miércoles, 16 de mayo de 2012

Barbuda

Desde Pelican Island -en la costa Atlántica de Antigua- partimos los tres veleros rumbo a Barbuda; es una pequeña isla que forma país con Antigua de la que se separa por 40 millas; dicen que tiene una de las playas más largas, bonitas y blancas del Caribe.

La navegación fue tranquila, a ratos a motor sin viento, a ratos con una buena velocidad, pescando por el camino...

y llegamos a la playa prometida como siempre en esta zona hay que estar pendientes de la sonda (algún sustillo nos llevamos al salir de Antigua, sin sobresaltos en Barbuda) y como teníamos donde elegir... pues echamos el ancla en un rinconcito donde no había otros veleros.

Tras una noche un poco movida (el mar de fondo hacía que los barcos se movieran bastante) cambiamos de lugar y nos fuimos más cerca de la playa, donde había algún otro barco, más cerca de un hotelito en el que esperábamos encontrar internet.
Las vistas desde cubierta eran para quitar el hipo


Bajamos las auxiliares y nos fuimos todos a tierra a “estirar las piernas” (andamos -de verdad- kilómetros por la arena) a pesar de que el cielo amenazaba tormenta



Lo cierto es que es uno de los lugares más fotogénicos en los que hemos estado en estos meses



Caminamos por la playa sin más que hacer que charlar



buscar conchas en la arena o encontrar estrellas de mar



Al final del paseo -bueno, donde decidimos ponerle punto y final porque aquella playa no se acababa nunca- encontramos un resort en el que pensamos tomarnos una cervectia; la responsable del lugar, antes de invitarnos a sentarnos, nos dejó -sin comentarios- una lista de
precios: una cerveza de 25 cl. Costaba 20 $ US; nosotros -con algún comentario jocoso- dimos media vuelta y seguimos el paseo



La ciudad/capital/pueblito de la isla está en el interior. Hay una laguna de alrededor de una milla de largo que hay que navegar para llegar a ella, pero para hacerlo hay que llevar la auxiliar hasta la orilla.
Hay un punto en que la lengua de tierra se hace más estrechita y es posible llevar la barquita de un lado al otro



Lo malo de ser tres auxiliares: tener que hacer tres veces la operación; lo bueno: tener muchas manos para hacer el trabajo

así que ¡a la de tres! Todos arriba


y en un plis plas ya estábamos al otro lado


¿la ciudad? Cuatro calles, un par de iglesias, un café con internet, un par de supermercados chiquitos, escuelitas...



y un árbol muy fotogénico



Después de pasar la mañana de paseo regresamos a través de la laguna a la playa donde nos esperaban los veleros




y desde luego, otra vez “operación remolque” pero en el otro sentido



Por la tarde todos se fueron a hacer snorkel al arrecife. Yo me quedé a bordo -creo que tenía un ataque de saturación de belleza en las pupilas-. Todos dicen que sin lugar a dudas es el mejor lugar para hacer snorkel que han visitado (a mi me cuesta de creer, pero son gente sincera)... a veces la vida tiene estos regalos: un fondo de mar precioso, un rato de soledad viendo en paisaje



A la mañana siguiente Johan echó -sin mucha esperanza- un hilo con unos anzuelitos y algo de piel de pollo como cebo; se puso a charlar con nosotras cuando el hilo se le fue de las manos de un tirón. Al recuperarlo: seis peces roncadores de una atacada!!!

Johan y Rosa siguieron con la tarea -y yo vi como la frase “disfrutar como niños” cobraba sentido ante mis ojos- hasta tener suficientes ejemplares para la cena




y en menos de media hora teníamos los ingredientes



y del mar a la mesa



Hemos pasado cuatro días en Barbuda; en la isla no hay mucho que hacer...

pero son unos de los mejores días de mi vida Caribe


Antigua 2ª parte






Se fue Fernando... y llegó Rosa... y llegaron los barcos de Julio y Maribel y Antonio y Bibi. Estábamos en una isla preciosa y rodeados de amigos ¡días felices asegurados!

El primer destino, regresar a Green Island. Éramos tres barcos similares (de tamaño, los tres de acero) y fue divertido navegar “en conserva” (que significa ir juntitos de un sitio a otro,
prácticamente a la vista los unos de los otros) charlando por la radio, que si yo he pescado y tú no, que si voy un poquito más rápido que tú, que si tú te conoces las boyas... en fin

Llegamos a Green Island, al fondeo grande frente al arrecife, y daba risa vernos a los tres en busca de nuestra boya, con alguien en proa, bichero en mano, parecíamos tres Quijotes a lomos de tres Rocinantes

Al día siguiente por la tarde regresamos (esta vez a remo) a la isla a pasear y saludar a sus lagartos y más tarde cambiamos el fondeo por el que está al sur de la isla (el que visitan los paseos del día) donde un velero con la quilla al sol nos recordaba que por estos lares hay que navegar con un ojo siempre puesto en la sonda

Y -cómo no- me cansé de estar en remojo; incluso madrugaba para ir a hacer snorkel antes del desayuno!!

Hemos visto peces manta (saltando sobre el agua) y hemos nadado junto a un grupo de uno 15 calamares (sin palabras, qué elegantes!, yo con un poco de miedo de asustarlos y que me ducharan con su tinta... son preciosos, no sé si podré volver a comer calamares a la romana),
con peces de tantos colores, metidos en cuevas de mil formas, con coral muerto pero también con coral que empezaba a revivir, una mañana me pase un buen rato a escasos centímetros de una pequeña tortuga que me miraba con tanto asombro como admiración sentía yo por ella... si Los Roques y San Blas son mejor que esto creo que voy a perder el sentido en algún momento

Para completar la escena, teníamos un pajarillo adoptado; se venía a comer las migas del desayuno (sin ningún rubor) de un barco a otro... hasta que nosotros le ofrecimos magdalenas en lugar de pan: se vendió fácil y se hizo tripu fija del Alea, tan confiado él que después del comer se iba al fregadero a beber agua dulce sin ningún problema!

Y como la idea era explorar nuevos fondeos, seguimos navegando hacia el norte donde hay una zona de mucho arrecife y echamos el ancla los tres fantásticos junto a Pelican Island; es divertido porque cuando miras las cartas la zona de poco calado que ocupan los arrecifes aparece dibujada en amarillo (el mar azul, la tierra firme verde) pero cuando llegas navegando no ves más que agua allí donde debería haber “amarillo” así que aunque fondeas en un espacio protegido
entre la tierra y el arrecife... parece que estés flotando en medio
del mar.

El color del agua: impresionante

En cuanto estuvimos todos bien situados nos fuimos bien equipados a ver los fondos. Gafas y tubo de snorkel, palas de bucear y alehop!

Mi “acuario” favorito sigue siendo el de Green Island (porque no necesitaba de la auxiliar para llegar, bastaba con nadar cinco minutos) pero tengo que reconocer que nada comparable con este, nos dejó a todos entusiasmados, felices...

En fin, que os paso unas fotos para que veáis los efectos que puede produciren una persona el venir unos días al paraíso... estáis avisados...

navegar puede provocar una intensa e irreprimible FELICIDAD

Si a esto le sumamos que un día comíamos un arrocito en un barco, al siguiente un pescadito en el otro, al de más allá una tortilla de patatas en buena compañía...

Y seguimos al norte! Hay una gran barrera de coral que se puede entrar por un par de pasos... o bordearla prácticamente hasta el oeste de la isla y desandar (o desnavegar el camino) por el lago interior que se forma; nuestra idea era llegar a Bird Island y Parham y los otros dos veleros seguían para alcanzar Deep Bay. Finalmente, después de mucho ceñir, decidimos quedarnos (¡los tres!) en Dickinson Bay por una noche. Es un lugar recogido, buen fondeo, presidido por un gran
resort -muchas actividades acuáticas: vela ligera, motos de agua- y a pesar de todo tranquilo.

A la mañana siguiente nos despedimos -de momento- de nuestros amigos y fuimos hacia Parham. Fondeamos frente a Parham, es una bahía con muy poco calado -pasamos algún punto en el que la sonda señaló menos de 3 metros- de aguas inmóviles, junto a una zona industrial muy poco atractiva. La suma de todo ello: éramos el único velero.

La guía dice que en la ciudad de Parham se pueden ver por las calles más gallinas que personas... es verdad

Al pasear por sus calles nos volvió a la cabeza el concepto de “auténtico” y sí, podemos concluir que Parham es una ciudad auténtica puesto que no recibe turismo y sus gentes viven al margen
del modus vivendi general de la zona.

Tiene una bonita iglesia, un cementerio que se extiende a lado y lado de la carretera (parecía que alguna lápida fuera a invadir la calzada), canchas de baloncesto para los críos, un par de supermercados, bares sin mucha pretensi. Aprovechamos para hacer unas compras

Y preguntamos en un pequeño restaurante por internet; nos dijeron que no había un lugar público en toda la ciudad pero -después de hablar entre ellos, madre e hijo- que no nos preocupáramos y que acompañáramos al chico.

Caminamos sin entender demasiado por las calles del pueblo hasta llegar a su casa.

Nos invitó a pasar, puso su ordenador en marcha, nos dejó entrar en su sencillo dormitorio y allí, sin entender muy bien el gesto de generosidad espontánea, estábamos consultando a toda prisa nuestro correo para importunar lo menos posible.

Volvimos al restaurante a tomar algo ya que no se nos ocurrió mejor manera de devolver el favor, un favor o tal vez un gesto que ni en sueños se nos había pasado por la cabeza ¿invitaríamos n osotros a un turista a entrar en nuestra casa para que pudiera consultar el correo? No,
sin duda no... gracias Kevin! Esperamos que la vida no te arranque a bofetones la buena fe.

Buff, qué bonito es esto de vivir experiencias que te sorprenden a cada rato.

De ahí nos fuimos a pasar la mañanita siguiente frente a Long Island, una isla ocupada por un resort donde no me importaría pasar unas vacaciones, aguas claritas, manglar, arrecife... Rosa y yo nos fuimos de expedición con la auxiliar: ahogamos el motor y tuvimos que volver a remo; cosas que pasan

Dejamos Parham para ir a Deep Bay. Es una bahía al noroeste de la isla, hay que tener cuidado al entrar porque hay un naufragio en el centro. Es un buen fondeo, con una playa bonita, un hotel -no tan bonito- y la posibilidad de ir a St. John's (la capital de la isla) en bus.

Ahí pasamos un par de días tranquilos; nadando, paseando, charlando en la bañera -intentamos con ahínco arreglar el mundo- disfrutando de la compañía Rosa que ella sola es capaz de llenar un día de sonrisas.

Una mañana se fueron Rosa y Johan de compras y yo me quedé en el barco.

St. John's es una ciudad “grande/pequeña” que se ve asaltada por dos y hasta tres megacruceros al día. La gente de los cruceros pasea por la ciudad, se va de excursión a Falmouth, de paseo del día a algún bonito fondeo... la imagen de los cruceros es -cuanto menos- curiosa en una ciudad tan chiquita

¿cómo es St. John's? Más o menos así

Yo aproveché para cortarme el pelo (afortunadamente no me dejé hacer una foto del “después”) y si olvidamos los kilos de lacas y el repeinado que incluía el precio (8 dólares US) fue una experiencia estupenda

Y Rosa decidió que era hora de irse (pero ha prometido volver) , y nosotros queríamos llega a St Marteen, hicimos los papeles de salida (70 $EC de tasas, lo más difícil dar con el sitio; los papeles de entrada nos habían costado 45 $US... pero entre esto y aquello habíamos hecho una escapadita a Barbuda que se merece por sí sola una entrada en el blog, porque fue...

Muchas de las fotos de este post son de Rosa, toda una fotoperiodista.
Gracias guapa!

domingo, 13 de mayo de 2012

Antigua, 1ª parte

Y por fin salimos de Guadalupe con destino a Antigua de la que todo el mundo nos había hablado muy bien y con la que Fernando quería despedir su aventura caribeña.

Fueron 43 millas de ceñir (que ya se nos había olvidado) con vientos de entre 20 y 25 nudos que tuvieron ratos con rachas por encima de los treinta y tantos. Lo que más recuerdo de este trayecto es que llovió y llovió, que Fernando estaba un poco pachucho y lo pasó en su camarote y como ¿para qué mojarnos los dos? yo estuve cómodamente en el sofá leyendo mientras Johan estaba ahí arriba peleando solito... solo un par de veces salí a ayudarle a rizar o desrizar la mayor y después de un viaje pesadote (cada uno con lo suyo) ¡llegamos a Falmouth!

El primer plan era fondear en English Harbour, pero el viento nos llevaba directos a Falmouth -está a media milla- y allí que nos fuimos.

Es una bahía protegida y con poco calado, con unos canales bien señalizados y una de las marinas con más megayates que hayamos visto nunca (incluido un español). Aun faltaba un mes para la regata de clásicos -una de las más famosas del mundo- y los muelles estaban llenos de verdaderas joyas con cientos de personas lijando, barnizando, repasando detalles y corriendo de un lado para otro para que cada barco pareciera el barco más bonito del mundo.

El ambiente en los bares de alrededor del muelle no era el típico de los cruceristas y el público general eran las tripulaciones de los superyates: gente joven y guapa, cada quien con el logo de su barco; divertido y diferente.

No tengo fotos de los superyates ni de la marina (y eso que la carpeta de fotos de esta isla es de las más voluminosas)... será que me gustan más los pájaros y las tortugas.

Dejamos atrás Falmouth (después de comprarnos un libro sobre la navegación en las costas de Maine, que nuestra mente sigue puesta en el norte) para empezar a recorrer la cara atlántica de la isla que está dibujada con arrecifes y pequeñas ensenadas.

Nuestro primer destino fue una calita que se llama Indian Creek y que al pasar con el velero por la costa pasa totalmente desapercibida porque está muy escondida. Hay que pasar por un canal que a mi me parecía que calaba demasiado poco y se llega a un lugar en el que caben tres o cuatro veleros y donde parece imposible creer que a menos de 5 millas se concentre tal cantidad de barcos de más de 40 metros de eslora.

Me resultó divertido que en la carta, el cabo que cierra la entrada a la bahía viene indicado del siguiente modo “Eric Clapton Mansion” lo que me recordó los mapas de Skopelos donde la pobre ermita de St. Ioannis había dejado de serlo para convertirse en Mamma Mía Church... (por cierto, que el sr. Clapton tiene buen gusto para las localizaciones)

Pero para mí lo más especial del lugar fue la quietud, una puesta de sol impresionante y una concentración de placton en el agua que no había visto nunca antes: jugábamos a mover el bichero en la popa del Alea y parecíamos un hada madrina haciendo salir estrellas de su barita, además era increíble ver los peces pasar como flechas fluorescentes de un lado a otro, tantos peces que no me animé a nadar...


Al día siguiente nos fuimos a fondear en los alrededores de Green Island donde una barrera de coral forma una bahía protegida y en la que es posible ver olas de varios metros a tu proa mientas que tu velero descansa en una plácida piscina.

La entrada por el sur parece más sencilla y con la ayuda del plotter llegamos a destino sin problemas aunque algún velero varado con la panza al aire nos recordaba que no había que quitar el ojo de la sonda.

Al llegar al fondeo nos encontramos con muchas boyas en un estado perfecto y que son de uso gratuito. Todo un lujo.


Éramos unos 15 veleros pero el espacio es amplio -prácticamente parece que estés en mitad del mar- y se respiraba una tranquilidad difícil de transmitir

Con la auxiliar nos fuimos a explorar la isla; hay letreros que indican que es propiedad privada y que solicitan que la trates con respeto y no dejes basura, pero no hay ningún problema en desembarcar y pasear por ella.


Está llena llenita de pájaros pero sobre todo de lagartijas de muchos tamaños

Pero lo mejor sin duda del lugar fue acercarse al arrecife (no es difícil simplemente fondear el auxiliar en algún hueco con arena en el fondo pero hay un par de boyas para amarrarse) y disfrutar de uno de los fondos más bonitos que hemos visto hasta ahora


Sólo llevábamos unos días en Antigua y yo empezaba a tener claro cuál iba a ser mi isla favorita de esta temporada


La bahía ofrece un montón de rinconcitos en los que intentar -y conseguir- fondear solos y nosotros nos fuimos a uno en el noreste (creo que se llama Clover Leaf bay) donde había un complejo hotelero -alguna fase sin acabar- en el que sólo pudimos ver la presencia de un guardia de seguridad -ningún cliente- por lo que teníamos una playa con palmeras a un lado y un precioso manglar al otro. Estábamos solos y el silencio de la noche solo se rompía por los pájaros y los grillos.

Los días de Fernando a bordo tocaban a su fin y teníamos que volver a Falmouth pero aun nos pasamos otro día en el fondeo que hay al sur de Green Island (este rinconcito del mapa da para muchos fondeos) en el que encontramos un par de boyas, una de ellas disponibles, y nuevamente un entorno para sentarse y mirar... sin más


A pocos metros de donde estaba el Alea hay un saliente rocoso en el que se esconden montones de peces, mantas y hasta alguna tortuga. Yo -que no soy muy dada a pasar el día en el agua- me iba nadando hasta tres veces al día para ver los pececillos (a los que hemos bautizado de maneras divertidas: el pez cebra, el pez Gaudí); vimos especies que no habíamos visto en otros rincones y que entre unos y otros (y con la ayuda de un libro) trabábamos de identificar.

UNA MARAVILLA

Disponíamos de una playita para nosotros solos


Cuando de repente oímos unos motores potentes, una música estridente... y vimos que no éramos los únicos en descubrir un pedacito del paraíso


Green Island es un lugar de “paseo de día” y una motora cargada de gente desembarca alrededor de las 9 de la mañana y se va a las 14h. De repente cien personas ocupan el espacio, el humo de la barbacoa llena el espacio, van todos en fila (y con chaleco salvavidas modelo abeja Maya) a ver el rinconcito que yo -tonta de mi- había bautizado como mi acuario


Lo que más me sorprendió fue darme cuenta que si por un momento me pareció lo menos atractivo del mundo eso de ir apiñados en una motora a hacer snorkel “en masa” y salir corriendo para ver otro lugar, hace apenas unos años yo ni siquiera soñaba con viajar al Caribe; de haberlo hecho, habría buscado un hotel sencillito y buses que me llevaran de un lugar a otro, habría visto esa salida de día como algo que se me escapaba y habría mirado con envidia a los que se subían a la motora a disfrutar del fondo del arrecife.


Así que rápido cambié mi mirada de poca simpatía hacia aquel grupo que me “estaba robando” la intimidad de “mi” fondeo y me prometí tener presente cada minuto (también cuando llueve y no se me seca la ropa ni en una semana, cuando el viento no nos deja hacer un buen rumbo, cuando la corriente nos aparta de nuestro camino, cuando hay demasiado viento, cuando no lo hay, cuando se me vacía la nevera y no encuentro un super... también en esos momentos) que soy una persona muy pero que muy afortunada


Nos volvimos a Falmouth para despedirnos de Fernando (que estaba ya loquito por volver a su querido Ralip y volver a sus adoradas aguas griegas). A nosotros aun nos quedaban 15 días por Antigua y muchos rincones que descubrir... pero eso será el siguiente capítulo!

Un besazo Fernando, ha sigo un gusto tenerte a bordo!