lunes, 26 de octubre de 2015

Isla Redonda

Dejamos el parque Nacional para ir a Isla Redonda, donde los amigos del Manta nos habían contado que había un fondeo seguro y caminatas preciosas... no nos lo íbamos a perder.

En menos de una hora ya estábamos con la maniobra de fondeo.



Añadir leyenda
Elegimos la bahía en la que está la Oficina de Correos del Fin del Mundo. Es un lugar que recibe muchos paseos de día en lanchas locales y suponemos que esa es la razón para que hayan dispuesto una línea que cierra la entrada al saco de la bahía pero que permite amarrarse fácilmente a un buen número de embarcaciones. 

Nosotros preferimos, si se puede, ir lo más atrás posible... pero la línea nos pareció perfecta. Ancla -en buen fondo-, atrás y con el bichero pescamos el cabo, pasamos nuestros propios cabos de amarre y en un momentito estábamos fijados y perfectos.



¿perfectos? bueno, lo de amarrar a una línea que no es la tuya y no conoces siempre da un poco de respeto, de modo que no contentos con lo que teníamos, echamos dos amarres nuestros directamente a un par de buenas rocas que tenían aspecto de no ir a moverse para nada. Después, comprobando la línea que hay fija, vimos que era suficiente y segura; pero somos así, de los de prevenir y prevenir!

Comprobando amarres, añadiendo amarres, o sea, bien amarrados!




Desde el fondeo era muy fácil dejar la auxiliar en el muellecito del correo y disfrutar de un día de caminatas. Hablando del Correo, nos ha llamado la atención lo bien que se organizan las gentes de esta zona para pasear a los turistas ofreciéndoles cosas que te hacen sentir que llegaste a donde pocos llegaron. Es muy popular venir a Isla Redonda a enviar alguna tarjeta para que quien lo reciba sepa que le llegó desde el lugar más recóndito del mundo.
Sin embargo, se trata de la oficina de correos situada más al sur de Argentina, no del mundo. Unas millas más al sur, Puerto Williams dispone de oficina de correos y sabemos (porque una vez nos dio por investigar posibles trabajos en lugares remotos y encontramos una oferta para este lugar) que hay un puesto de correos en la Antártida. También se ofrecen excursiones de día para ver el faro del fin del mundo (un precioso faro a escasas millas de Ushuaia) cuando hay faros más al sur... en fin, que hay que quitarse el sombrero sobre el modo en que esta gente sabe trabajar el turismo; algo que no se ve ni por asomo en la parte chilenas, a penas unas millas más allá. No nos parece que una opción sea mejor que otra (vivir del turismo, vivir de la pesca) pero es algo especial poder ver los dos modos de hacer tan distintos y a la vez tan próximos en el espacio.




En Isla Redonda hay un puesto de la Armada Argentina y uno de los senderos te conduce hasta allí, así que pensamos que lo más educado era empezar saludando a las autoridades. Además de los militares, en la isla hay un par de perros juguetones que nos han acompañado en cada pasito que hemos dado.



Los caminos están profusamente señalados... tanto que nos daba la risa ver tantos palitos  y piedras y flechas indicando el camino (la isla es tan chiquita que cuesta pensar que uno se pueda perder).



Los caminos se pierden entre los árboles para volver a dejarte ver el mar. Os podemos regalar unas cuantas fotos pero lo que no podemos transmitiros es el increíble olor a tierra mojada, a hierba fresca y a la vez a mar.





Porque sí, sí, sí... la primavera está rompiendo en cada rincón y la nieve ha dejado espacio a las flores que empiezan a salir por todos los lados. Sol, sol, sol.




Llegamos a la casa de la prefectura en una media horita... no porque esté demasiado lejos, solo porque nos tomamos el camino con calma, haciendo un poquito la cabra, jajaja.




En la Prefectura nos encontramos con las tres personas que hay destacadas allí. La casa es preciosa, pudimos constatar que el funcionamiento del destacamento es también muy distinto al de los puestos que habíamos visitado en Chile: si allí se destina a un oficial durante todo un año y acompañado por su familia, aquí -por estar tan cerquita de la ciudad y con una comunicación tan fácil- están destinados solo por uno o dos meses, sin familias.


Nos comentaron que uno de los senderos circunvala la isla (que como su nombre dice es redondita) y preguntamos si el camino era fácil o no y el oficial nos dijo que era un poco dificultoso pero que habían cabos para ayudar en los tramos más difíciles y que ellos cada día le daban la vueltita a la isla en cosa de 20 minutos. Nos pareció accesible y allá que nos fuimos: subiendo y bajando, siguiendo los palitos, bajando por las laderas...


Cada vez la cosa se ponía más empinada!!!

si os fijáis bien, allí abajito se ve amarrado el Alea
Hasta que llegó un momento en que perdimos de vista cualquier palito (tanto como nos habíamos reído), cualquier sendero, cualquier señal... y nos tocó desandar lo andado. Para entonces, llevábamos andada más de una hora; si el oficial lo hace en 20 minutos debe estar hecho un supermán!!!


En nuestro nuevo -y derrotado- paso por Prefectura nos dieron cuatro indicaciones que no acabamos de entender... y nos dijeron que lo más fácil era empezar en el fondeo y llegar hasta el punto más alto de la isla (precisamente hasta donde habíamos llegado ya) porque desde ahí sabríamos continuar. Ya teníamos tarea para el día siguiente.

Iniciamos la ruta como nos habían indicado y disfrutamos del placer de pasear la cara expuesta al viento. Unos paisajes increíbles.


Y esta vez lo conseguimos -aunque nos costó un buen rato...- y si lo hicimos fue porque Johan tiene buenas dotes de orientación. Yo tiraba derechito por donde se me antojaba y él miraba, miraba y decía: hay tres caminos, el más transitado va por aquí pero hay otros dos por allá... ¡tres caminos! yo volvía a mirar con más atención y sólo veía piedras y hierbas... no hay como viajar bien acompañada!


Como el sol no ha dejado de acompañarnos hemos seguido andando todos y cada uno de los senderos  una y otra vez. Felices de poder disfrutar del paisaje, del sol, de la naturaleza. Felices.


Hasta que decidimos que nos apetecía volver a la ciudad.., y sin mucha literatura, soltamos amarras, pusimos las velas y en un ratito estábamos de vuelta en Ushuaia, esta vez amarrados a una boya.


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Si tienes previsto venir por la zona y no dispones de muchos días, podemos hacer una salida del día hasta Isla Redonda, o un par de días combinando Isla Redonda y el parque nacional de Lapataia. Hay mil rincones que descubrir!

miércoles, 21 de octubre de 2015

Lapataia (Argentina)

Después de nuestra reinmersión en la vida de ciudad, decidimos volver a disfrutar de unos días relajados en un fondeo (es lo bueno de no tener que elegir, simplemente poder alternar) y pusimos rumbo a Lapataia.

Preguntamos en Prefectura y nos indicaron que debíamos personarnos para hacer un nuevo zarpe (otra vez largas esperas, otra vez rellenar los tres papeles idénticos) y de ahí ya poner rumbo a nuestro destino.

Desde Ushuaia los posibles fondeos al oeste de la ciudad son escasos porque estamos a sólo unas millas de la frontera chilena. Si desde aquí quisiéramos regresar a caleta Olla, a los ventisqueros, deberíamos navegar 30 millas en dirección opuesta para llegar a Puerto Williams, hacer la entrada en aguas chilenas y conseguir el permiso para navegar en esa zona.

Aun así, hay varios lugares interesantes y estábamos dispuestos a descubrirlos.

Durante nuestra estancia en el club náutico habíamos tenido tiempo para limpiar el diesel de los tanques y el motor nos lo agradeció con un ronronear maravilloso. Todo iba bien.

La travesía hasta Lapataia es de apenas unas 12 millas por lo que no tuvimos que madrugar y aun así llegamos a buena hora al destino. Fondeamos en una caleta que se llama “fin de la ruta” ya que la ruta 3 que parte de Buenos Aires termina aquí.



Hay un pequeño muelle para las excursiones de día que parten de Ushuaia y nosotros decidimos fondear solo al ancla (54°51'2S 068°34'5W). El cul de sac del fondo de la bahía es muy tentador porque parece -está- claramente más protegido, pero hay un río que desemboca justo ahí y los sedimentos han subido mucho el fondo... la sonda marca 8m y en un plisplas menos de 2m... así que nos quedamos algo más abiertos pero fenomenal.

Por los colores del agua se adivina fácil dónde empieza la zona menos profunda
El lugar es bonito y para nosotros tenía el atractivo especial de que podíamos hacer buenas caminatas (algo que hemos echado tanto de menos en el duro invierno de los canales) por buenos camios señalizados.



Lo cierto es que el lugar nos pareció menos bonito en el sentido de menos agreste, menos salvaje... pero justo eso que echábamos de menos era lo que nos permitía caminar de forma fácil que era lo que queríamos. Uno de esos caminos te lleva a la zona de castores donde este animal no autóctono ha hecho de las suyas...



No pudimos evitar que nos llamara vívamente la atención esta leyenda al frente de la castorera. ¿No pensarían algo parecido las poblaciones autóctonas de las tierras fueguinas de los primeros colonizadores que se llegaron hasta aquí?


Ciertamente este parque está muy cuidado y poco "salvaje" No se puede tener todo en esta vida!!! ya sabéis: hay que disfrutar de lo que se te ofrece en cada momento; no podíamos dejar de sentir el placer del paisaje que compartíamos con cientos de turistas que llegaban -con frío o con sol- cada día en autobuses, busetas, coches..

picnic con vistas!

y también se nos pasaron las horas y -cómo no!- admirando la exuberante abundancia de aves que hay en la zona.





Para premiar nuestra buena predisposición a pasarlo en grande, tuvimos unos días de sol impresionante y temperaturas que ya no recordábamos. Todo un placer.



El fondeo -que en las guías se describe como protegido para todos los vientos y con buen tenedero- resultó ser más ventoso de lo que esperábamos. Es cierto que el fondo es fango y el ancla estaba perfectamente cogida, pero el viento se intensificaba en el fondeo y veíamos como el canal estaba más tranquilo que nuestro refugio.


Después de tres días de calma y uno de viento, decidimos cambiar de escenario e ir a Isla Redonda donde sabíamos que nos podíamos amarrar como a mí me gusta: ancla y cabos por todos los lados :-)

Cuatro millas más tarde estábamos en un nuevo lugar. Otro rincón que explorar y descubrir.

sábado, 17 de octubre de 2015

Ushuaia!!!

Seguimos con nuestras historietas que si algo tiene de bueno este modo de vivir es que siempre hay algo que contar.

Estuvimos al menos cuatro días diciendo “mañana salimos”... pero no sé si por pura pereza o por que la meteo no nos parecía ideal no encontrábamos el momento. La cosa requiere de algo de planificación porque para salir de Williams con destino a aguas argentinas hay que conseguir un zarpe en la Armada y hacer los trámites de aduanas, hay que avisar previamente y sólo pueden realizarse a las 10h, a las 15h y a las 18h. El zarpe es válido por 24 horas y te piden la hora estimada de salida. Para salir temprano en la mañana (además de todo lo dicho necesitábamos marea creciente porque en el lugar que estábamos con marea baja a ratos estábamos casi en el fondo de barro, imposible salir), hay que hacer el zarpe la tarde anterior.


Otro velero -el Manta- quería hacer la misma travesía y preferían salir el mismo día que nosotros porque si dejábamos libre nuestro amarre su maniobra de salida era mucho más fácil... factores y más factores.

Salimos un lunes con una meteo que nos pronosticaba viento del oeste (el normal y habitual en la zona) pero solo de 4-5 nudos así que no debía ser problema.

La maniobra de salida, rápida y bien, el viento nulo. Todo apuntaba a la mayor de las perfecciones. Hasta que dejamos el abrigo de la bahía.

El supuesto viento de 5 nudos era de unos 25, corriente no muy dura pero en contra, dirección -aquí si habían acertado- oeste (o sea, en contra, también).
Íbamos avanzando a motor, dando cabezazos, despacio (algo más de tres nudos) pero hacia la meta. Se prometía un día largo.

Detrás de nosotros el Manta optó por poner vela y hacer bordos. Tenían que apoyarse con el motor así que era una opción más distraída (no más barata) pero decidimos probar también.



Abrimos el génova, ajustamos el rumbo y rápidamente subimos por encima de los 5 nudos por hora, aunque el plotter nos informaba amablemente que la velocidad efectiva hacia el destino no pasaba de los 3'4 nudos.


Bordo para aquí, bordo para allá íbamos haciendo hasta que el motor empezó a hacer un ruido raro, acelerándose y desacelerándose sin más. Johan bajó a la carrera para mirar y pof pof pof pof... el motor se paró.



Recogimos la vela y Johan se fue a ver qué pasaba y cómo solucionarlo.
Yo me puse a la rueda y estabilicé el barco poniendo popa al viento... os lo creáis o no la velocidad que alcanzábamos, sin motor, sin vela, era de 3'7 nudos. O solucionábamos pronto el problema o llegábamos en un plis plas... a Puerto Williams.

Los del Manta nos vieron a través del AIS y se ofrecieron a esperar a ver si necesitábamos ayuda pero agradecimos y declinamos el ofrecimiento: si no podíamos solucionar era más fácil volver a vela al punto de partida.

En unos minutos Johan cambió filtros, purgó aires y brummm brummm brummm ¡ya estábamos en marcha de nuevo!

¿os acordáis de los problemas del diesel y la estufa? ¡nosotros también!


Llegamos a Ushuaia alrededor de las 17h (la marea estaba a mitad de su ciclo decreciente) y optamos por el AFASyN, una de las dos marina que hay, porque según las guías y las cartas tiene mayor calado.


Amarramos abarloados al Manta e iniciamos los trámites de entrada en el país.
Paseo a Prefectura (que siempre se hace más largo por aquello de no saber dónde vas): tuvimos que rellenar tres veces el mismo impreso (no hay fotocopiadora) que tardaron 1h en entregarnos. Con ese documento tuvimos que dirigirnos a Adunanas (en la zona del muelle comercial, a mitad de camino de “vuelta a casa”) donde en 15 minutos cumplimentamos todos los impresos correspondientes. Ya éramos legales en Argentina!


Nuestro objetivo para el día siguiente era investigar cómo era el Club Náutico porque el AFASyN queda muy lejos del centro. El precio que nos ofrecieron en el AFASyN era de 210 pesos argentinos por día incluyendo agua -no electricidad- y wifi. La primera vez que visitas el puerto, si te quedas una semana te regalan dos noches de cortesía; el centro dispone de un local social y baños y duchas. Ofrece también la posibilidad de sacar el barco a dique seco (no hay travelift, es un carro con carriles) aunque la cola es larga.


En el Club Náutico, Uka -el encargado de todo- nos explicó que al final del muelle el calado era suficiente (en verdad el mismo que en la otra marina) y que el precio era de 101 pesos argentinos incluyendo agua, electricidad -¡importante, podíamos poner la estufita eléctrica y dejar descansar unos días a la Dicky- y wifi; no disponen de zona social, ni de duchas o baños; es precio de temporada baja válido hasta final de octubre, a partir de entonces nuestra cuota sería de unos 170 pesos. Hay que pagar una cuota única mensual de 250 pesos como socio visitante. Es cierto que es una zona más ruidosa (está a pie de carretera) pero ir a comprar el pan supone un paseo de 5 minutos y no de 25. ¡Nos cambiamos!






Al regresar a AFASyN para movernos, el encargado nos comentó que había cometido un error y que el mes de septiembre (estábamos a 23) era considerado temporada baja y que podíamos quedarnos por 105 pesos... mmm... nos mantuvimos en el Plan Club Náutico y en media horita estábamos paseando por la ciudad con el barco amarrado en su nuevo hogar.


Mucha gente nos había comentado que Ushuaia era sólo “así-así”, mucho ruido, muy ciudad (con cierta connotación negativa), que era mucho más “auténtico” estar en Pto Williams. Bueno, si queréis nuestra opinión, echando mano de la filosofía de “disfruta lo bueno de lo que hay y no te pares a ver solo lo malo”, nos ha parecido un lugar estupendo.


Es cierto que las aguas de la bahía están muy sucias, es cierto que las primeras noches no pegamos ojos porque los ruidos de la ciudad se nos hacían raros e incómodos, que las marinas no son una maravilla, que no hay otros veleros con gente con la compartir y charlar.


Pero: se puede pasear por horas, hay un montón de buenos supermercados, hay donde comprar, por ejemplo, los filtros que usamos viniendo, tiendas de mecánica, electricidad, electrónica, hay cafeterías donde te puedes sentar a tomar un buen croissant, hay donde cenar un asado (y aunque no vayas a tomarte el café ni te comas unbuen asado... es bonito saber que la posibilidad está ahí), hay muchísima vida por las calles, hay hospital, hay dentista... hay de casi todo. ¡Hay hasta biblioteca!!

un barcito con encanto

comprando el pan... y una pastita para el café de la tarde!

para una supergolosa como yo ¿se puede pedir más?

como cualquier biblioteca del mundo, el mejor lugar para perderse: buena lectura,
gente amable dispuesta a ayudarte en cualquier cosa,
calefacción, wifi... una biblioteca : un paraíso

¿Mejor Ushuaia que Williams? Mejor tener un velero e ir de una a otra según te apetezca!!!

Desde aquí hay mucho menos que pasear que en el lado chileno, pero aun así se puede hacer alguna excursión interesante, así que después de 10 días disfrutando de la ciudad, soltamos amarras y pusimos rumbo al parque nacional de Lapataia... será para la próxima.

domingo, 11 de octubre de 2015

Como decía el científico... todo es relativo. Hoy estoy filosófica,

Como dijo el científico... todo es relativo.

Escribimos esta crónica desde casi 55° sur, casi siete años después de empezar el viaje.


Cuando preparábamos el velero, poca gente pensó que lo conseguiríamos. Pasaban las semanas y nuestro trabajo de hormiguitas no se notaba demasiado, parecía que estábamos siempre en el mismo punto, Johan con la radial, la soldadora, los cables, los tubos, etc. etc. etc.; yo con los pinceles, cientos de pinceles, kilos y kilos de pintura.

¡qué recuerdos!
¿estábamos locos?, para la mayoría sí, porque la mayoría -si es que deciden tener un velero- se compra uno que le permita salir a navegar y no poco más que un casco.


Pero, indagando a penas un poquito, descubrimos que no éramos ni de lejos los únicos y que había salpicados por todos lados proyectos de restauración, de renovación, de construcción. Estábamos solo relativamente locos (o relativamente solos en la aventura).


Entonces empezamos nuestro proyecto de navegación por el Mediterráneo.
Otra vez ese sonido de la máquina cuando NO te ha tocado el premio. ¿Mediterráneo? ¿un proyecto de vuelta al mundo no debía empezar... dando la vuelta al mundo, poniendo rumbo al cruce del Atlántico?

Tal vez sí, pero no teníamos previsto circunvalar por el Ecuador, es más, mientras restaurábamos el velero siempre tuvimos puestos los ojos en las latitudes altas (Patagonia, Groenlandia, Alaska) y si con algo soñaba yo por las noches era con paisajes helados.










Así que el Mediterráneo era un buen lugar para empezar a dar vueltas por el mundo. Allí, en Grecia, descubrimos que no estábamos solos: montones de veleros -con planes a largo, a corto y a medio plazo- surcaban las azules aguas del mar. En todos esos fondeos, NO tener intención de cruzar el charco era, por lo tanto, la mar de normal.








Con el paso de los meses y los años, nos entraron ganas de cambiar de ambiente y seguir persiguiendo nuestro sueño de visitar un glaciar, de ver un pingüino. Dudamos entre Groenlandia y Patagonia. Todos nos decían que estábamos locos, que pudiendo ir a la Polinesia quien querría ir a un clima frío... nos sentíamos un poco al margen de la opinión general, pero ahí estábamos, persiguiendo una ilusión.


Cruzamos el Atlántico y como siempre hemos sido gente sin prisa, pasamos tres años en los mares cálidos del Mar Caribe. Nada en contra de seguir la opinión de la mayoría, de tostarnos al sol, de disfrutar de los fondos marinos, de ver palmeras y comer cocos, nada en contra de ser normales... por un ratito.

San Blas, Panamá ¿quién no va a querer perderse por aquí un rato?

Pero el gusanito seguía ahí y un día decidimos que había llegado el momento de poner rumbo sur. Rumbo a nuestro deseo.


Y tras una larga navegación llegamos a Puerto Mont; allí coincidimos con varios  veleros que ya habían subido los canales chilenos, gente que había disfrutado de aquello que perseguíamos desde que iniciamos el proyecto. Claro que en su mayoría eran gente que había decidido circunvalar pero en lugar de seguir el Eucador desde Europa habían bajado por Brasil y Argentina y allí en Puerto Montt, ya tenían su mente vagando por la Polinesia.


Hemos bajado los canales más lentos -mucho más lentos- que la mayoría, seis meses donde casi todos invierten dos. También nos llamaron locos al plantearnos la travesía en invierno... ¿qué será estar loco?


Además ¡no queríamos ir a navegar el Pacífico y sus islas cálidas, sus corales, sus cocoteros! -lo cierto es que nunca ha estado en nuestros planes-; algo iba regular si queríamos seguir persiguiendo el frío...


Y llegado el momento, partimos y navegamos y vimos nevar y fondeamos una y otra vez a lo largo de seis meses y hemos sido los más felices de los navegantes.




Llegados a Puerto Williams nos hemos encontrado con otros siete veleros que han pasado allí el invierno o parte de él, no gente que está de paso entre Caribe y Caribe, algo así como el núcleo duro de los navegantes de latitudes altas. En este nuevo entorno hemos constatado -otra vez- que todo es relativo y que si normal es lo que hace la mayoría... tienes que buscar una mayoría que comparta tus planes, tal vez no tengas especial interés en ser “normal” pero si lo tienes, si no quieres sentirte fuera de lugar... solo tienes que buscar el entorno en el que encajes!

Aunque tal vez haya que decir que tal vez aquí no encajemos totalmente, tampoco.

Uno de los veleros que hemos encontrado en Puerto Williams ha estado años navegando en las Spitsbergen; tras hacer el paso del Noroeste, ha pasado unos meses en Alaska; desde ahí ha bajado al sur, el año pasado fue dos veces a la Antártida. Acaba de soltar amarras para ir a las Faklands / Malvinas y de ahí a Georgia del Sur... y vuelta a Puerto Williams


De esos 7 veleros con quienes coincidimos en Micalvi, 4 iban a las Falklands/Malvinas, dos de ellos continuaban a Georgia del Sur. Dos tienen fecha prevista para ir a la Antártida. Unos han llegado aquí desde Alaska (con dos niños pequeños), otros desde Finlandia tras pasear por aguas rusas...


Para este grupo, también somos raritos: no tenemos planes de llegar a Georgia, ni de visitar la Antártida...


Otra cosa nos llamó la atención: Sólo uno de ellos tenía previsto ir a doblar el mítico Cabo de Hornos. ¿raritos, no?
¿estás a 50 millas de Hornos y no vas a doblar el más mítico de los Cabos? bueno, supongo -otra vez- que todo es relativo.

Nosotros, que soñábamos con llegar hasta aquí, nunca hemos soñado con ir a Cabo de Hornos. 


La mayoría de la gente de los veleros con los que hemos compartido estancia en Puerto Williams, esos que han pasado el invierno por aquí, que han hecho el paso noroeste, que van o han ido a la Antártida, consideran que la única forma de cruzar Hornos “de verdad”, es plantearse una travesía larga, que te lleve de 50°S del Atlántico a 50°S del Pacífico o viceversa, pero no esperar en Williams a una buena ventana de tiempo y sin más circunvalar el Cabo. 


A nosotros simplemente nunca nos había atraído, lo que queríamos era navegar a fondo los canales, pero...

Nos está escribiendo gente que nos pide que nos acordemos de ellos cuando estemos allá, que tengamos un pensamiento para un familiar que siempre anheló llegar a Hornos y ya no está para cumplirlo, gente que nos quiere acompañar a doblar el cabo. Son en su mayoría correos que transmiten una ilusión inmensa; gentes que ven el paseo como el cumplimiento de un sueño acariciado durante mucho mucho tiempo. Es difícil llegar aquí con el propio velero, es bonito cumplir los sueños.


Y como si algo nos ha caracterizado desde el primer dia de la travesía -quien lo diría, hace casi siete años- es nuestra predisposición a cambiar de planes... pues nos vamos a doblar el Cabo de Hornos. Tal vez no cumplamos así un sueño de nuestra infancia o nuestra juventud... pero seremos el instrumento para que otros lo cumplan y eso nos parece justificación más que suficiente.


Así, que como dice el dicho: “si no quieres caldo, dos tazas!”. Parece que vamos a hacer un par de paseos por allí... eso sí, somos como somos, no vamos a perforarnos la oreja, ni un a vez, ni dos, ni tres si se da el caso...


¿y después?. No nos pidáis cosas normales, después de todo este relato intentando explicar que vamos un poco por libre. Después nos mantenemos en nuestra idea de no ir al Pacífico; probablemente hasta nos desdigamos de nuestra idea de ir a Groenlandia, a Alaska.



Lo hemos pensado mucho y queremos volver a Europa. Sentimos que es momento de estar más cerca de casa (y entendemos que nuestra CASA, con mayúsculas son nuestra familia y nuestros amigos), así que en marzo pondremos rumbo al ¿Mediterráneo? ¿Báltico?


Nuestra opción les ha parecido bastante rara a todos los veleros que hemos ido encontrando por aquí (aunque todos la han acogido con un “perfecto, si eso es lo que queréis)... seguro que vuelve a ser normal cuando estemos de nuevo navegando por, digamos, Grecia, digamos Escocia; porque si algo hemos aprendido es que tienes que seguir tu propio camino, porque lo normal no existe, todo es relativo.


Como sabéis, ofrecemos paseos por la zona; nos quedamos por aquí hasta principios de marzo. Si queréis disfrutar de unos días en los glaciares o sois de los que soñáis con el Cabo de Hornos... hablamos!

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PD. Acabo de cumplir 49 años. Y soy así, una imagen tal vez un poco alejada de la de una mujer que está a punto de llegar a la cincuentena... pero -espero que sepáis verlo- la viva imagen de una mujer feliz. Gracias Johan.


Gracias Johan