sábado, 18 de febrero de 2012

Carriacou




Lo más dificil de Carriacou... es llegar a Carriacou.

Lo pone en las guías, te lo cuentan otros que navegaron antes, pero es un palo cuando estás en ello.

Lo mejor es ir costeando la isla por la cara de sotavento (en la cara este hay siempre mucho mar) aunque sea utilizando el motor y después pelear con el mar y la corriente. Y como dice el dicho que si no quieres caldo... dos tazas, pues nosotros subimos a Carriacou con José Luis y Ana, regresamos a Grenada, y volvimos a subir, esta vez con Fernando a bordo.

En el canal entre Grenada y Carriacou desplegamos las velas y nos dejamos impulsar por el viento durante cuatro horas que fueron de navegación bonita y más o menos tranquila, pero llega un punto en que el viento se pega a la costa de la isla de destino y yendo a vela te empuja hacia el norte (y tú quieres ir al noreste) pero si haces un bordo, la corriente (que es de unos 2 nudos) te frena y el viento te empuja directo al este... con lo que no adelantas nada y tienes que resignarte a llegar a motor a la velocidad de las tortugas.

La segunda vez intentamos ganar barlovento desde la salida del abrigo de Grenada... la cosa fue un poco mejor, que la experiencia es un grado, pero no suficiente y acabamos yendo a motor y lentos como la otra vez.

Y la bajada (génova desplegada y buena velocidad) la hicimos debajo de un chubasco al que seguía otro chubasco. Además yo insistía en que era mejor hacerlo por la cara este de la isla para poder “aprovechar” el viento, y Johan –cansado de oírme y supongo de que yo no le escuchara- se encaminó por la ruta que yo le sugería; no tardé ni diez minutos en claudicar –bajo un mar montadísimo- y pedir que volviéramos a su plan! Si además os cuento que nos llovió las tres veces, podemos decir de estos viajes que han sido entretenidos... pero no muy placenteros.




Al llegar -por fin- a Carriacou, nos dirigimos a Terryl Bay donde había... montones y montones de barcos fondeados pero donde sin problemas encontramos un hueco para echar el ancla.

Al día siguiente nos fuimos a White Island, a penas al girar la isla. El lugar es... os paso unas fotos que lo explicaran mejor que yo






El día era ventoso (hasta ahora -y os escribo pasadas varias semanas) el tiempo siempre es ventoso. Nos habían dicho que esto de navegar en el Caribe era estupendo, siempre entre 15 y 18 nuditos... puede ser que el cambio climático esté cambiando las cosas, que nosotros tengamos mala suerte o que este año sea raro, que la estación tranquila esté por llegar, pero lo normal está siendo que el viento no baje de entre 20 y 25 nudos, de noche y de día.

En fin, que fondear en Whyte island no era tan fácil; está rodeada de fondos muy bajitos y yo -ya nos vamos conociéndonos- me pongo muy nerviosilla y miro al capi con ojitos de cordero degollado cuando la sonda baja... total, que abordamos la isla por aquí, desistimos, le dimos la vuelta y la abordamos por allá y echamos el ancla. Un bañito mientras Johan escudriñaba el mar y recogimos de nuevo para fondear en otro punto, más cerca de la islita y así poder desembarcar en ella con la auxiliar.





José Luis, Ana y Johan se fueron a explorar tierra y yo me quedé, alucinada, mirando cuantos azules puede contener la palabra azul, viéndolos luchar por subir a Aleita a tierra... fue una excursión estupenda.








En la isla “descubrieron” a tres chicas inglesas que estaban pasando allí unos días con una tienda de campaña: pescando, leyendo, caminando (poco, que la isla se acaba rápido). Sin duda otra forma de hacer vacaciones.


Volvimos a Tyrrel Bay donde encontramos al Bellatrix, otro velero español que sabíamos estaba por la zona y con ellos quedamos para cenar en el tierra. Era viernes por la noche y un restaurante ofrecía un concierto de steel band, el menú era apetitoso y rum punch seguro que estaba en la carta










... era irresistible









… y no nos resistimos.





Desde Tyrrel Bay fuimos a la capital de la isla para pasear, hacer compras y disfrutar del entorno sin más.

Ana y José Luis se acercaron hasta Paradise Beach donde hay una tiendita conocida por sus camisetas (realmente bonitas) mientras que nosotros nos fuimos a dar vueltas por el varadero (hay una pequeña marina en seco) donde nos encontramos con nuestros amigos franceses de Tobago, casi compramos un piloto de viento Aries de segunda mano, nos enteramos de donde estaba el mejor restaurante de la isla…














Con Fernando volvimos a la misma bahía y con la tranquilidad de quien no tiene más que hacer que relajarse, pasamos tres días entre paseos a la ciudad, cena de pizza e internet, descubrimiento del mejor té de hierbas que hemos bebido hasta ahora.

Y desde luego un poquito de vida social. Coincidimos con un velero al que habíamos visto en Pirckly bay y nos acercamos a saludar. Era un modelo clásico, de madera, velas cuadradas, todo a base de poleas, sin winches, auxiliar de madera… Peter y Courtney nos explicaron que el barco había sufrido una explosión de gas y el propietario les regaló el casco para que lo restauraran “si podían”, y pudieron! Alguien al verlos en el agua les ofreció una preciosa auxiliar de madera “porque les hacía conjunto y parecía que sabrían cuidarla”. El barco –que ciñe fatal- ha ido a Europa (donde han hecho montones de amigos y en más de una ocasión les han dejado amarrar gratis en los puertos) donde han pasado un par de años y unas semanas antes que nosotros volvieron a cruzar esta vez rumbo a América. Son una pareja que transmite ganas de quererlos, de compartir un buen rato con ellos y nosotros tuvimos suerte: vinieron al Alea a cenar (como siempre: tapitas y una buena tortilla de patatas) y después nos invitaron a un catamarán al que a su vez ellos habían sido invitados para tocar música. Y después de una cena agradable –de esas de explicar historietas- nos fuimos al cata donde nos reunimos 8 personas: un banjo, una caja de percusión, una guitarra, una mandolina, unas maracas y un vasito de vino. Fue taaaan bonito que lloré de la ilusión de sentirme tocada por la suerte de encontrar la felicidad en los pequeños rincones que –si la dejas- la vida va poniendo en tu camino.




Volvimos a la capital, hicimos los trámites de salida del país (laboriosos pero gratuitos), inscribimos a Fernando en la tripulación del Alea, y nos encaminamos a la siguiente isla… el paraíso –de verdad- que compartiremos con vosotros en unos días

4 comentarios:

Carles dijo...

Esas cosas taaan bonitas que nos cuentas, son las que nos hacen seguir este extraordinario blog.

Carles / XaoXao

esteban dijo...

Gracias por vuestras crónicas.

¡Las seguimos!

Un abrazo

ESTEBAN

Anónimo dijo...

seguimos soñando..

Anónimo dijo...

sin palabras... y diréis... y tanto!! pero prometo escribir en breve!!! un beso enorme para los dos!! Julia