Como
dijo el científico... todo es relativo.
Escribimos
esta crónica desde casi 55° sur, casi siete años después de
empezar el viaje.
Cuando
preparábamos el velero, poca gente pensó que lo conseguiríamos.
Pasaban las semanas y nuestro trabajo de hormiguitas no se notaba
demasiado, parecía que estábamos siempre en el mismo punto, Johan
con la radial, la soldadora, los cables, los tubos, etc. etc. etc.;
yo con los pinceles, cientos de pinceles, kilos y kilos de pintura.
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¡qué recuerdos! |
¿estábamos
locos?, para la mayoría sí, porque la mayoría -si es que deciden
tener un velero- se compra uno que le permita salir a navegar y no
poco más que un casco.
Pero,
indagando a penas un poquito, descubrimos que no éramos ni de lejos
los únicos y que había salpicados por todos lados proyectos de
restauración, de renovación, de construcción. Estábamos solo
relativamente locos (o relativamente solos en la aventura).
Entonces
empezamos nuestro proyecto de navegación por el Mediterráneo.
Otra
vez ese sonido de la máquina cuando NO te ha tocado el premio.
¿Mediterráneo? ¿un proyecto de vuelta al mundo no debía
empezar... dando la vuelta al mundo, poniendo rumbo al cruce del
Atlántico?
Tal
vez sí, pero no teníamos previsto circunvalar por el Ecuador, es
más, mientras restaurábamos el velero siempre tuvimos puestos los
ojos en las latitudes altas (Patagonia, Groenlandia, Alaska) y si con
algo soñaba yo por las noches era con paisajes helados.
Así
que el Mediterráneo era un buen lugar para empezar a dar vueltas por
el mundo. Allí, en Grecia, descubrimos que no estábamos solos:
montones de veleros -con planes a largo, a corto y a medio plazo-
surcaban las azules aguas del mar. En todos esos fondeos, NO tener
intención de cruzar el charco era, por lo tanto, la mar de normal.
Con el
paso de los meses y los años, nos entraron ganas de cambiar de
ambiente y seguir persiguiendo nuestro sueño de visitar un glaciar,
de ver un pingüino. Dudamos entre Groenlandia y Patagonia. Todos nos
decían que estábamos locos, que pudiendo ir a la Polinesia quien
querría ir a un clima frío... nos sentíamos un poco al margen de la
opinión general, pero ahí estábamos, persiguiendo una ilusión.
Cruzamos
el Atlántico y como siempre hemos sido gente sin prisa, pasamos tres
años en los mares cálidos del Mar Caribe. Nada en contra de seguir
la opinión de la mayoría, de tostarnos al sol, de disfrutar de los
fondos marinos, de ver palmeras y comer cocos, nada en contra de ser
normales... por un ratito.
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San Blas, Panamá ¿quién no va a querer perderse por aquí un rato?
Pero
el gusanito seguía ahí y un día decidimos que había llegado el
momento de poner rumbo sur. Rumbo a nuestro deseo.
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Y tras
una larga navegación llegamos a Puerto Mont; allí coincidimos con
varios veleros que ya habían subido los canales chilenos, gente que
había disfrutado de aquello que perseguíamos desde que iniciamos el
proyecto. Claro que en su mayoría eran gente que había decidido circunvalar pero en lugar de seguir el Eucador desde Europa habían bajado por Brasil y Argentina y allí en Puerto Montt, ya tenían su mente vagando por la Polinesia.
Hemos
bajado los canales más lentos -mucho más lentos- que la mayoría, seis meses donde casi todos invierten dos.
También nos llamaron locos al plantearnos la travesía en invierno... ¿qué será estar loco?
Además ¡no
queríamos ir a navegar el Pacífico y sus islas cálidas, sus
corales, sus cocoteros! -lo cierto es que nunca ha estado en nuestros planes-; algo iba regular si queríamos seguir
persiguiendo el frío...
Y llegado el momento, partimos
y navegamos y vimos nevar y fondeamos una y otra vez a lo largo de
seis meses y hemos sido los más felices de los navegantes.
Llegados
a Puerto Williams nos hemos encontrado con otros siete veleros que
han pasado allí el invierno o parte de él, no gente que está de paso entre Caribe y Caribe, algo así como el núcleo duro de los navegantes de latitudes altas. En este nuevo entorno hemos
constatado -otra vez- que todo es relativo y que si normal es lo que
hace la mayoría... tienes que buscar una mayoría que comparta tus
planes, tal vez no tengas especial interés en ser “normal” pero
si lo tienes, si no quieres sentirte fuera de lugar... solo tienes
que buscar el entorno en el que encajes!
Aunque tal vez haya que decir que tal vez aquí no encajemos totalmente, tampoco.
Uno de
los veleros que hemos encontrado en Puerto Williams ha estado años
navegando en las Spitsbergen; tras hacer el paso del Noroeste, ha
pasado unos meses en Alaska; desde ahí ha bajado al sur, el año
pasado fue dos veces a la Antártida. Acaba de soltar amarras para ir
a las Faklands / Malvinas y de ahí a Georgia del Sur... y vuelta a
Puerto Williams
De esos
7 veleros con quienes coincidimos en Micalvi, 4 iban a las Falklands/Malvinas,
dos de ellos continuaban a Georgia del Sur. Dos tienen fecha prevista
para ir a la Antártida. Unos han llegado aquí desde Alaska (con dos
niños pequeños), otros desde Finlandia tras pasear por aguas rusas...
Para este grupo, también somos raritos: no tenemos planes de llegar a Georgia, ni de visitar la Antártida...
Otra cosa nos llamó la atención: Sólo
uno de ellos tenía previsto ir a doblar el mítico Cabo de Hornos.
¿raritos, no?
¿estás
a 50 millas de Hornos y no vas a doblar el más mítico de los Cabos?
bueno, supongo -otra vez- que todo es relativo.
Nosotros,
que soñábamos con llegar hasta aquí, nunca hemos soñado con ir a
Cabo de Hornos.
La
mayoría de la gente de los veleros con los que hemos compartido
estancia en Puerto Williams, esos que han pasado el invierno por aquí, que han hecho el paso noroeste, que van o han ido a la Antártida, consideran que la única forma de
cruzar Hornos “de verdad”, es plantearse una travesía larga, que
te lleve de 50°S del Atlántico a 50°S del Pacífico o viceversa,
pero no esperar en Williams a una buena ventana de tiempo y sin más circunvalar el Cabo.
A
nosotros simplemente nunca nos había atraído, lo que queríamos era navegar a fondo los canales, pero...
Nos
está escribiendo gente que nos pide que nos acordemos de ellos cuando estemos allá, que tengamos un pensamiento para un familiar que siempre anheló llegar a Hornos y ya no está para cumplirlo, gente que nos quiere acompañar a doblar el cabo.
Son en su mayoría correos que transmiten una ilusión inmensa;
gentes que ven el paseo como el cumplimiento de un sueño acariciado
durante mucho mucho tiempo. Es difícil llegar aquí con el propio
velero, es bonito cumplir los sueños.
Y como
si algo nos ha caracterizado desde el primer dia de la travesía
-quien lo diría, hace casi siete años- es nuestra predisposición a
cambiar de planes... pues nos vamos a doblar el Cabo de Hornos. Tal
vez no cumplamos así un sueño de nuestra infancia o nuestra
juventud... pero seremos el instrumento para que otros lo cumplan y
eso nos parece justificación más que suficiente.
Así,
que como dice el dicho: “si no quieres caldo, dos tazas!”. Parece
que vamos a hacer un par de paseos por allí... eso sí, somos como
somos, no vamos a perforarnos la oreja, ni un a vez, ni dos, ni tres
si se da el caso...
¿y
después?. No nos pidáis cosas normales, después de todo este
relato intentando explicar que vamos un poco por libre. Después nos
mantenemos en nuestra idea de no ir al Pacífico; probablemente hasta
nos desdigamos de nuestra idea de ir a Groenlandia, a Alaska.
Lo
hemos pensado mucho y queremos volver a Europa. Sentimos que es
momento de estar más cerca de casa (y entendemos que nuestra CASA,
con mayúsculas son nuestra familia y nuestros amigos), así que en
marzo pondremos rumbo al ¿Mediterráneo? ¿Báltico?
Nuestra
opción les ha parecido bastante rara a todos los veleros que hemos
ido encontrando por aquí (aunque todos la han acogido con un
“perfecto, si eso es lo que queréis)... seguro que vuelve a ser
normal cuando estemos de nuevo navegando por, digamos, Grecia, digamos Escocia; porque
si algo hemos aprendido es que tienes que seguir tu propio camino,
porque lo normal no existe, todo es relativo.
Como
sabéis, ofrecemos paseos por la zona; nos quedamos por aquí hasta
principios de marzo. Si queréis disfrutar de unos días en los
glaciares o sois de los que soñáis con el Cabo de Hornos...
hablamos!
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PD. Acabo de cumplir 49
años. Y soy así, una imagen tal vez un poco alejada de la de una
mujer que está a punto de llegar a la cincuentena... pero -espero
que sepáis verlo- la viva imagen de una mujer feliz. Gracias Johan.
Gracias Johan