Seguimos en Canarias, esperando, y aprovecho para hacer un resumen de "los mejores momentos que se quedaron en el tintero"
No me olvido de que mis crónicas griegas se quedaron en el Peloponeso y sé que en cuanto llegue al Caribe habremos pasado página e intentaremos mantener la información al día.
No voy a tener tiempo de contarlo todo así que voy a seleccionar cosas que no quiero dejar de contar... y esta es una de ellas!
Ya sabéis que nuestra suerte con la pesca ha sido desigual (por ser optimistas, unos nueve atuncitos chicos en tres años) y no habrá sido por falta de ganas, que Johan ha comprado montones de rapalas, hilos, cebos. Habíamos comprado un carrete nuevo en Gythion y después de perder dos piezas más compramos una nueva caña en Kalamata.
Aun así en un desafortunado encuentro con una trampa ilegal de pesca (frenazo de última hora, marcha atrás a toda pastilla) habíamos hecho desaparecer a la última señorita Sakamoto (así bautizamos a todas las rapalitas que compramos) enredada en nuestra propia hélice.
En fin, que estábamos bien equipados (todo el material comprado pensando en piezas de no más de 10/15 kg) y un día, navegando entre Kefalonia y Zakinthos,
Nos acompañaban cuatro amigos (la mejor de las compañías) y la conversación giraba en torno a la pesca; Simone dijo que ella -mediante la concentración- podía hacer que picara un pez, que qué queríamos... y pedimos un atún. Ella se concentró, se concentró y se concentró y a penas a 3 millas de destino zzzzzzzzzzzzzzzz el carrete empezó a correr como un loco.
Johan fue a cobrar la pieza y lo primero que dijo fue "hemos enredado algún tronco, esto no para de tirar, no parece un pez" pero siguió tirando hasta que después de un rato el bicho empezó a hacer eso de "me dejo arrastrar un poco, vuelvo a pelear por escaparme"
Me gritó que bajara la velocidad (primero un rizo, después hasta el tercero para acabar al pairo).
Dos horas y media dándole al carrete... dos horas y media... y vimos aparecer al "mostruo"
a mí me parecía un tiburón (hubo un momento en que temimos que fuera un delfín) y le pedí a Johan que cortara el hilo y dejara ir a la bestia y me dijo que "ja" ni hablar.
Yo había preparado nuestra red y cuando vi al bicho me quedó claro que no servía de nada y busqué el garfio pero de repente me dí cuenta de que había dos chicos a bordo y pedí si alguno quería ayudar a subir la pieza. Para mi mala suerte eran ¡vegetarianos! convencidos y definitivamente contrarios a cualquier sufrimiento animal. Uno de ellos dijo que no contáramos con él -y nos encantó la coherencia de su postura- y el otro haciendo tripas corazón se puso el chaleco que le ofrecíamos -por si el bicho lo mandaba al agua-, la línea de vida...
Cuando el ATÚN -así, con mayúsculas- estaba ya a punto... el muchacho dijo que nanai... que no podía, que no.
Ahí me dio un subidón: Johan llevaba tres años soñando con una buena pieza, íbamos por la señorita Sakamoto 10, teníamos el pescado AHÍ MISMO, Johan se había dejado los brazos dándole al carrete, peleando de tú a tú con el atún... teníamos que sacarlo del agua y yo tenía que ayudar.
Cogí el garfio y sin chaleco ni línea, sin encomendarme a ningún santo, me fui a por el atún. Le hice un gesto a Johan y nos entendimos sin palabras: yo no podía de ninguna manera con el peso del pez pero podía clavar y llevar atrás el palo para que Johan me ayudara. No fue al primer intento pero sí al segundo. ALEHOP!
Ya estaba lo más difícil... o eso pensaba yo; el bicho coleteaba un montón y teníamos miedo de perderlo; le atamos un cabo alrededor de la cola y lo fijamos al barco. Después nos han dado mil recetas para acabar con la vida de un atún peleón rápido (que si verter ron en las agallas, que si un martillazo en la nuca) pero para entonces no sabíamos más método que el cuchillo y dejarlo sin cabeza. Buff, menuda sangría líamos (os acordáis que nuestros pasajeros eran firmes opositores del sufrimiento animal... pues ya os los podéis imaginar)
y el pez seguía dando coletazos aun después de haber perdido litros de sangre. Y entonces Johan dijo muy serio
- Silvia, trae la sierra de carpintero
-¿qué? Dios mío, con esas manos ensangrentadas y esas órdenes pareces Jack el destripador, me das miedo!
a todo esto, Simone estaba destrozada por no haber acertado el tamaño del pez que había visualizado (le quedó claro que se había pasado) y los muchachos decidieron bajar a buscar algo, cualquier cosa... afortunadamete Pilar estaba ahí para hacer fotos
El pez pesaba unos 55kg (la báscula que tenemos no alcanza tanto peso) y por fin -tras el uso eficiente de la sierra de carpintero- había dejado de pelear.
Empezamos el despiece y vimos que teníamos un gran PROBLEMA, nuestro frigo a penas tenía capacidad para una pequeña parte del bicho.
En la foto lo veis metido en mi "lavadora", una bañera de bebé...
Las rodajas centrales tenían un diámetro de 45 cm. En esta foto está encima de la cocina... no cabía en los senos del fregadero
después de limpiar -Johan dentro el pescado, yo en cubierta la sangría que habíamos liado- llegamos a puerto, en Agios Nikolaos, al norte de Zakntos; nos habían hablado del lugar (y yo prometo una entrada para la isla) y de Dimitri, chico para todo que regenta un bar, gasolinera, hace excursiones.
Él nos ayudó a amarrar y le dijimos que si podía venir a bordo porque teníamos un problema... vino, serio pero dispuesto a ayudar y cuando vio el pescado se le iluminó la cara
- esto no es un problema ¡esto es una fiesta!
Ya habíamos decidido regalar lo que no pudiéramos conservar al restaurante de Dimitri; no disponíamos de tiempo ni utensilios para empezar a hacer conserva así que nos pareció una buena solución. Dimitri se ofreció a trocearlo por nosotros, a prepararlo de modo que nos pudiéramos quedar con más parte, pero acordamos que simplemente nos cocinara una ración generosa para la cena (nos invitó a las ensaladas y el vino) y todos tan amigos
Cuando Johan se fue con nuestros amigos a tomar una cervecita y Dimitri se retiró con el pez, yo me quedé a bordo tirando todo lo que tenía en la nevera para acomodar la parte que nos habíamos quedado y de repente, pasado el subidón del momento, me puse a llorar, y llorar y no podía parar. No era pena ni nervios ni... qué sé yo, eran mil emociones juntas, hechas agua, lágrimas y más lágrimas.
Y por la noche nos reunimos los seis alrededor de la barbacoa
Y después los seis bebimos, reímos y comimos
sí, he dicho los seis porque los vegetarianos dijeron que si había algo peor que el sufrimiento del atún que había luchado como un campeón por su vida, era tirar la carne que nos ofrecía... y brindamos por el pez al que agradecimos el alimento que nos daba.
Y al día siguiente comimos marmitako, y al siguiente croquetas, y al siguiente atún encebollado y al siguiente...
Y esta es la historia de nuestro ATÚN. Con una caña bastante sencilla y una rapala de menos de 10 cm que quedó prácticamente destrozada, pero que aguantó como una campeona
Y con el buen saber hacer de Johan que tuvo agujetas durante unos días
Y gracias a Simone que supo visualizar el pez, y a mi que no me paré a pensar que el bicho me podía mandar al agua y a Poseidón, que por una vez nos dejó pescar!
No me olvido de que mis crónicas griegas se quedaron en el Peloponeso y sé que en cuanto llegue al Caribe habremos pasado página e intentaremos mantener la información al día.
No voy a tener tiempo de contarlo todo así que voy a seleccionar cosas que no quiero dejar de contar... y esta es una de ellas!
Ya sabéis que nuestra suerte con la pesca ha sido desigual (por ser optimistas, unos nueve atuncitos chicos en tres años) y no habrá sido por falta de ganas, que Johan ha comprado montones de rapalas, hilos, cebos. Habíamos comprado un carrete nuevo en Gythion y después de perder dos piezas más compramos una nueva caña en Kalamata.
Aun así en un desafortunado encuentro con una trampa ilegal de pesca (frenazo de última hora, marcha atrás a toda pastilla) habíamos hecho desaparecer a la última señorita Sakamoto (así bautizamos a todas las rapalitas que compramos) enredada en nuestra propia hélice.
En fin, que estábamos bien equipados (todo el material comprado pensando en piezas de no más de 10/15 kg) y un día, navegando entre Kefalonia y Zakinthos,
Nos acompañaban cuatro amigos (la mejor de las compañías) y la conversación giraba en torno a la pesca; Simone dijo que ella -mediante la concentración- podía hacer que picara un pez, que qué queríamos... y pedimos un atún. Ella se concentró, se concentró y se concentró y a penas a 3 millas de destino zzzzzzzzzzzzzzzz el carrete empezó a correr como un loco.
Johan fue a cobrar la pieza y lo primero que dijo fue "hemos enredado algún tronco, esto no para de tirar, no parece un pez" pero siguió tirando hasta que después de un rato el bicho empezó a hacer eso de "me dejo arrastrar un poco, vuelvo a pelear por escaparme"
Me gritó que bajara la velocidad (primero un rizo, después hasta el tercero para acabar al pairo).
Dos horas y media dándole al carrete... dos horas y media... y vimos aparecer al "mostruo"
a mí me parecía un tiburón (hubo un momento en que temimos que fuera un delfín) y le pedí a Johan que cortara el hilo y dejara ir a la bestia y me dijo que "ja" ni hablar.
Yo había preparado nuestra red y cuando vi al bicho me quedó claro que no servía de nada y busqué el garfio pero de repente me dí cuenta de que había dos chicos a bordo y pedí si alguno quería ayudar a subir la pieza. Para mi mala suerte eran ¡vegetarianos! convencidos y definitivamente contrarios a cualquier sufrimiento animal. Uno de ellos dijo que no contáramos con él -y nos encantó la coherencia de su postura- y el otro haciendo tripas corazón se puso el chaleco que le ofrecíamos -por si el bicho lo mandaba al agua-, la línea de vida...
Cuando el ATÚN -así, con mayúsculas- estaba ya a punto... el muchacho dijo que nanai... que no podía, que no.
Ahí me dio un subidón: Johan llevaba tres años soñando con una buena pieza, íbamos por la señorita Sakamoto 10, teníamos el pescado AHÍ MISMO, Johan se había dejado los brazos dándole al carrete, peleando de tú a tú con el atún... teníamos que sacarlo del agua y yo tenía que ayudar.
Cogí el garfio y sin chaleco ni línea, sin encomendarme a ningún santo, me fui a por el atún. Le hice un gesto a Johan y nos entendimos sin palabras: yo no podía de ninguna manera con el peso del pez pero podía clavar y llevar atrás el palo para que Johan me ayudara. No fue al primer intento pero sí al segundo. ALEHOP!
Ya estaba lo más difícil... o eso pensaba yo; el bicho coleteaba un montón y teníamos miedo de perderlo; le atamos un cabo alrededor de la cola y lo fijamos al barco. Después nos han dado mil recetas para acabar con la vida de un atún peleón rápido (que si verter ron en las agallas, que si un martillazo en la nuca) pero para entonces no sabíamos más método que el cuchillo y dejarlo sin cabeza. Buff, menuda sangría líamos (os acordáis que nuestros pasajeros eran firmes opositores del sufrimiento animal... pues ya os los podéis imaginar)
y el pez seguía dando coletazos aun después de haber perdido litros de sangre. Y entonces Johan dijo muy serio
- Silvia, trae la sierra de carpintero
-¿qué? Dios mío, con esas manos ensangrentadas y esas órdenes pareces Jack el destripador, me das miedo!
a todo esto, Simone estaba destrozada por no haber acertado el tamaño del pez que había visualizado (le quedó claro que se había pasado) y los muchachos decidieron bajar a buscar algo, cualquier cosa... afortunadamete Pilar estaba ahí para hacer fotos
El pez pesaba unos 55kg (la báscula que tenemos no alcanza tanto peso) y por fin -tras el uso eficiente de la sierra de carpintero- había dejado de pelear.
Empezamos el despiece y vimos que teníamos un gran PROBLEMA, nuestro frigo a penas tenía capacidad para una pequeña parte del bicho.
En la foto lo veis metido en mi "lavadora", una bañera de bebé...
Las rodajas centrales tenían un diámetro de 45 cm. En esta foto está encima de la cocina... no cabía en los senos del fregadero
después de limpiar -Johan dentro el pescado, yo en cubierta la sangría que habíamos liado- llegamos a puerto, en Agios Nikolaos, al norte de Zakntos; nos habían hablado del lugar (y yo prometo una entrada para la isla) y de Dimitri, chico para todo que regenta un bar, gasolinera, hace excursiones.
Él nos ayudó a amarrar y le dijimos que si podía venir a bordo porque teníamos un problema... vino, serio pero dispuesto a ayudar y cuando vio el pescado se le iluminó la cara
- esto no es un problema ¡esto es una fiesta!
Ya habíamos decidido regalar lo que no pudiéramos conservar al restaurante de Dimitri; no disponíamos de tiempo ni utensilios para empezar a hacer conserva así que nos pareció una buena solución. Dimitri se ofreció a trocearlo por nosotros, a prepararlo de modo que nos pudiéramos quedar con más parte, pero acordamos que simplemente nos cocinara una ración generosa para la cena (nos invitó a las ensaladas y el vino) y todos tan amigos
Cuando Johan se fue con nuestros amigos a tomar una cervecita y Dimitri se retiró con el pez, yo me quedé a bordo tirando todo lo que tenía en la nevera para acomodar la parte que nos habíamos quedado y de repente, pasado el subidón del momento, me puse a llorar, y llorar y no podía parar. No era pena ni nervios ni... qué sé yo, eran mil emociones juntas, hechas agua, lágrimas y más lágrimas.
Y por la noche nos reunimos los seis alrededor de la barbacoa
Y después los seis bebimos, reímos y comimos
sí, he dicho los seis porque los vegetarianos dijeron que si había algo peor que el sufrimiento del atún que había luchado como un campeón por su vida, era tirar la carne que nos ofrecía... y brindamos por el pez al que agradecimos el alimento que nos daba.
Y al día siguiente comimos marmitako, y al siguiente croquetas, y al siguiente atún encebollado y al siguiente...
Y esta es la historia de nuestro ATÚN. Con una caña bastante sencilla y una rapala de menos de 10 cm que quedó prácticamente destrozada, pero que aguantó como una campeona
Y con el buen saber hacer de Johan que tuvo agujetas durante unos días
Y gracias a Simone que supo visualizar el pez, y a mi que no me paré a pensar que el bicho me podía mandar al agua y a Poseidón, que por una vez nos dejó pescar!
3 comentarios:
No pots imaginar com he rigut. Molt autèntic el relat. Continuo amb la meva enveja de la vostra sort de vida que us heu buscat. I a sobre no he tastat la tonyina ... Amb la pinta que fa ...
Per cert posats a visualitzar, demana que et visualitzin el nº de la loteria de nadal.
Ahora si que pusisteís bien alto el liston y muy lejos de mis 22 Kg. a 14 millas de Menorca. DIMITRI, perdón, CAPITAN DIMITRI, como le gusta que le llamen, es todo un personaje.
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