viernes, 18 de noviembre de 2011

Un pequeño milagro: Atokos




Como definitivamente he perdido el sentido cronológico de la narración de Grecia y como también definitivamente muchos momentos se quedarán en el tintero, sigo con el criterio de contaros "momentos que no puedo pasar por alto" y sin duda, el pequeño milagro de la isla de Atokos está entre ellos.

Ya hace tres veranos, en nuestra primera incursión en aguas del Jónico, la pequeña isla que se dibujaba en el horizonte frente a Lefkas, me robó el corazón... pero no hubo tiempo de parar



Este año, lo intentamos una vez, pero el mar no estaba muy complice y no había buen viento para ocupar el fondeo así que volvimos a pasar de largo.

En el segundo intento las cosas no estaban muy claras así que por si acaso, hice una foto del plotter para demostrar que si no íbamos a Atokos por lo menos la habíamos rondado!



Pero finalmente, los dioses, los vientos, las corrientes, se pusieron de mi lado y pusimos proa a mi isla soñada. Nos habían hablado muy bien unos vecinos en Astakos; según la guía que manejamos el mejor fondeo es el conocido como "one house bay" que como su nombre indica es la bahía de una casa... si no me equivoco la única construcción de la isla; pero nuestros amigos nos recomendaron Cliff Bay y hacia allí nos dirigimos.

Por cierto, que queremos dar la gracias a la guía por decir que Cliff bay no siempre es un buen fondeo mientras que el otro sí porque nosotros disfrutamos de la bahía con solo otro velero y en "one house" se apiñaban más de veinte!




Cuando llegamos no podía creer lo que estaba viendo, dos veleros más ocupaban el pequeño fondeo (ancla y cabos firmes a una roca) y uno de ellos nos hizo señales indicando que salían y que podíamos ocupar su espacio.

Esperamos a que acabaran su maniobra, echamos el ancla, nadé a tierra, busqué una buena roca para atarnos, pusimos la boza al ancla, nos aseguramos de que todo estaba bien... y miramos a nuestro alrededor sin dar mucho crédito a que algo tan bonito pudiera estar ahí para nosotros




Es una bahía pequeña, con una pared alta, con una formación rocosa que a ratos me parecía un libro ajado por el tiempo con las páginas que se abrían


pero que en otros puntos me hacían pensar en esos helados veraniegos



y pronto lo tuvimos claro: la isla no ofrece muchas diversiones más allá del descanso y el deleite de contemplarla; no hay bares, no hay tiendas, no hay nada. Nos quedábamos un par de días porque eso era lo que todos íbamos buscando.

Hicimos una pequeña excursión en Aleita para explorar los alrededores (la segunda vez que visitamos la isla ya no fue posible porque había demasiada mar, pero en esta primera vez estábamos tocados por la suerte) y no puedo hacer más que compartir unas fotos con vosotros para que sintáis un poquito de lo que nosotros sentimos







Y tal vez haya quien se pregunté qué se puede hacer en un lugar donde no hay nada que hacer.
Nosotros lo tuvimos claro
Relajarnos y disfrutar!























Y ya sabéis, que cada quien tiene que encontrar sus propios paraísos, tal vez alguno de vosotros llegue a Atokos y no vea lo mismo que yo vi, pero lo cierto es que después de tres años y de oír muchas veces la misma pregunta, creo que ya tengo una respuesta. Mi isla favorita es ATOKOS






miércoles, 16 de noviembre de 2011

Para gustos los colores: Zakinthos

Aquí estoy de nuevo; ya sé que tendría que estar explicando lo que andamos haciendo ahora (que si barnizar la cocina, que si una barbacoa con los vecinos, que si un paseo al sur de Fuerteventura) pero me cuesta cerrar el capítulo de Grecia sin compartir con los que nos leéis algunas de mis islas favoritas.
Así que me perdonáis por ir para atrás como los cangrejos, pero os voy a contar nuestros paseos por Zakinthos.


A nosotros nos había hablado muy bien de esta islita un buen amigo, también navegante, al que le gustan lo que el llama "fondeos arriesgados"; llegamos a ella ilusionados y con un montón de ideas en la cabeza, supongo que la mayor, la ilusión de ir a la playa del naufragio, según la publicidad la mejor playa del mundo.

Y nos cautivó; sí, lo cierto es que ni de lejos encontramos en ella la playa más bonita del mundo, ni su capital es la ciudad más acogedora de Grecia, pero la isla tiene un noséqué, quéséyo que nos encantó y nos hizo volver un par de veces.

Entusiasmados como estábamos, nos encontramos con otro velero español al que le hablamos maravillas del lugar; más tarde, leyendo su blog, nos sorprendió que la isla no le gustó nada, pero nada... en fin, que queda claro que para gustos los colores.
¿y por qué explico todo esto? Pues supongo, que porque hoy me desperté filosófica y me dio por sacar conclusiones.

La primera: a veces ponemos tantas expectativas en un lugar que cuando lo alcanzamos, el pobre, no puede culminar las ideas que de él tenemos en la cabeza.

Tal vez por eso nosotros procuramos viajar sin esperar mucho -o sin esperar algo concreto-; tal vez por eso cuando pienso en Groenlandia sólo alcanzo a verme en la bañera del barco con una taza humeante (café? te? chocolate?), con un gorrito de lana y el cuello de la chaqueta bien subido, no me imagino el paisaje así no tengo una imagen que se me pueda venir abajo, quiero dejarme seducir y conquistar.

La segunda conclusión es que a veces metemos la pata recomendando esto o aquello o tal vez cuando la metemos cuando buscamos recomendaciones; lo mejor acostumbra a ser dejarse llevar y descubrir por uno mismo y así la vida a cada uno nos regalará nuestro Zakinthos particular.


Este fue nuestro Zakinthos

Dejamos atrás el Peloponeso y nos dirigimos a la capital de Zakinthos para recibir a un grupillo de cuatro amigos que volaban desde Londres. Este es un punto importante porque los lugares no son únicamente lo que son, son cómo y con quién los vives y los recuerdas y Lluis, Brendan, Pilar y Simone habrían hecho que cualquier lugar del mundo fuera especial.

Llegamos a la Zakinthos ciudad y nuestra primera intención fue irnos a una marina que está un poco alejada del bullcicio pero desde que se escribió la guía que manejamos las cosas habían cambiado y ahora no se permite el amarre de veleros -sólo delante del pueblo- y ese espacio se ha reservado para barcos que hacen salidas del día.

Pues nada, nos fuimos al muelle donde nos ayudaron a amarrar y nos pasaron la cuenta: 15 euros /días -sin agua ni electricidad- el doble de la cuota habitual.

La ciudad no es especialmente bonita pero ofrece buenos paseos y tiene buenas tiendas así que ninguna queja al respecto




Ya con la nueva tripu a bordo nos preparamos para circunvalar la isla; primero rumbo al sur para dirigirnos a Keri. Se trata de una bahía que en parte es reserva natural para la cría de tortugas, sólo está permitido fondear en el extremo situado más al oeste.


Un pequeño pueblito, algún bar, algún minimarket y poco más si el entorno verde tocando el mar y el agua cristalina y la tranquilidad que se respiraba no es mucho más.




No vimos grandes tortugas, pero en las canalizaciones de aguas era fácil encontrar decenas de pequeñas tortuguitas tomando sus primeros baños de sol








Al día siguiente seguimos nuestro camino; fue un día sin viento (después sabríamos que afortunadamente ya que la cara oeste de la isla acostumbra a estar más azotada por el viento y no siempre es posible fondear en sus calas), todo el camino a motor, disfrutando de las paredes verticales, de los colores, tan blancos, del mar





Pasamos la noche en un fondeo prósimo a la famosa cala del naufragio; ancla al frente y atados a unos anillos que había en las rocas para la ocasión. Esta noche -casi tres años después de iniciar nuestro viaje- descubrí de la mano de Johan la magia del placton en el agua. En una noche oscura, sin luna, agitando el bichero en el agua, cientos de pequeños puntos centelleaban en el agua, era como magia, y Johan el mago Merlín más tarde he tenido ocasión de nadar en la noche en aguas ricas en placton y puedo decir que sin duda es una de las cosas más bonitas que he hecho nunca!




A la mañana siguiente nos levantamos muy temprano ya que sabíamos que la cala se llena con cientos de turistas a bordo de barcos que hacen paseos de día y queríamos disfrutar del lugar nosotros solitos. Algo más tarde de las 7 de la mañana avistamos el famoso barco aen el fondo de la playa y echamos el ancla del Alea.






Éramos, los primeros en llegar ese día, la cala es menos profunda de lo que yo imaginaba, las fotos famosas están hechas desde lo alto del acantilado y lo cierto es que la vista es más impresionante que lo que se ve a ras de mar; además lo bonito es ver la blanca pared iluminada por el sol y para eso era todavía temprano. La verdad es que aun siendo un día sin una brizna de viento había un incómodo mar de fondo y nos dio miedo dejar el barco solo para acercarnos a la playa, la cosa es que no nos pareció la playa más bonita del mundo, pero ¡QUÉ BONITA ERA!











Mandamos a nuestro equipo a remo, en Aleita, y fue una risa verlos pelear por dejar a la auxiliar en tirra, luchar con las olas de regreso. De la playa del naufragio me quedo con las risas...



Después hemos intentado volver un par de veces y ni siquiera las excursiones de día que salían de Agios Nikolaos tenían la autorización de la guarda costera a causa del viento. Tenemos que reconocer que tuvimos suerte; seguro que no cubrió las expectativas que yo había puesto pero nos regaló unos momentos divertidos y emocionantes, guardaremos siempre un recuerdo muy especial!




De ahí nos fuimos al sur de la isla de Kefalonia, a Poros, para volver a nuestro bar favorito, en un día con una navegación estupenda, a vela, con buena escora, un día de esos que solo pasan de vez en cuando pero que cuando pasan no se olvidan.



De regreso nos pasó la historia del atún que ya conocéis y la isla de Zakinthos todavía nos reservaba el paseo por las cuevas azules









Después de cenar como reyes un buen atún a la barbacoa, a la mañana siguiente embarcamos en una lancha con otras 10 personas y el padre de Dimitri nos llevó a descubrir las cuevas que hacen famosa a la isla




Son cuevas inaccesibles desde el velero, tampoco se puede entrar en ellas con los grandes barcos que van desde Zakinthos ciudad hasta la cala del naufragio; cierto que no íbamos solos (en otra de las ocasiones que regresamos si que disfrutamos de un "pase privado") pero ... pero os dejo unas fotos para que entendáis qué es lo que nosotros vimos y por qué nos resultó especial (a veces no hacen falta palabras)












en un momento entramos -literalmente- en una de las cuevas





y nos invitaron a saltar al agua y darnos un bañito; por el efecto de la luz que se filtraba en la gruta, la gente que estaba dentro del agua parecía convertirse en un ser azul, la cabeza normal y el cuerpo pitufo!!!




Y este es el color que se veía bajo el agua (las gráciles piernas que se ven en la foto... soy yo!)







y dejamos atrás las cuevas para volver a la bahía donde nos esperaba Alea









echando un último vistazo a los milagros que es capaz de crear la naturaleza











Y dejamos Zakintos sabiendo que habíamos descubierto algo especial -para nosotros- no por lo que esperábamos cuando llegamos, sino por lo que nos regaló al llegar










Esperamos que ahí afuera el mar siga estando lleno de lugares dispuestos a robarnos el corazón, donde menos nos lo esperemos...

martes, 1 de noviembre de 2011

Va de pesca

Seguimos en Canarias, esperando, y aprovecho para hacer un resumen de "los mejores momentos que se quedaron en el tintero"

No me olvido de que mis crónicas griegas se quedaron en el Peloponeso y sé que en cuanto llegue al Caribe habremos pasado página e intentaremos mantener la información al día.

No voy a tener tiempo de contarlo todo así que voy a seleccionar cosas que no quiero dejar de contar... y esta es una de ellas!

Ya sabéis que nuestra suerte con la pesca ha sido desigual (por ser optimistas, unos nueve atuncitos chicos en tres años) y no habrá sido por falta de ganas, que Johan ha comprado montones de rapalas, hilos, cebos. Habíamos comprado un carrete nuevo en Gythion y después de perder dos piezas más compramos una nueva caña en Kalamata.

Aun así en un desafortunado encuentro con una trampa ilegal de pesca (frenazo de última hora, marcha atrás a toda pastilla) habíamos hecho desaparecer a la última señorita Sakamoto (así bautizamos a todas las rapalitas que compramos) enredada en nuestra propia hélice.

En fin, que estábamos bien equipados (todo el material comprado pensando en piezas de no más de 10/15 kg) y un día, navegando entre Kefalonia y Zakinthos,

Nos acompañaban cuatro amigos (la mejor de las compañías) y la conversación giraba en torno a la pesca; Simone dijo que ella -mediante la concentración- podía hacer que picara un pez, que qué queríamos... y pedimos un atún. Ella se concentró, se concentró y se concentró y a penas a 3 millas de destino zzzzzzzzzzzzzzzz el carrete empezó a correr como un loco.

Johan fue a cobrar la pieza y lo primero que dijo fue "hemos enredado algún tronco, esto no para de tirar, no parece un pez" pero siguió tirando hasta que después de un rato el bicho empezó a hacer eso de "me dejo arrastrar un poco, vuelvo a pelear por escaparme"

Me gritó que bajara la velocidad (primero un rizo, después hasta el tercero para acabar al pairo).

Dos horas y media dándole al carrete... dos horas y media... y vimos aparecer al "mostruo"




a mí me parecía un tiburón (hubo un momento en que temimos que fuera un delfín) y le pedí a Johan que cortara el hilo y dejara ir a la bestia y me dijo que "ja" ni hablar.

Yo había preparado nuestra red y cuando vi al bicho me quedó claro que no servía de nada y busqué el garfio pero de repente me dí cuenta de que había dos chicos a bordo y pedí si alguno quería ayudar a subir la pieza. Para mi mala suerte eran ¡vegetarianos! convencidos y definitivamente contrarios a cualquier sufrimiento animal. Uno de ellos dijo que no contáramos con él -y nos encantó la coherencia de su postura- y el otro haciendo tripas corazón se puso el chaleco que le ofrecíamos -por si el bicho lo mandaba al agua-, la línea de vida...

Cuando el ATÚN -así, con mayúsculas- estaba ya a punto... el muchacho dijo que nanai... que no podía, que no.

Ahí me dio un subidón: Johan llevaba tres años soñando con una buena pieza, íbamos por la señorita Sakamoto 10, teníamos el pescado AHÍ MISMO, Johan se había dejado los brazos dándole al carrete, peleando de tú a tú con el atún... teníamos que sacarlo del agua y yo tenía que ayudar.

Cogí el garfio y sin chaleco ni línea, sin encomendarme a ningún santo, me fui a por el atún. Le hice un gesto a Johan y nos entendimos sin palabras: yo no podía de ninguna manera con el peso del pez pero podía clavar y llevar atrás el palo para que Johan me ayudara. No fue al primer intento pero sí al segundo. ALEHOP!




Ya estaba lo más difícil... o eso pensaba yo; el bicho coleteaba un montón y teníamos miedo de perderlo; le atamos un cabo alrededor de la cola y lo fijamos al barco. Después nos han dado mil recetas para acabar con la vida de un atún peleón rápido (que si verter ron en las agallas, que si un martillazo en la nuca) pero para entonces no sabíamos más método que el cuchillo y dejarlo sin cabeza. Buff, menuda sangría líamos (os acordáis que nuestros pasajeros eran firmes opositores del sufrimiento animal... pues ya os los podéis imaginar)



y el pez seguía dando coletazos aun después de haber perdido litros de sangre. Y entonces Johan dijo muy serio

- Silvia, trae la sierra de carpintero
-¿qué? Dios mío, con esas manos ensangrentadas y esas órdenes pareces Jack el destripador, me das miedo!

a todo esto, Simone estaba destrozada por no haber acertado el tamaño del pez que había visualizado (le quedó claro que se había pasado) y los muchachos decidieron bajar a buscar algo, cualquier cosa... afortunadamete Pilar estaba ahí para hacer fotos





El pez pesaba unos 55kg (la báscula que tenemos no alcanza tanto peso) y por fin -tras el uso eficiente de la sierra de carpintero- había dejado de pelear.



Empezamos el despiece y vimos que teníamos un gran PROBLEMA, nuestro frigo a penas tenía capacidad para una pequeña parte del bicho.
En la foto lo veis metido en mi "lavadora", una bañera de bebé...

Las rodajas centrales tenían un diámetro de 45 cm. En esta foto está encima de la cocina... no cabía en los senos del fregadero




después de limpiar -Johan dentro el pescado, yo en cubierta la sangría que habíamos liado- llegamos a puerto, en Agios Nikolaos, al norte de Zakntos; nos habían hablado del lugar (y yo prometo una entrada para la isla) y de Dimitri, chico para todo que regenta un bar, gasolinera, hace excursiones.

Él nos ayudó a amarrar y le dijimos que si podía venir a bordo porque teníamos un problema... vino, serio pero dispuesto a ayudar y cuando vio el pescado se le iluminó la cara

- esto no es un problema ¡esto es una fiesta!

Ya habíamos decidido regalar lo que no pudiéramos conservar al restaurante de Dimitri; no disponíamos de tiempo ni utensilios para empezar a hacer conserva así que nos pareció una buena solución. Dimitri se ofreció a trocearlo por nosotros, a prepararlo de modo que nos pudiéramos quedar con más parte, pero acordamos que simplemente nos cocinara una ración generosa para la cena (nos invitó a las ensaladas y el vino) y todos tan amigos

Cuando Johan se fue con nuestros amigos a tomar una cervecita y Dimitri se retiró con el pez, yo me quedé a bordo tirando todo lo que tenía en la nevera para acomodar la parte que nos habíamos quedado y de repente, pasado el subidón del momento, me puse a llorar, y llorar y no podía parar. No era pena ni nervios ni... qué sé yo, eran mil emociones juntas, hechas agua, lágrimas y más lágrimas.

Y por la noche nos reunimos los seis alrededor de la barbacoa



Y después los seis bebimos, reímos y comimos



sí, he dicho los seis porque los vegetarianos dijeron que si había algo peor que el sufrimiento del atún que había luchado como un campeón por su vida, era tirar la carne que nos ofrecía... y brindamos por el pez al que agradecimos el alimento que nos daba.

Y al día siguiente comimos marmitako, y al siguiente croquetas, y al siguiente atún encebollado y al siguiente...



Y esta es la historia de nuestro ATÚN. Con una caña bastante sencilla y una rapala de menos de 10 cm que quedó prácticamente destrozada, pero que aguantó como una campeona




Y con el buen saber hacer de Johan que tuvo agujetas durante unos días




Y gracias a Simone que supo visualizar el pez, y a mi que no me paré a pensar que el bicho me podía mandar al agua y a Poseidón, que por una vez nos dejó pescar!