y ofrece muy buen resguardo.
Al día siguiente fuimos a fondear frente a la capital para hacer los papeles de entrada. Había muchos pero que muchos barcos impresionantes (vimos un barco a motor que llevaba sobre su popa... ¡un velero!) mucha gente guapa. Los precios de las tiendas muy a tono con el glamour del fondeo
Y a pesar de todo a unos metros de donde dejamos caer el ancla había un rinconcito donde hacer snorkel y que me regaló uno de los mejores ratos de gafas y tubo de la temporada; había una cueva preciosa, con unos colores imposibles, un montón de peces de colores, y es que donde menos te lo esperas te puede sorprender algo especial.
Desde ahí remontamos de nuevo unas tres millas para fondear en Anse Colombier, de nuevo con boyas gratuitas, sin duda mi sitio favorito de este tramo de nuestra travesía: sin nada especial (aguas cristalinas, alguna tortuga merodeando, una playa con una palmera simbólica) pero que transmitía una tranquilidad de esas que invitan a quedarse una semana...
Siguiente parada St. Kits: 8 horas de navegación a vela, tranquila ¡y con pesca! hasta tres piezas picaron el anzuelo y nos aseguraron la comida fresca de la semana.
St. Kits nos sorprendió -especialmente porque aún teníamos las imágenes de Barbuda muy presentes- por su paisaje verde, sin palmeras pero sin jungla, un poco "europeo" nada de lo que se espera uno cuando piensa en el Caribe, bonito en cualquier caso.
La isla recibe cada día uno, dos o hasta tres megacruceros y como la gente va a lo que va (y parece que a lo que se va es a comprar sin impuestos) han construido una "ciudad" de tiendas para los cruceristas; cada mañana desembarcan, abarrotan los comercios (ropa, joyas, perfumes, tabaco) y los pocos que deciden visitar la ciudad auténtica -o sea, donde vive la gente- se encuentran con señales de tráfico que indican "al barco"...
Dejamos el bullicio para pasar una noche tranquila en un fondeo al sur de la isla
y regresamos a St. Marteen esta vez para visitar una cala al norte de Marigot que nos ofreció la cara más amable de una isla que si algún día fue bonita a nosotros nos pareció que la han destrozado con construcciones poco atractivas dejando a penas unos rinconcitos como Gran Case en los que disfrutar de unos días de relax con buenas vistas...
Ya en las últimas travesías con Edith habíamos oído que algo no iba del todo bien en el motor. Una pieza de la conexión flexible entre el motor y el eje se había roto y era urgente cambiarla, no podíamos seguir sin ella a riesgo de provocar otra avería más grave, de modo que nos pusimos a buscar por internet como conseguir el repuesto.
Nos pusimos en contacto con el fabricante para preguntar si había algún distribuidor cerca de donde estábamos y con dos o tres empresas que lo comercializan para ver la forma de hacerlo llegar a St. Marteen.
Para nuestra sorpresa el fabricante nos dijo que nos regalaban la pieza (albrícias, nos ahorrábamos 300 euros!!!) y nosotros nos hacíamos cargo de los gastos de envío (horror... 320 euros de la mensajería)
Y el ritmo caribeño se impuso
Y la pieza no llegaba ni hoy ni mañana ni pasado
Y nosotros queríamos iniciar la ruta al sur y la pieza sin aparecer
Sin noticias de la pieza...
Nos sentíamos un poco paralizados, estancados e impotentes... tanto así que cuando por fin llegó la pieza no nos dio tiempo ni a pensar en hacer cuatro compras para las travesías que nos esperaban, ni a llenar con el gasoil más barato de la zona... Antonio y Bibi, nuestros amigos del Bellatríx estaban en Guadalupe iniciando su travesía hacia las Azores, si salíamos ya podíamos despedirnos de ellos así que ¡zarpamos!
Primer día hasta el sur de St. Kits donde llegamos a las 4 de la madrugada (menos mal que conocíamos el fondeo) tras 64 millas
La siguiente etapa nos llevó a Guadalupe. Fueron 87 millas, las primeras luchando contra viento y corriente para ganar el barlovento de Montserrat y poder ir a vela; la noche -casi toda los dos en vela- con un viento fuerte y racheado que nos obligó a coger algún rato hasta el tercer rizo... pero llegamos a la cita.
Después todo fue ir haciendo sur para llegar al destino final (Le Marin en Martinica) donde queríamos aprovisionarnos para la siguiente etapa.
Días de navegar toda la jornada para llegar al fondeo a dormir, casi todas las navegaciones a vela pero no siempre cómodas y por fin de nuevo Le Marin, de nuevo las tiendas náuticas para hacer las últimas compras, el Leader Price para llenar la nevera, la tienda de pesca para renovar anzuelos y señuelos...
Una etapa ha llegado a su fin y en el horizonte Venezuela, pero sobre todo San Blas llena ya nuestros pensamientos...
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